En Copenhague, Europa tiene una cita con la historia. A lo largo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el clima, que tendrá lugar del 7 al 18 de diciembre, las miradas se fijarán sin duda en la UE. Barack Obama realizará una parada en la capital danesa, pero anuncia ambiciones más modestas que las que corresponderían a su función de jefe del Estado más contaminante. Y de todos modos, Estados Unidos no ha ratificado el Protocolo de Kioto sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por su parte, Europa ha anunciadoque está lista para realizar su parte de esfuerzos con el fin de alcanzar los objetivos que se fijarán, incluidos los relativos a las ayudas para que los países menos pudientes puedan reducir sus emisiones sin renunciar al desarrollo.
Hasta ahora, los resultados de la UE en términos de reducción de las emisiones son loables, aunque los haya logrado en parte mediante artimañas y si algunos países, con Italia y España a la cabeza, aún se muestren renqueantes. Por ello ahora tiene la ocasión y el deber de dar ejemplo, tanto en la negociación como en los compromisos que deben firmarse. El clima y el medio ambiente son de los pocos asuntos sobre los que los europeos consiguen llegar a un acuerdo, pueden hacerse escuchar y por lo tanto, tienen el deber de actuar. Y más ahora que las opiniones públicas han aceptado desde hace tiempo los sacrificios que exige lo que está en juego, así como los cambios en el modo de vida, incluso el coste (sobre todo los impuestos) que conlleva. G.P.A.