Noticias De vuelta a España (3/3)
"El hombre avión", escultura de Juan Ripollés a la entrada del aeropuerto de Castellón.

Auge y caída de un triunfador

¿Qué está ocurriendo en España? En la última parte de su viaje, el reportero del Spiegel Juan Moreno llega al pueblo de sus padres en España, donde se da cuenta de que la crisis ha cambiado profundamente la vida de los españoles y también la de su familia.

Publicado en 10 agosto 2012 a las 11:13
"El hombre avión", escultura de Juan Ripollés a la entrada del aeropuerto de Castellón.

Llego a Castellón, una ciudad costera en el Mediterráneo, algo adormilada, con un bonito parque y unos grandes almacenes tremendamente horribles.

De niño me gustaba Castellón, el último lugar en el que nos parábamos para echar gasolina antes de llegar a nuestro pueblo. Estoy aquí porque quiero saber por qué Castellón construyó un aeropuerto del que nunca ha llegado a despegar ningún avión, un aeropuerto que ha costado 150 millones de euros en una ciudad a tan sólo 65 kilómetros de Valencia, que ya cuenta con un aeropuerto demasiado grande para la región.

Salgo de la Autopista del Mediterráneo y conduzco por la CV-10 hacia el aeropuerto de Castellón. La CV-10 es la mejor autopista por la que he conducido en mi vida. El asfalto es perfecto, las señales son nuevas y hay césped en la mediana. Tras aproximadamente media hora, me encuentro frente a una valla, discutiendo con un guarda de seguridad. El hombre saca una radio y dice: "Serra 1 a Serra 2, ¡tenemos un código 3!"

Se puede activar un código 3 simplemente preguntando al guarda de la valla si puedes echar un vistazo al aeropuerto de cerca, un aeropuerto que se construyó con dinero de los contribuyentes y se abrió oficialmente el 25 de marzo de 2011.

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Un microcosmos de toda España

Salgo del coche. Detrás de mí hay una gran escultura, situada en la carretera de acceso al aeropuerto. Un buen amigo de un político local sigue trabajando en la pieza, que es espantosa y supuestamente cuesta 300.000 euros. El guarda sigue hablando por la radio. Desde donde me encuentro, puedo ver la torre de control, algunas de las 3.000 plazas de aparcamiento y parte de la pista de 2.700 metros (8.856 pies).

"Le he dado su número de matrícula a la policía", afirma el guarda. Asiento y me digo a mí mismo que el aeropuerto de Castellón ni siquiera es el aeropuerto más inútil en España, ni tampoco el más costoso. En Ciudad Real, a 160 kilómetros de Madrid, se construyó otro aeropuerto, por un coste de 1.000 millones de euros. Ahora sirve de aeropuerto para aviones privados.

Durante años, Castellón sufrió por el hecho de que no era tan importante, rico o conocido como Valencia y Alicante, las otras dos grandes ciudades de la región. A alguien se le ocurrió la idea de cambiar esta situación construyendo 17 campos de golf. Diecisiete campos de golf de 18 hoyos, lo que se traduce en muchos golfistas y de ahí la necesidad del aeropuerto. Pero los campos de golf nunca vieron la luz.

La ciudad se comportó como un microcosmos de toda España. España no quería ser la hermana pequeña de Europa. Quería tener aeropuertos y autopistas de verdad. Atrás quedaron los días en los que la gente como mi padre llegaba a una estación de tren alemana con chaquetas demasiado finas para el tiempo que hacía. La nueva España sabía jugar al fútbol y tenía empresas como el gigante mundial de las telecomunicaciones Telefónica y chefs famosos en todo el mundo como Ferran Adrià.

Dejo al guarda donde estaba y vuelvo a la autopista. Estaré en el pueblo de mis padres en tres horas. Al tomar un pequeño desvío paso por una gran obra: se está construyendo otra línea de tren de alta velocidad. El país cuenta con más líneas de alta velocidad que Alemania o Francia.

Cada pueblo y ciudad tuvo el político que se merecía

Me pregunto cómo debe de haber sido ocupar un puesto político en los años del auge económico, un periodo de intoxicación absurda y sin medida. Muchos políticos, para que volvieran a elegirles, tenían que demostrar algo por sí mismos, realizar algún proyecto y preferiblemente construido con piedra y hormigón. Por todos lados surgían campos de fútbol, teatros, piscinas y tranvías. La economía se ha había vuelto loca, al igual que los políticos.

Pero la democracia seguía funcionando correctamente. Los españoles podrían haber preguntado de dónde salía todo el dinero, y por qué se mejoraban las carreteras o por qué los trenes eran más rápidos, mientras que a sus hijos les iba peor en el colegio. Podrían haber elegido a políticos diferentes, más sensatos. Estoy convencido de que cada pueblo, cada ciudad y cada provincia tuvo exactamente el político que se merecía.

Llego al pueblo de mis padres, Huércal-Overa, ahora una localidad de 18.000 habitantes en la provincia de Almería. La zona se conoce como el desierto de Europa, ya que es seca e insoportablemente calurosa en verano. El director alemán Bully Herbig rodó "Der Schuh des Manitu" o "El tesoro de Manitu", un remake en clave de comedia de la serie alemana de películas del Oeste en Almería. Aquí es donde acaba mi viaje.

Solíamos quedarnos en la casa de mis abuelos, a las afueras de la población. No había ni cuarto de baño ni electricidad. Eso era en la década de los ochenta. Ahora, la ciudad cuenta con un teatro público, una Plaza Mayor nueva, una piscina pública cubierta, una nueva piscina exterior, un zoo, un parque, un centro totalmente renovado y filas de casas a medio construir.

La casa de mis padres está en el extremo norte de la ciudad, una casa sencilla y bastante fea. Invirtieron todos sus ahorros en esta casa de 130 metros cuadrados (1.400 pies cuadrados). El único lujo de la casa es un sistema de aire acondicionado absurdamente descomunal en el tejado, que puede convertir fácilmente la sala de estar en un paisaje polar. Le pedí a mis padres que llamaran a algunos familiares, para que me contaran qué tal les iba en España.

Un Audi en el garaje

Mi tío Juan lleva 20 años trabajando en una explotación agrícola. Planta tomates, camina por los invernaderos con fertilizante y trabaja durante la cosecha. Es un trabajo brutal, pero delante de mí nunca le he oído quejarse. Antes del auge económico, ganaba alrededor de tres euros a la hora, y ahora, unos diez años más tarde, sigue ganando menos de cuatro euros a la hora. Conducía un coche pequeño antes de la crisis y sigue conduciéndolo ahora. Juan comenta que no ha necesitado la crisis para saber que no es parte de la Europa rica. Dice que a él le ha tocado ser pobre, porque es del sur.

La historia de mi primo Pepe es distinta. Cuando era adolescente, vendía zapatos en los mercadillos semanales y luego patatas fritas y cacahuetes. Al final se sacó el carnet de conductor de camiones y probó suerte siendo camionero independiente. Hace 150 años habría sido buscador de oro.

Entonces llegaron los años del auge, el momento perfecto para personas como Pepe, que no querían seguir siendo pobres. Primero condujo su propio camión y luego amplió el negocio a dos, tres y hasta ocho o nueve camiones. Había mucho trabajo y atraía constantemente a nuevos clientes: una fábrica de cerveza, un proveedor de recambios de coches, un almacén temporal de un mayorista.

Su mujer le regaló un Audi A6 negro por su cuarenta cumpleaños. Me invitaron a la fiesta. Lo habían logrado. Habían pagado la casa, conducían un coche alemán y su hija acababa de empezar la carrera de medicina.Pepe era una de las personas más graciosas que he conocido. Nadie sabía más chistes verdes que él.

La crisis ha cambiado el país

Pero ese Pepe ya no existe. Mi primo hoy es un hombre enfermo. Mi padre le pagó el último tratamiento en el psiquiatra. Pepe no le ha dicho a nadie de la familia a cuánto asciende su deuda, pero deben de ser millones y todos hemos llegado a la conclusión de que siempre estará endeudado. Su hija, la estudiante de medicina, ahora trabaja de cajera en un supermercado. Cuando le veo al día siguiente de mi llegada, mi padre y yo nos tomamos con él un café. Pepe sólo dice dos palabras, "hola" y al final, "adiós".

La crisis le ha cambiado y está cambiando a España. Quizás el país se está dando cuenta de que no existen atajos ni trucos para llegar a Europa. No basta simplemente con introducir una moneda fuerte, construir docenas de aeropuertos, líneas de ferrocarril, campos golf y poner un A6 en cada garaje.

No. El camino es tedioso y bien conocido. Comienza con la educación, la investigación y el fomento de las empresas. Los españoles pueden hacerlo. Esta gente, mi gente, son un pueblo estupendo, pero la crisis les ha demostrado dónde están: en el extremo de Europa, no en el centro. Se dejaron seducir por el boom inmobiliario, el dinero barato y la euforia, no porque sean malos o perezosos, sino porque son personas.

Leer De vuelta a España (1/3): "Todo gira alrededor de la crisis"

Leer De vuelta a España (2/3): "Desahuciados e hipotecados"

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