Las estadísticas lo confirman. Según un informe del Eurobarómetro, publicado a finales de 2009, el 54% de los europeos piensa que lo peor de la crisis está todavía por llegar, como se recoge en La Vanguardia, en un artículo firmado porBeatriz Navarroy Anxo Lugilde. Pero no solamente se trata de eso. Los europeos no son optimistas cuando piensan en su futuro, situación que contrasta con el relativo optimismo con el que se encaran los días venideros desde los Estados Unidos. Roger Iddle, del think-tank Policy Network, afirma que en este punto los británicos comparten un punto de vista con los demás europeos. Para Fernando Vallespín, profesor de ciencia política, "Europa ya no cree en la idea de progreso". Por el contrario, en los Estados Unidos se "tiene la conciencia de que el futuro se puede ganar". Europa siempre habría sido "más pesimista", a lo que se añade ahora "el desasosiego generado por la parada del proceso de de integración europea".
Análisis
Una Europa demasiado "vieja"
También en La Vanguardia, Carles Castro afirma que el término ''vieja Europa'' empleado por el antiguo secretario de Defensa americano Donald Rumsfeld "es, sobre todo, una realidad demográfica que afecta inexorablemente al estado anímico de todo un continente". Europa "padece inevitablemente los síntomas de ese tránsito siempre complicado hacia la fragilidad". Y El europesimismo no sería más que "un anticipo de esa crisis de la madurez que ha llevado a los europeos a atormentarse fatigosamente con las eternas preguntas: quiénes somos, adónde vamos..'' Crisis económica aparte, hay dos cambios más que son causa de nuestra incertidumbre respecto al futuro, escribe Carles Castro. Por un lado " la constatación de que el sólido Estado del bienestar-con las pensiones como principal emblema de la protección social- empieza a tambalearse.'' Otro factor de conflicto se deriva del hecho de que " la Europa de piel blanca de la primera mitad del siglo XX es ya sólo un pálido recuerdo; el continente se ha llenado de millones de personas procedentes de otros mundos", y ,"la promesa de la integración" se ''se ha convertido en una peligrosa bomba social de relojería'' en algunos países europeos. Tajante, Carles Castro estima que ''el cóctel no puede ser más explosivo''.