Cumbre borrascosa de la UE

Salvar al euro: una vez más, la cumbre europea que se celebra el 16 y el 17 de diciembre debe decidir sobre los medios para detener la crisis. Pero en Bruselas, los responsables y los observadores no parecen saber muy bien a dónde van.

Publicado en 16 diciembre 2010 a las 14:41

La crisis ha puesto a Europa en un estado particular. Si hubiese que definir la Unión hoy con una palabra, esa sería “descuartizada”. Unos países quieren salvar a sus compañeros sobreendeudados cueste lo que cueste y otros se niegan rotundamente a hacerlo. Unos quieren mantener el euro, otros volver a las monedas nacionales. En un año todo ha cambiado.

Los altos diplomáticos polacos que ejercen en Bruselas hacen honor a su función cuando se les pregunta, cerveza en mano al final del día, si sus compatriotas todavía quieren la moneda única.

A la mayoría se les escapa un suspiro: “Ay; el euro”. El mismo que está en crisis. Y aún así, eso no haría cambiar la voluntad de Varsovia de trocar sus zlotys por la moneda europea. Pero ¿cuándo? Esa sigue siendo una pregunta abierta. Provoca un guiño diplomático. Antes de ello es necesario ver si los planes rescate son suficientes y si los países consiguen devolver su montaña de deuda. Desde luego, estas últimas semanas nos sentimos más bien aliviados de no ser miembros de la zona euro, pero es comprensible, ¿no?

Las propuestas franco-alemanas ya no convencen

Respecto al euro los polacos se sienten de la misma manera que se sienten varios jefes de gobierno europeos de cara a las propuestas alemanas para salir de la crisis: están divididos. Entre el rechazo total y el apoyo absoluto, la mayor parte de los Estados miembros vacilan, explica un alto diplomático de un pequeño país. Sí, los alemanes a menudo tienen razón en el tema. Pero no queremos estar siempre pegados a las faldas de Berlín. Ni a las de París, por cierto. “Hemos perdido el gusto por las propuestas franco-alemanas”, confirma un alto diplomático de un gran país.

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Los titubeos de los jefes de gobierno no hacen más que aumentar esta ambivalencia. Nicolas Sarkozy todavía quería convencer a sus compañeros de pedir prestados varios miles de millones de euros antes de finales de año. Este dinero debía generar un “choque de crecimiento” y propulsar a Europa fuera de la crisis. Poco tiempo y dos paquetes de rescate más tarde, el emprendedor francés parece no ser más que la sombra de Angela Merkel.

Entre los nuevos indecisos está actualmente el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker. Éste ha intentado con innumerables intervenciones convencer a sus compañeros de financiar una parte de las deudas mediante préstamos comunes, pero sin mucho éxito. Tras el rechazo alto y claro de París y Berlín, los préstamos comunes no están en el orden del día de la cumbre europea.

Mediante estas declaraciones, el guardián designado del euro no hace más que aumentar la angustia en torno a la moneda única. Además exaspera a algunos de sus camaradas que dan a entender de dónde vendría la idea de los préstamos comunes. Estos últimos explican que en la fábrica de ideas de Bruselas y de la Comisión Europea se encuentran funcionarios y economistas comprometidos que buscan llevar a los países europeos a una unión todavía más estrecha.

Algo raro en el comportamiento de los jefes de Estado

Buena parte de ellos proceden de los países fundadores de Europa. Ahora querrían definir normas económicas y sociales comunes. Sin embargo, el repliegue nacional que observamos en numerosos países va en contra de su proyecto. Por ello los comisarios europeos se abstienen de hablar de ello de forma oficial.

Para comprender que las dilaciones de los políticos no ayudan en absoluto a arreglar esta crisis, basta con ver la reacción de las Bolsas y de los responsables financieros. A estos últimos no les interesa demasiado la agitación de Bruselas y siguen apostando en contra del euro. Justo antes de la cumbre europea, las agencias de calificación de riesgo amenazaron con rebajar la nota de otros países profundamente endeudados (España y Bélgica).

En consecuencia, los jefes de Estado y de gobierno tienden a hacer pasar sus reuniones por simples conferencias de trabajo. En Berlín se habla de una “cumbre totalmente normal”. Sin embargo, su comportamiento tiene algunas cosas raras. Incluso se ha anunciado la presencia del jefe del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet. Esto sí que no es habitual. Ya acudió a la cumbre extraordinaria del pasado mayo a propósito de la crisis griega. Y dos días después, la Unión Europea adoptó un plan de estabilización de 750.000 millones de euros.

Consejo Europeo

¿Eurobonos o simple revisión del Tratado de Lisboa?

El Consejo Europeo de los días 16 y 17 de diciembre “corre el riesgo de convertirse en el consejo de la discordia”, escribe Libération, que constata que los eurobonos dividen en dos a la UE. Están, “por un lado, los que han dicho no al proyecto de los eurobonos (Alemania y Francia a la cabeza) y, por otro, Luxemburgo, Italia, Bélgica, España, Portugal o Grecia”.

Con los eurobonos, explica el diario, “la Unión emitiría, a su nombre, títulos de deuda pública, tal y como viene haciendo en la actualidad el Tesoro americano. Un medio que, según los promotores, permitiría llevar a cabo la sustitución de un Estado incapaz de financiar su presupuesto en los mercados con tasas de interés aceptables, como ha sido el caso de Grecia e Irlanda. La Agencia Europea de Deuda, propuesta por Juncker y el ministro italiano de Finanzas (Giulio Tremonti), tendría como objetivo emitir eurobonos al 40% del PIB de la UE (11.970 millones de euros)”.

Pero, tal y como recuerda Les Échos, oficialmente el Consejo no debería abordar otro asunto que no sea “la revisión del Tratado de Lisboa, solicitada inicialmente por Alemania, que pondrá en marcha la creación de un mecanismo permanente de estabilidad financiera en la zona euro”. El periódico señala que “ningún Estado se opone ya a la revisión del Tratado, a condición de que ésta sea mínima, pues han comprendido que se trata de dar a la canciller alemana, Angela Merkel, la base jurídica que le permitirá justificar la participación alemana en el apoyo a la zona euro ante su muy puntilloso Tribunal Constitucional”.

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