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El crecimiento de los PIGS: las economías del sur contraatacan

Los Estados miembros del sur de Europa, hasta hace poco ridiculizados, están entrando en una media década de crecimiento que pueden envidiar incluso los países “modelo” del norte de Europa, incluida Alemania, mientras el primer ministro checo promete salarios alemanes.

Publicado en 15 enero 2025

“España demuestra a Europa cómo seguir el ritmo de la economía de Estados Unidos”: una declaración así podría sobresaltar a los lectores que recuerdan perfectamente la reciente crisis económica y de la deuda, cuando el impago de España parecía una posibilidad real. Sin embargo, son los términos empleados por el semanario liberal The Economist, que observa que España está superando a Estados Unidos tanto en crecimiento económico como en generación de empleo, con un aumento de su PIB del 3 %, casi cuatro veces superior a la media de la eurozona, del 0,6 %. La historia de éxito español contrasta en gran medida con el persistente retraso de crecimiento de Europa con respecto a Estados Unidos, una brecha tan importante que, como señalamos en nuestra revista de prensa de diciembre de 2023, se prevé que en 2035 la diferencia en cuanto a prosperidad entre el europeo y el estadounidense medio sea igual a la actual brecha entre europeos e indios.

El semanario explica que el éxito de España estriba en las reformas del sistema financiero y del mercado laboral aplicadas por los Gobiernos anteriores durante la recesión y que, combinadas con los fondos de la UE, la fuerte inmigración, la renovación del turismo y el aumento de las exportaciones de servicios, ahora están dando sus frutos.

Quizá resulte aún más sorprendente que no solo España esté registrando un buen rendimiento, sino también todos los demás países del sur de Europa. Estas naciones, que en su día fueron las más afectadas por la crisis financiera y económica de entre 2009 y 2014 que amenazó la estabilidad de la eurozona, se ganaron la poco halagadora etiqueta de “PIGS”, siglas en inglés equivalentes a Portugal, Italia, Grecia y España. Por entonces, algunos incluso teorizaban atribuyendo sus peores resultados económicos al clima cálido y al abundante sol de la región, que se creía que fomentaban la holgazanería.

Estas teorías se pueden tachar de deterministas o directamente racistas, por supuesto, pero sobre todo no han envejecido bien, porque, tal y como escribe Ignacio Fariza en su artículoLa venganza de los PIGS” en el sitio web de El País, las condiciones climáticas de estas naciones impulsan ahora su ventaja en cuanto a energías renovables. Según Fariza, su menor dependencia de las fuentes de energía rusas, junto con una mayor proporción del sector servicios, ha supuesto una importante ventaja con respecto al norte de Europa tras la invasión rusa de Ucrania. Expone que España, uno de los países más rezagados en materia de revoluciones industriales, se encuentra ahora ante una “oportunidad de oro”: los costes de la electricidad industrial están un 40 % por debajo de la media de la UE, lo que plantea la posibilidad no solo de frenar la desindustrialización, sino también de atraer nuevas inversiones industriales. El periodista señala que la inversión de 16 000 millones de euros en un centro de datos de Amazon en Aragón, que aprovecha las energías renovables baratas, la disponibilidad de suelo y la mano de obra cualificada, podría ser solo el principio, ya que probablemente seguirán otras industrias de alto consumo energético.

El entusiasmo por la prosperidad que se avecina y por un futuro brillante se ve atenuado por el análisis de Juan Ramón Rallo en El Confidencial, en el que afirma detectar una notable desconexión entre la coronación de España como la economía más próspera de la OCDE y cómo la perciben los propios españoles. Aunque las cifras principales demuestran un crecimiento sólido, Rallo sostiene que la experiencia de los hogares españoles de a pie cuenta una historia distinta. Según su análisis, la raíz de la paradoja está en la inmigración: de los 1,74 millones de empleos creados desde 2019, los trabajadores extranjeros ocuparon 1,35 millones. Por ello, sostiene que la expansión de España se debe sobre todo a la mano de obra importada, más que a las ganancias de productividad o al aumento del nivel de vida de los residentes, lo que explica por qué muchos españoles se sienten excluidos del crecimiento estelar celebrado por el Gobierno socialista del presidente Pedro Sánchez.

En una línea similar, Gloria Mena, en la cadena de televisión La Sexta, observa que los bolsillos de los españoles siguen obstinadamente vacíos, a pesar del festín macroeconómico. Mientras las cifras brillan en los titulares, la concentración de la riqueza cuenta una historia más sombría: una décima parte de la población posee más de la mitad de la riqueza de la nación. El salario modal, de apenas 14 586 euros, dice mucho de la situación del español medio.

El nivel de vida y la inmigración son temas destacados también en el vecino Portugal. El crecimiento económico del vecino occidental parece haberse traducido más eficazmente en un aumento del nivel de vida de sus habitantes. Paulo Lopes destaca en The Portugal News que la OCDE sitúa a Portugal entre sus cinco miembros con mayor crecimiento de la renta disponible de los hogares desde los niveles anteriores a la pandemia. Los fuertes aumentos salariales y el sólido consumo interno han impulsado este éxito, y se prevé que la economía crezca un 2 % en 2025, muy por encima de las previsiones de la zona euro. En un artículo para Renascença, André Rodrigues informa de que Portugal necesita entre 50 000 y 100 000 inmigrantes al año para mantener el crecimiento. Un estudio de la Universidad de Oporto apunta que se necesitaría una cifra aún mayor, hasta 138 000 recién llegados al año, para alcanzar la posición del país más rico de la UE en 2033. El argumento económico está claro: los inmigrantes aportaron más de 2000 millones de euros a la Seguridad Social en los ocho primeros meses de este año, mientras que solo cobraron 380 millones de euros en prestaciones.

En Italia se nota el alivio de haber dejado de ser el niño problemático de Europa. Tal y como escribe Gianluca Zapponini en Formiche con una satisfacción poco disimulada, los disciplinadores fiscales de Europa se encuentran en una posición incómoda. En la última revisión del Semestre Europeo, la evaluación anual de los presupuestos de los miembros de la UE, Bruselas ha elogiado a Italia, Grecia y Francia por sus planes fiscales de 2024, al tiempo que ha criticado a los tradicionalmente frugales Estados del Norte. Como señala, a Alemania, Finlandia y Países Bajos, durante mucho tiempo defensores de estrictos límites de gasto y bajos déficits, se les ha tachado de “no cumplir plenamente” el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. La evaluación de Paolo Gentiloni, comisario de Economía, revela lo que Zapponini considera un cambio radical: los antiguos ejecutores de la ortodoxia fiscal ahora tienen dificultades para cumplir sus propias normas.

República Checa: ¿ocho años para igualar los sueldos alemanes?

“Necesito ocho años y tendremos salarios de nivel alemán”. Esta declaración de Petr Fiala, el primer ministro checo, académico conservador reconvertido en político, desencadenó un sinfín de burlas. Mientras las economías del sur de Europa prosperan, la República Checa de su coalición, que llegó al poder en 2021 tras derrotar al multimillonario populista Andrej Babiš, no solo no ha logrado reducir la distancia con Alemania, sino que el país ha visto cómo le supera Polonia.

Como señala Jan Moláček en Deník N, Polonia se enfrentaba a retos idénticos: una guerra a sus puertas, refugiados ucranianos y costes energéticos al alza, los mismos factores que Fiala cita para explicar los fracasos económicos de su Gobierno. Polonia llega incluso a gastar el 4 % del PIB en defensa, el doble que República Checa. La ironía, concluye Moláček, es que la “osada visión positiva” de Fiala guarda un incómodo parecido con el mismo populismo que antes denunció.

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