¿Y ahora qué?

Publicado en 9 diciembre 2011 a las 15:31

Una de las constantes de esta crisis de la zona euro es que nunca se sabe si las cumbres de la última oportunidad van a conseguir salvar de una vez por todas a la moneda única. Ésta del mes de diciembre no es una excepción.

Angela Merkel y Nicolas Sarkozy han conseguido que sus socios aprueben que la disciplina presupuestaria quede consignada por escrito en el ámbito europeo. Pero la tímida reacción de los mercados financieros el día después del Consejo Europeo puede ser un indicador que demuestre que todavía no se ha puesto punto final a todo esto.

El acuerdoque se ha alcanzado, que excluye los eurobonos que pedían muchos de los actores financieros, también excluye otorgar una licencia bancaria al Mecanismo Europeo de Estabilidad que se establecerá en junio de 2012. Esto hubiese permitido que el fondo de rescate recibiese dinero del Banco Central Europeo, garantizando así que la zona euro tendría recursos ilimitados a la hora de acudir en auxilio de los países en dificultad.

Alemania todavía rechaza esta opción, porque teme la inflación y que el Banco Central Europeo se vea sometido a los imperativos políticos. Pero este rechazo priva a la zona euro del “bazuca” que haría entrar en razón a los mercados, al demostrarles que la UE está en disposición de hacer frente a cualquier circunstancia.

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Con la reforma de los tratados europeos que ya se ha acordado, la Unión gana algo de tiempo, y deberíamos poder seguir utilizando nuestros euros a comienzos de 2012, en contra de lo que algunos se empeñaban en profetizar en estas últimas semanas. Es un resultado nada desdeñable, aunque, tengamos la opinión que tengamos sobre los mercados, las agencias de calificación y los especuladores que atacan las economías europeas, nos queda esperar ver si les satisface la decisión adoptada por los Veintisiete. Porque el precio a pagar es muy caro: la institucionalización de una Europa a varias velocidades, junto a la pregunta ya claramente planteada de cuál es el futuro de Reino Unido dentro de la UE.

Aún cuando haga falta abordar las soluciones de estos problemas políticos de gran calado, dos gestos harían que pagar este precio sea mucho más aceptable. El primero, que Alemania, una vez que ya ha obtenido la disciplina que pedía al resto, se abra de miras ante la idea de que la estabilidad monetaria puede ser compatible con una cierta forma de solidaridad – los eurobonos o un apoyo más claro por parte del BCE a los países más frágiles. El segundo, que los Gobiernos europeos tomen conciencia de que deben abandonar la lógica de la austeridad y poner en marcha una verdadera política de crecimiento en el ámbito de la Unión. Y ya cuentan con un instrumento para ello, la Estrategia 2020, que no pide sino que finalmente se la tome en serio.

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