La economía del conocimiento, todo un desafío. Un centro de investigación viral en Lyon, Francia. AFP

En 2020, todos ricos, seguro

Ser la región más productiva del mundo en 2010: no hay duda de que el objetivo de la Estrategia de Lisboa no se va a alcanzar. De modo que los Veintisiete han decidido darse diez años más para desarrollar un nuevo modelo de crecimiento. Pero el contexto es aún menos favorable que antes.

Publicado en 8 enero 2010 a las 15:50
La economía del conocimiento, todo un desafío. Un centro de investigación viral en Lyon, Francia. AFP

Empleo extendido al 70% de la población activa, inversiones en investigación incrementadas al 3% del PIB, 3% de crecimiento económico anual: tales eran los grandes objetivos de la Estrategia de Lisboa planteada en el año 2000. Con diez años de plazo para alcanzarlos.Cumplido el plazo, el desafío europeo va a saldarse con un fracaso. No hay ni rastro de la economía del conocimiento que debería haberse convertido en 2010 en “la más dinámica y competitiva del mundo”. En diez años, el empleo ha crecido algo menos de 4 puntos, para detenerse por debajo de una media del 66%. Las inversiones en investigación y desarrollo se sitúan un poco por encima de la mitad de las previstas, aún lejos de los principales competidores mundiales. Arrastrada por la crisis, la tasa de crecimiento ha bajado a una media del 0,8%, con consecuencias devastadoras para las tasas de paro, que se habían reducido –de 12 a 7 desde el 2000– pero que la recesión pronto situará nuevamente cerca del 10%.

¿Qué hacer? De poco sirve flagelarse. La época del optimismo, que al principio de este siglo se alimentaba de éxitos sin precedentes, como el nacimiento del mercado único y del euro, está finiquitada. Hoy se camina bajo el signo del realismo. El mundo ha cambiado, la globalización avanza. Peor aún, para sorpresa de todos ha sido China la que se ha llevado el premio que perseguía Europa, que sin embargo no abandona la carrera.El nuevo tótem no tiene nombre propio, ya no es el de la capital portuguesa. Esta vez es un número: 2020, en espera de que pueda rivalizar con “1992”, el lema del mercado único. Tras el fracaso del primer plan decenal, el proyecto consiste en elaborar uno nuevo. Las consultas entre los Veintisiete comenzaron en noviembre y terminarán a mediados de enero [con una cumbre que se celebrará el 11 de enero]. Posteriormente, el 11 de febrero se celebrará en Bruselas una cumbre informal entre los dirigentes europeos para estudiar un primer esbozo de las propuestas de la Comisión. Después de eso, la cumbre de marzo fijará un programa concreto que será sometido a los ministros de Economía. El Consejo Europeo deberá dar en junio el imprimátur final.

Un error a evitar

No será ninguna revolución: más bien una puesta al día y una nueva reorganización de los objetivos a alcanzar, en búsqueda “de nuevas fuentes de crecimiento capaces de crear los empleos perdidos con la crisis” en el seno de la UE, así como los medios de sacar partido de la globalización y de la interdependencia entre los Estados en el plano exterior. Todo ello en un contexto claramente más duro que en 2000, pues los márgenes presupuestarios son hoy más estrechos y los problemas sociales se agravan a medida que la población europea aumenta. En este marco, y de acuerdo con un primer documento de la UE, las prioridades serán tres: el conocimiento, es decir, la educación, la investigación y la economía numérica, para alimentar un crecimiento basado en las innovaciones de alto valor añadido; la flexiseguridad, el espíritu emprendedor y la formación permanente para estimular la creatividad y el equilibrio social; una economía más competitiva, más verde y más integrada para aumentar la productividad y la eficacia a todos los niveles, desde la energía hasta los transportes. A esto se sumará una mejora cualitativa del gasto público.

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El fracaso de Lisboa se debió a un error de método: los objetivos eran correctos, pero no vinculantes. Dependían de la buena voluntad de los gobiernos. ¿Evitará la nueva estrategia “UE2020” caer en el mismo error? Son muchas las personas que no confían en que así sea. Hay demasiados nacionalismos en Europa. Si finalmente tienen razón, poco importa si el proyecto es novedoso o anticuado, pues se arriesga a quedarse nuevamente en mucho ruido y pocas nueces, o al menos no suficientes.

OPINIÓN

Un plan maestro poco realista

“Un presidente de la UE sin poder verdadero”, así es como el diario de Varsovia, Dziennik Gazeta Prawna, contempla el ambicioso programa de reformas que el presidente de la UE, Herman Van Rompuy, presentará en la cumbre de la Unión Europea que se celebrará el 11 de febrero. Se reclaman cambios sustanciales en el sistema educativo, la reducción de las garantías de seguridad en el empleo, así como la promoción de las tecnologías respetuosas con el medio ambiente. El fracaso de “Europa 2020” supondría el fin del modelo social europeo, argumenta Van Rompuy. ¿Cómo puede impedirse? En primer lugar, adoptando una única política económica en los asuntos de carácter económico y, en segundo lugar, haciendo que los estados miembros se responsabilicen de sus éxitos y fracasos en la aplicación del programa. “La crisis ha conseguido que los líderes de la UE tomen conciencia de que se encuentran todos en el mismo barco, de modo que si Grecia se va a pique, toda la eurozona irá tras ella”, afirma Ann Mettler, Directora Ejecutiva del Consejo Europeo de Lisboa.

No obstante, los estados miembros son escépticos. “Nadie aceptará el establecimiento de multas por la mala aplicación del programa de Van Rompuy”, sostiene Mikołaj Dowgielewicz, ministro de Asuntos Europeos, que mantiene asimismo que tampoco cree posible establecer un gobierno económico en la UE. “Las competencias de la Comisión Europea y el Banco Central Europeo están perfectamente definidas, por lo que cualquier modificación resulta poco realista”, señala Dowgielewicz. Los políticos de los 27 estados miembros expresan objeciones similares, lo que prácticamente descarta el éxito del plan de Van Rompuy. “Será la primera prueba de que los líderes de la UE no cuentan realmente con su presidente”, concluye el diario polaco.

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