Crisis belga, fracturas europeas

Las divisiones que amenazan la integridad de Bélgica, el corazón de Europa, tienen repercusiones sobre la estabilidad de la Unión y sobre su imagen en el exterior. Sin embargo, el politólogo Dominique Moïsi estima que ambos se necesitan mutuamente para existir.

Publicado en 14 septiembre 2010 a las 14:53

En un momento en que flamencos y valones hablan de crear fronteras, o más bien muros, entre ellos, y que ciertos grupos son expulsados del territorio francés en avión, ¿cuál es la imagen que da Europa al mundo?

¿Debemos considerar la crisis política, identitaria y ante todo moral que vive Bélgica como una nueva “historia belga”, una excepción tragicómica y en último término secundaria, o refleja más bien una crisis europea más general y más grave de la que el reino de Bélgica sería la expresión más extrema?

El estatuto particular de Washington DC en Estados Unidos tiene sentido en el marco del sistema federal americano. Pero ¿puede Bruselas seguir siendo la capital de la Unión si deja de ser la capital de un Estado miembro de la Unión?

En Italia se acostumbra a decir que en ciento cincuenta años de historia la nación italiana todavía no ha logrado dotarse de un Estado digno de este nombre. En el caso de Bélgica, ¿no podría ser el Estado, creado en 1830 por voluntad de una élite valona con el apoyo de la Francia de Luis Felipe, el que ha fracasado en su intento de crear una nación, a pesar de la estabilidad de la monarquía, del imperio colonial… y del fútbol?

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Los belgas como los iraquíes

“Entre flamencos y valones hay tantos parecidos como entre los esquimales y los musulmanes…” Cuando uno escucha hoy en la televisión francesa ciertos comentarios extremos de flamencos y ahora también de valones sobre la unidad de la nación belga, no puede dejar de preguntarse qué ha sido de la identidad europea, y qué se puede hacer aún para salvar a Bélgica. Los belgas y los iraquíes están unidos a partir de ahora por una misma incapacidad de formar un gobierno de unidad nacional después de muchos meses. La situación es ciertamente más desesperada en Irak, a causa de la violencia, pero ¿no podría ser en realidad más grave en Bélgica, en términos de identidad nacional? La nación es un referéndum que se celebra cada día, decía Ernest Renan. Si, día tras día, el resultado del referéndum es negativo, el divorcio se convierte en inevitable.

Ya ha pasado el momento de examinar las bien conocidas causas de la situación presente. La arrogancia irresponsable de unos, la humillación de otros, la inversión de complejos de superioridad e inferioridad entre las dos comunidades, la complejidad del problema de Bruselas, la “traición” de ciertos políticos que, carentes del suficiente sentido de Estado, son incapaces de “resucitar” la nación… Ya todo está dicho. Y si los habitantes dejan de definirse a sí mismos como belgas, Bélgica está muerta.

La crisis belga y la crisis europea se refuerzan mutuamente en una dialéctica negativa que lleva al bloqueo. En realidad, Europa necesita tanto a Bélgica como Bélgica a Europa. ¿Es la depresión europea la que ha afectado a Bélgica, o la implosión belga la que amenaza a la Unión Europea? ¿Son las ondas negativas de Bruselas que irradian sobre Europa? La eventual creación de una república de Flandes y una república de Valonia sería todo un espaldarazo para Cataluña y Escocia…

Bruselas, una Babel arquitectónica

El universo mental y político se refleja en el plano arquitectónico. El gran arquitecto francés Christian de Portzamparc ha recibido el encargo de recrear alrededor de la rue de la Loi de Bruselas un nuevo barrio que exprese la confianza y la esperanza de Europa en su futuro y sus instituciones. La misión parece haberse convertido en imposible hoy.

Cada país ejerce presiones para tener su propio barrio y su propia arquitectura. No es Europa la que se proyecta hacia el futuro con un proyecto ambicioso y unitario, sino las naciones europeas, que celebran su pasado en el seno de una metrópolis que se pregunta si le queda aún algún futuro. ¿No se corre el riesgo de crear en el plano arquitectónico el equivalente contemporáneo de la torre de Babel?

En términos de imagen y de realidad, la disposición o la resignación al divorcio de Bélgica es desastroso para Europa. La Europa menguada de hoy en día no es capaz ya de transmitir a los belgas el deseo y el gusto de vivir juntos. Pero los flamencos y los valones, sea cual sea el futuro que les espera mañana, seguirán siendo europeos, es decir, ciudadanos abiertos y respetuosos con los demás. Si todavía existen los belgas, es preciso que encuentren pronto el modo de entenderse, tanto por el bien de Bélgica como por el de Europa.

Perspectiva desde Praga

Suspenso a la presidencia

"Suspenso para la presidencia y euroignorancia": así resume Respektel fracaso de la presidencia belga de la Unión, relacionada con la dimisión del puesto de "preformador" gubernamental del líder socialista francófono Elio di Rupo. "Es evidente que ha acabado la función política y diplomática de la presidencia, así como su prestigio", destaca el semanario checo, que también recuerda el fracaso de la presidencia checa (de enero a junio de 2009), durante la cual el gobierno de Praga dimitió, víctima de un giro en las alianzas. "La presidencia [de la UE] sólo tienen una función representativa", señala la revista, según la cual, las nuevas funciones del "presidente del Consejo de la Unión" y del "ministro de Asuntos Exteriores", creados por el Tratado de Lisboa, no interesan a los titulares de prensa más serios, como los del Financial Times o los del Frankfurter Allgemeine Zeitung. Por ello, resume Respekt, "no asistimos a la victoria de los euroescépticos, sino a la de la euroignorancia".

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