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El 4 de marzo, el aborto fue consagrado en la Constitución francesa, lo que ha convertido a Francia en el primer país del mundo en tomar esta decisión.
La votación se aprobó con una mayoría aplastante (780 de 920 parlamentarios), con la oposición de los partidos más derechistas. El texto votado y aprobado — “La ley determina las condiciones en las que se ejerce la libertad garantizada a la mujer de recurrir a la interrupción voluntaria del embarazo” — no menciona el “derecho al aborto”, que era la opción deseada por una parte del movimiento feminista, ya que esto lo haría oponible al Estado, como en el caso del derecho a la educación.
La medida se inscribe en un contexto internacional marcado tanto por la decisión tomada por el Tribunal Supremo de Estados Unidos en 2022 de abolir el derecho federal al aborto como por la lucha en algunos países europeos por el pleno derecho de las mujeres sobre su propio cuerpo. También cabe mencionar las campañas antiaborto llevadas a cabo especialmente en Internet por movimientos de extrema derecha. Aunque el aborto es legal en toda Europa, en Polonia y en Malta solo es posible recurrir a él en caso de violación o si la vida de la madre corre peligro.
Si bien esta medida es histórica, no garantiza un verdadero acceso a la interrupción voluntaria del embarazo en Francia (donde es legal desde 1975) debido a la disminución del número de clínicas de maternidad (de 1369 en 1975 a 458 en 2020) y de consultorios que ofrecen este servicio. El 17 % de las mujeres que desean recurrir al aborto inducido no pueden hacerlo en su departamento de residencia, y en algunos casos este porcentaje aumenta a un 48 %.
