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En la viñeta: “¡La verdad es que ahora tengo los mejores consejeros: Witkoff, Kushner, Vance!”
“¡Y yo! ¡Dame petróleo y gas!”
El 28 de noviembre, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se reunió con el presidente ruso, Vladímir Putin, en Moscú, con el objetivo de cerrar un acuerdo sobre el suministro de gas y petróleo rusos y hablar sobre un acuerdo de paz para poner fin a la guerra en Ucrania.
Se trata del cuarto encuentro entre Orbán y el dirigente ruso desde el inicio de la invasión total en 2022, y como en el resto de ocasiones, esta breve visita ha sido muy criticada por los demás líderes europeos. Considerado por algunos un “acto hostil” hacia Europa y un intento de sabotear la paz en Ucrania, el desafío del primer ministro húngaro no solo pretende provocar a sus homólogos europeos, sino que, en realidad, se inscribe en el contexto de una disputa sobre el suministro energético del continente.
Si bien la UE acordó en octubre de 2025 acabar con las importaciones de gas ruso para finales de 2027, los Estados miembros que dependen de él se han opuesto firmemente a esta decisión. Es el caso de Hungría, que recibe actualmente el 80 % de su petróleo y gas (así como el 100 % de su combustible nuclear) de Rusia.
Más allá de la clara voluntad de garantizar el suministro energético húngaro, esta reunión expresa la voluntad de Orbán de ganar puntos entre el electorado, ahora que se acercan las elecciones legislativas de 2026 y parece que su poder está más amenazado que nunca por la oposición liberal del partido Tisza.
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