Edouard Gaudot es historiador y politólogo. Docente, consultor y escritor, ha trabajado en el Colegio de Europa en Natolin (Polonia) y en el Parlamento Europeo siendo, además, cofundador de la revista Green European Journal. Su última obra es Les 7 Piliers de la Cité (Plon, 2022).
Voxeurop: ¿Cómo se puede explicar el decepcionante resultado de los partidos ecologistas en muchos países europeos, especialmente en Francia, Alemania y Bélgica?
Edouard Gaudot: Si miras el mapa de Europa y a los ecologistas, te encontrarás de hecho con excelentes sorpresas. Hay ecologistas que han sido elegidos en lugares en los que no estaban presentes o estaban muy débilmente establecidos. Este es el caso de Croacia, Eslovenia y Rumanía. Ciertamente son países pequeños, por lo que no es tan significativo como [el fracaso de los Verdes] en los países grandes, lo que tiene enormes repercusiones para el grupo en el Parlamento Europeo.
Los resultados son malos en dos países grandes donde fueron buenos en las elecciones precedentes. Pero los ecologistas están en el poder en Alemania y Bélgica. Cuando se es el responsable, siempre se paga el precio de las decisiones que uno toma, cualesquiera que sean el gobierno, el color político y las circunstancias. Y lo paga aún más cuando está inmerso en elecciones en las que el alcance de la falta de poder es menor. En Alemania, en especial, la coalición gobernante está muy desacreditada, debido a su impotencia y a las contradicciones que la han impulsado desde el principio. En Bélgica ocurre algo parecido: es una volatilización total, una incapacidad para asumir el poder.
Los Verdes también están pagando un alto precio por su rechazo a las políticas ambientales y de transformación que se han implementado durante los últimos cinco años. Y esto por dos razones: la primera es que se trata de políticas que no siempre han sido pensadas más allá de su realidad técnica y cuyo aspecto social ha sido olvidado. Se ha creado un fondo para apoyar a los mineros que van a perder su trabajo en Polonia o Rumanía, pero no para apoyar a todas estas personas que se encontrarán con sus vehículos de motor térmico declarados obsoletos y fuera de uso, aunque representen para ellos un capital importante y, a veces, una herramienta de trabajo absolutamente indispensable. Esto genera tanto costes como angustia respecto al futuro.