Elige un idioma
Se abre un vacío inmenso en la cumbre del Fondo Monetario Internacional (FMI), en un momento crucial para el rescate de Grecia y para la estabilidad de la eurozona. Un escándalo ha acabado con un actor fundamental en las operaciones de "intervención de urgencia" en las crisis de los Estados soberanos que amenazan a la economía mundial. De hecho, la función del FMI se ha reforzado considerablemente gracias a Dominique Strauss-Kahn, también conocido por las siglas "DSK".
Actualmente, el FMI se enfrenta a una urgencia interna inédita. El desenlace final podría ser la llegada de un chino o de un brasileño, lo que afirmaría la hegemonía de los países emergentes y el fin del "derecho europeo" de nombrar al dirigente del FMI. Toda la Unión Europea pagaría muy caro la vergonzosa caída de uno de sus líderes más prometedores.
La conmoción ha sido enorme: se anula la cumbre del 15 de mayo entre "DSK" y [la canciller alemana] Angela Merkel que debía deshacer los peligrosos desacuerdos con respecto a la crisis griega; se convoca una reunión urgente del equipo directivo del FMI en Washington; se nombra al número dos, el estadounidense John Lipsky, para que ocupe la dirección provisional.
El hombre de la providencia
El lunes 16 de mayo, la delegación del FMI se presenta decapitada a la reunión del eurogrupo, que debía decidir las medidas urgentes sobre Grecia y llegar a su primer acuerdo de principio para el nombramiento de Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo (BCE). En Alemania, el ministro de Economía Wolfgang Schaeuble ha tenido que intervenir para tranquilizar a los mercados antes de su apertura, declarando que "la solución del problema griego no se ha bloqueado" y que "la detención de Dominique Strauss-Kahn no afectará a las negociaciones".
Eso se dice pronto. La gravedad de esta pérdida para la economía mundial aflora bajo las reacciones más extremas por parte de los franceses. La búsqueda de manipuladores ocultos nos da una idea de quién es este personaje extraordinario que se había convertido en "DSK", en su vida profesional, por supuesto. En 2007, hereda la dirección del FMI, que entonces parece en vías de extinción. En los seis primeros meses, mientras los mercados aún ignoran la burbuja de las subprime, Turquía paga "el último préstamo" concedido por el FMI, que vuelve a quedarse ocioso.
Todo va demasiado bien. Ningún país necesita más ayudas. Y luego, en cuestión de meses, llega el Apocalipsis: todo el mundo se hunde en una crisis financiera sin precedentes desde la Gran Depresión. "DSK" se convierte en el hombre de la providencia. Dirige con energía el FMI, que vuelve a descubrir su vocación de intervención. Se dispone a encauzar una crisis tras otra: en Pakistán, en Ucrania, en Islandia.
18 meses de apaciguamiento de tensiones
Es fundamental extinguir los incendios en la periferia de la UE, pasando por alto las envidias de Bruselas y de algunos Estados miembros. Irlanda, Portugal y Grecia se convierten en etapas regulares de las giras internacionales de "DSK". Impone un giro en el pensamiento único neoliberal al reclamar controles en los movimientos de capitales y nuevas normas para el sistema bancario.
Denuncia las desigualdades sociales y elige a un chino como número dos. Bajo los golpes de la crisis, incluso Estados Unidos llega a apreciar la presencia de un socialista francés a la cabeza del FMI, con una visión de las reformas necesarias para ocuparse de los excesos del mercado omnipotente. Con más motivo, los europeos le adulan.
Durante 18 meses, las relaciones personales que mantiene desde hace tiempo con el presidente francés Nicolas Sarkozy, el jefe del BCE Jean-Claude Trichet y el primer ministro griego Giorgos Papandreu, la credibilidad que infunde en Angela Merkel y el presidente Barack Obama, son armas de gran valor para apaciguar las tensiones que generan las soluciones para evitar el desmoronamiento de la eurozona.
Ejemplar en todos los sentidos, menos en el plano personal
De no ser por el nefasto escándalo del hotel Sofitel en Manhattan, "DSK" habría acudido este 16 de mayo a Bruselas para hacer de mediador entre Alemania, el BCE y la Comisión Europea, con el fin de decidir una nueva ayuda de 60.000 millones de euros a Grecia y conjurar una reestructuración de su deuda pública. En los mercados vuelve a reinar la desesperación: tras el riesgo de la bancarrota de Grecia, se teme la de Portugal, Irlanda y otros países.
Es un panorama conocido, pero durante un año y medio, se ha evitado lo peor. Se ha ganado tiempo, incluso "DSK" advertía de un peligro aún mayor: las terapias de choque exigidas por los Gobiernos de los [denominados] "PIGS" (Portugal, Irlanda, Grecia, España) les precipitan hacia la recesión, como el caso de Grecia, que está a punto de perder cuatro puntos del PIB.
Las deudas públicas no se reducen sobre las ruinas de un desastre social. "DSK" trabajaba para encontrar una solución socialmente viable. Los estadounidenses le calificaban con admiración de auténtico "micro-manager" para alabar la exhaustividad con la que estudiaba cada detalle de los asuntos de la crisis. "Micro-manager" ejemplar en todos los sentidos, menos en el personal.
