A veces es difícil ser el primero de la clase. Alemania, miembro fundador, el país más poblado y principal potencia económica de la Unión Europea, se encuentra en el cruce de las Europas del Norte, del Sur, del Este y del Oeste. Gracias a la crisis económica y los temores sobre el futuro del euro, se ha convertido además en el pilar de la UE, sin el que nada se decide, sin cuyo dinero ningún país puede recibir ayuda.
Y sin embargo, cada vez se extiende más la idea de que Alemania tiene un problema con Europa. Se le reprocha su falta de solidaridad hacia los países con dificultades, sus vacilaciones, su voluntad de imponer a los demás el modelo de rigor que por lo visto le ha funcionado tan bien.
Una mujer cristaliza gran parte de estos reproches: la canciller Angela Merkel. Una fuerza a menudo demasiado tranquila, indecisa pero inflexible, dominante pero limitada por un complejo sistema político, simboliza lo que Alemania es actualmente en Europa. Sin olvidar su ambiguo vínculo con el presidente francés Nicolas Sarkozy, que encarna el estado de una relación necesaria para Europa, pero más suficiente.
Aunque el reproche que se le hace a menudo a Alemania de querer dominar nos remite a una visión de la historia actualmente obsoleta, los artículos recopilados en este especial explican por qué es el país líder a veces reticente de una Europa donde el idealismo ha dejado paso al pragmatismo.