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Ashton ha perdido el barco

El 16 de febrero, Catherine Ashton anunció la concesión de una ayuda de 258 millones de euros a Túnez de aquí al 2013. Para el diario Libération, ha habido que esperar la llegada de una patera tunecina a las costas de Lampedusa para que la UE acuerde por fin otorgar su apoyo activo a la revolución tunecina.

Publicado en 17 febrero 2011 a las 15:28

¿Acaso quiere hacer olvidar Catherine Ashton la ausencia de Europa desde el inicio de las revoluciones árabes? La “ministra de Asuntos Exteriores” de la Unión estuvo el 16 de febrero en Túnez para anunciar la concesión de una ayuda europea constante y sonante (17 millones de euros inmediatamente y otros 258 millones de aquí al 2013), y al llegar a El Cairo el 22 de febrero se convertirá en el primer responsable extranjero en efectuar un viaje a este país desde la caída del presidente egipcio. El Líbano, Israel, los territorios ocupados, e incluso Jordania, recibirán también su visita.

Se trata de un activismo tardío puesto que la Unión se había contentado hasta ahora con levantar acta de la caída de las dictaduras “amigas”, incapaz de tomar la más mínima iniciativa. No obstante, Europa considera a los países del perímetro mediterráneo como su patio trasero, un lugar privilegiado donde ejercer su flamante nueva política extranjera común. Algo que de momento se ha revelado un fracaso. La baronesa Ashton, quien con todo dispone de un servicio diplomático por fin constituido, no se ha atrevido a actuar sola, por temor a disgustar a los Estados miembros. Por ejemplo, Ashton habría podido designar a un enviado especial en Túnez o en Egipto a fin de sopesar el curso de los acontecimientos.

Indecisión de Ashton, reflejo de las indecisiones nacionales

Y acto seguido los Veintisiete habrían podido llegar a un acuerdo sobre lo que convenía hacer. Ahora bien, la indecisión de Ashton es el exacto reflejo de las indecisiones nacionales, a semejanza de Michèle Alliot-Marie que actúa sempiternamente a destiempo. “Ashton ha escogido ser la secretaria general de los Veintisiete”, lamenta Daniel Cohn-Bendit, el copresidente del grupo de los Verdes en el Parlamento europeo, una de las voces más críticas respecto a los errores de la Unión. “La política extranjera europea no puede ser la suma de las diplomacias nacionales, porque en tal caso es el menor denominador común”. Pero los Estados, sobre todo los grandes, no desean conceder la más mínima autonomía a Lady Ashton, como se quejó, el martes, José Manuel Durão Barroso, el presidente de la Comisión, ante los eurodiputados.

El Parlamento europeo no es más brillante que los Estados miembros: “Frente a este tsunami democrático, equivalente a la caída del muro de Berlín, el Parlamento se ha quedado sin voz”, subraya Cohn-Bendit. De esta manera, los socialistas europeos han unido sus voces a las de la derecha del PPE para bloquear, el 18 de enero, el voto de una resolución sobre Túnez esperando que la situación se estabilice.

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El miedo a las pateras provoca la reacción

Sólo el miedo a la presión migratoria, encarnado por la llegada de 5.000 tunecinos en pateras a las costas italianas, parecer sacar a los europeos de su apatía. Ayer, Cecilia Malmström, comisaria de Asuntos Interiores, vino a explicar a los diputados reunidos en Estrasburgo que la Unión iba a movilizar sus medios para ayudar a Italia con el objeto de impedir que los inmigrantes llegaran en masa a Europa. “De hecho, se comprende la ausencia de entusiasmo de la Unión frente a las revoluciones árabes, dado que toda su política de inmigración se apoya sobre la colaboración que le aportan las dictaduras del sur del Mediterráneo”, denuncia la alemana Franziska Brantner, eurodiputada verde.

Si estos regímenes se hunden, será una catástrofe para Europa”. Por ello, el Parlamento europeo ha dado luz verde, el pasado mes, a la negociación de un acuerdo de asociación con la Libia del coronel Gadhafi a cambio de su colaboración en la lucha contra la inmigración clandestina. Un país que a su vez acaba de entrar en ebullición.

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