En los cinco años transcurridos desde las últimas elecciones europeas, los países de la UE han sufrido tres conmociones sucesivas y estrechamente relacionadas entre sí: la pandemia del covid-19, la crisis energética, y la invasión rusa de Ucrania, que se convirtió en una guerra a plena escala en el corazón de Europa.
Estas tres conmociones provocaron respuestas colectivas de la UE a una escala sin precedentes. Sea cual sea su eficacia, estas respuestas dieron una gran visibilidad a las políticas europeas comunes a ojos de los ciudadanos, aunque con enormes variaciones de un país a otro y no siempre con impacto positivo.
Las vacunas contra el covid-19; el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia; el endeudamiento europeo común; los pedidos conjuntos de GNL; los subsidios a la electricidad y el armamento de Ucrania contra Rusia, todo ello se podría ver como signos de una dramática tendencia a "más Europa" en las vidas de 450 millones de europeos.
Pero este “más Europa” ha provocado, a su vez, nuevas crisis y, sobre todo, ha revelado contradicciones fundamentales en la organización institucional de la UE. En particular, ninguna de las respuestas sin precedentes de la UE a las tres grandes conmociones habría sido posible sin activar la "cláusula de escape general" del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, la válvula de seguridad que permitió aflojar la "camisa de fuerza" fiscal de la UE durante cuatro años.
Dado este contexto, se podría esperar que la mayoría de los ciudadanos europeos, y los griegos entre ellos, votarán en las elecciones europeas de junio sobre la base de consideraciones puramente europeas. Pero una vez más esto no va a suceder, al menos en Grecia. Los partidos que compiten por los votos de unos 9 millones de griegos (o de la mitad de ellos que serán quienes previsiblemente votarán) pueden añadir unos pocos toques de política europea a su retóri…