Desde finales de marzo, la oposición bielorrusa ha estado preocupada por la misteriosa desaparición de Angelika Melnikova, una activista política que vivía exiliada en Polonia. Melnikova era presidenta del Consejo de Coordinación, una especie de protoparlamento creado por el movimiento bielorruso tras las elecciones fraudulentas de 2020. Además de su función en el Consejo, Melnikova trabajaba de cerca con Pavel Latushko, un exdiplomático bielorruso que se había pasado a la oposición de Lukashenko y vivía en Polonia. También han desaparecido las dos hijas de Melnikova, de 6 y 12 años.
La última vez que se supo de la activista fue el 25 de marzo, día de la independencia de Bielorrusia, aunque el régimen de Lukashenko prohíbe su celebración. Desde entonces, no han dejado de aparecer noticias sobre las circunstancias de la desaparición de Melnikova. Al parecer, ya en febrero, comentó a sus compañeros que necesitaba un tiempo para arreglar sus asuntos. Después, les informó de que se tomaba un descanso debido a una infección por covid-19.
Pavel Latushko, que denunció la desaparición de Melnikova a las autoridades polacas (ya que la desaparecida posee ciudadanía bielorrusa y polaca) afirma que su teléfono ha estado en Bielorrusia desde el 19 de marzo. También afirma estar seguro de que uno de sus dispositivos se encontraba en Varsovia el 18 de marzo. A su vez, las autoridades polacas afirman que creen que Melnikova lleva varias semanas fuera de Polonia.
Mientras tanto, el 7 de abril, periodistas independientes bielorrusos lograron ponerse en contacto con el exmarido de Melnikova, que declaró que él se encuentra en Bielorrusia y que sus hijas están con él. Afirma que no tiene ni idea de dónde está su exmujer y también está preocupado por su repentina desaparición.
Hasta 2020, Angelika Melnikova trabajaba como alta ejecutiva de la filial bielorrusa de Coca Cola. Ese año, se implicó en las protestas tras las elecciones y la detuvieron dos veces, acusada de organizar las manifestaciones no autorizadas y de participar en ellas. Entonces, huyó junto a su familia a Polonia, donde se convirtió en miembro activo de la oposición democrática en el exilio. Entre tanto, se divorció de su marido, que trabajaba en Polonia como programador.
La hipótesis más probable es que Melnikova haya sido secuestrada por los servicios de inteligencia bielorrusos o rusos. Si este es el caso, el régimen probablemente la “exhibirá” en algún momento en el futuro. Quizás adopte la forma de una demostración pública de contrición y agradecimiento a Alexander Lukashenko por darle la oportunidad de regresar a Bielorrusia. Ese mismo método se utilizó para silenciar al periodista independiente Raman Pratasevich, al que secuestraron en 2021 y ahora trabaja para el régimen. Aunque la historia de Melnikova sigue rodeada de misterio, una cosa parece cierta: el régimen de Lukashenko sigue siendo muy peligroso para cualquiera que se haya opuesto abiertamente a él. La amenaza existe independientemente de dónde se encuentren estas personas y la migración no garantiza su seguridad.
La detención de Evghenia Guțul, gobernadora de Gagauzia
Moldavia se está tomando muy en serio sus elecciones parlamentarias, previstas para dentro de unos meses. Un ejemplo de ello es la detención de Evghenia Guțul el 25 de marzo en el aeropuerto de Chisinau. Guțul es gobernadora de Gagauzia, una región autónoma del sur de Moldavia, donde predominan los sentimientos prorrusos y, por lo tanto, en la que Rusia tiene una gran influencia.
Las autoridades moldavas sospechan que Guțul colabora con el oligarca fugitivo Ilon Shor, principal promotor de una operación de compra de votos que empañó las elecciones presidenciales de Moldavia del pasado otoño. Antes de eso, Guțul se benefició de la influencia y de los recursos de Shor durante su campaña electoral regional en Gagauzia y también se dejó ver en Moscú estrechando la mano del propio Putin. De hecho, al parecer escribió al presidente ruso desde la cárcel, pidiéndole que utilizara todos los medios disponibles para conseguir su liberación.
Las autoridades moldavas son conscientes de la magnitud de las operaciones de influencia rusa en su país. Hasta ahora, habían preferido no perseguir a figuras como Guțul por temor a una mayor desestabilización. Tras las elecciones presidenciales de otoño, que se celebraron paralelamente a un referéndum sobre la candidatura de Moldavia a la UE, Chisinau ha decidido actuar con dureza frente a la intromisión de Rusia. Las próximas elecciones parlamentarias dirán si esa estrategia es la correcta.
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