Shëngjin (Albania). Mientras la lancha abarrotada de migrantes se acercaba a Italia, Nizam iba filmando lo que creía que era el tramo final de su angustioso viaje. Este pintor de casas procedente de Bangladesh de 21 años levantó su móvil para enmarcar su propio rostro antes de enfocar a las cerca de 50 personas que se apiñaban en la lancha blanca de fibra de vidrio. Detrás de él, un hombre se cubría los ojos con las manos, aparentemente para ocultar sus lágrimas, mientras otro pasajero, sonriente, le daba una palmadita en la espalda. La popa de la lancha se mantenía peligrosamente baja mientras surcaba las aguas del Mediterráneo.
Más tarde, Nizam* publicó el vídeo en TikTok, relatando su desafortunada travesía. "Vamos, ha llegado nuestro momento. No te preocupes, volveremos juntos", dice en urdu una voz en off.
Pero días más tarde, en lugar de desembarcar en suelo italiano para iniciar el futuro que venía imaginando desde tanto tiempo atrás, Nizam se encontró entre las alambradas de los controvertidos campos para internamiento de migrantes que Italia había instalado en Albania, unas instalaciones inmersas en ásperas batallas jurídicas desde su polémica puesta en marcha en el otoño de 2024.
En su casa, en un pequeño pueblo del distrito de Madaripur, en Bangladesh, los padres de Nizam esperaban ansiosamente noticias.
Su madre y una de sus tres hermanas lo habían enseñado a leer, pero en lugar de ir a la escuela, Nizam tuvo que trabajar para mantener a la familia. En redes sociales, se labró una imagen de playboy, publicando videos de sí mismo montado en estupendas motos prestadas, con gafas de sol y un mechón de pelo corto y elegante que completaba su look. Pero su realidad distaba mucho de ser glamurosa. Con su anciano padre incapaz de trabajar, Nizam era el único sostén de la familia. "Somos muy pobres", dijo más tarde. "Tengo que trabajar".
Desesperados, sus padres juntaron dinero para pagar a un traficante muy conocido en el pueblo. Vendieron un pequeño terreno y se endeudaron. Tras ser trasladado irregularmente, primero a India, luego a Sri Lanka, Kuwait y Egipto, Nizam finalmente llegó a Libia, primero a Bengasi y luego a Trípoli, donde cayó en las garras de la mafia. Le confiscaron el pasaporte y lo encarcelaron durante tres días, torturándolo y grabando en vídeo los abusos. Los videos fueron enviados a su familia como exigencias de un rescate.
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