Jamás tantos manifestantes habían salido a las calles de Atenas desde la vuelta de la democracia, hace 36 años. Alrededor de 50.000 personas, quizás 100.000, manifestaron su ira y su rechazo a la aplicación de las medidas adoptadas por el Gobierno de Yorgos Papandreu bajo las órdenes del FMI y de la Unión Europea.
Ante el Parlamento, la gente lanzaba piedras y, por primera vez, coreaba al unísono eslóganes sobre la responsabilidad política de esta crisis. Se oían gritos de “fuera los ladrones” o “ladrones, ladrones”. Gritos dirigidos a todos los parlamentarios, una situación que no se producía desde la caída de la Junta Militar en 1974.
Sin exagerar, lamanifestación de ayerbien podría haber sido el inicio de una revolución. Faltó poco para que los manifestantes irrumpieran en el Parlamento. Lo que no sabemos es si los diputados y los ministros han comprendido la importancia del cambio político que se ha producido en las últimas 24 horas. Si no abren los ojos a tiempo, nos encaminaremos hacia una crisis política sin precedentes.
Las huelgas, las manifestaciones y las concentraciones continuarán y se irán radicalizando. Los griegos no aceptarán jamás la miseria y la pobreza impuestas por el FMI y por la UE. Papandreu debe hacer ver a sus socios europeos que la canciller alemana Angela Merkel, con sus medidas, ha llevado a Grecia a una guerra social. Y en una situación como esta, todo puede suceder.