Parecía haber un largo camino para llegar a un resultado positivo. El 13 de diciembre, la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático de 2023, o COP28, concluyó en Dubái. Las negociaciones, que duraron dos semanas, dieron lugar a un acuerdo final que algunos califican desde ahora como “histórico”. Si bien el texto final – cuya primera versión había sido rechazada el 11 por los países participantes – no menciona el abandono de los combustibles fósiles, como numerosos países lo deseaban, sí hace un llamado a una “transición hacia el abandono de los combustibles fósiles [...] acelerando la acción en esta década crucial, con el fin de alcanzar la neutralidad de carbono para 2050”.
La reunión de las Naciones Unidas comenzó con malos auspicios. La decisión de celebrar la cumbre anual sobre el clima bajo los auspicios de uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo y de confiar la presidencia a Sultan Ahmed Al-Jaber, ministro emiratí y director general del grupo petrolero Abu Dhabi National Oil Company (ADNOC), ya había generado controversia.
Entre el número récord de grupos de presión acreditados del sector de los combustibles fósiles, los comentarios dudosos de Al-Jaber sobre la necesidad de eliminar esos mismos combustibles y un texto final con un lenguaje demasiado laxo, la victoria obtenida al final de esta COP28 deja un sabor amargo.