Hay varios puntos en común en todas las protestas griegas. Todas ocurren en la plaza Syntagma. El bloque comunista marcha por separado del resto de manifestantes. La mayoría son ciudadanos pacíficos, escandalizados por la austeridad y la falta de liderazgo político de uno de los peores desastres financieros de la historia.
En algún momento, grupos de anarquistas atacan a la policía con piedras y cócteles molotov. La policía responde con botes de gases lacrimógenos, decenas de ellos, para despejar la zona. Estallan pequeñas batallas, sube la tensión, reina la violencia. Se rompen escaparates, se incendian papeleras, la policía apalea a los manifestantes... A veces incluso arden edificios.
Y hay otro hecho que se repite. Un fiero anciano siempre está en plena acción: adelante, en el centro. Pero no es un líder. Es una figura prominente, claro está, pero está allí como cualquier otro. Viejo, sí, frágil, pero tan apasionado como los demás. Siempre se mete en líos.
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