Elżbieta Korolczuc es socióloga y trabaja en la Universidad Södertörn, Estocolmo, e imparte clases en el Centro de Estudios Americanos de la Universidad de Varsovia. Su investigación se centra en cuestiones de género, movimientos sociales y sociedad civil (incluyendo movimientos antigénero y populistas).
Es autora de numerosos libros y artículos académicos, incluyendo Anti-Gender Politics in the Populist Moment [Políticas antigénero en un momento populista](con Agnieszka Graff, Routledge, 2021).
Voxeurop: los debates en torno al género, el feminismo y la salud sexual y reproductiva desempeñan un papel crucial en la política y la sociedad actuales. ¿Qué está sucediendo y cómo ve usted la evolución de las cosas en Europa?
Elżbieta Korolczuk: Sí, sí que lo desempeñan. Y esto se debe al menos a tres tendencias.
La primera tendencia es la fuerza que están adquiriendo los partidos populistas de derechas y que frecuentemente forman coaliciones con los movimientos antigénero. Agnieszka Graff y yo describimos esto como una “sinergia oportunista” en nuestro libro Anti-Gender Politics in a Populist Moment.
Los partidos populistas de derechas no suelen tener un proyecto ideológico muy fuerte. Abordan las cuestiones en torno al género, la sexualidad y la reproducción a fin de sembrar el miedo y profundizar la polarización, movilizar al electorado y crear una profunda división entre el “nosotros” y el “ellos”.
La segunda tendencia es la que denominamos como narrativa “feminacionalista”, que podemos ver en Suecia, Alemania y en muchos otros países. En muchos países europeos la cuestión de género se ha entrelazado mucho con la cuestión racial y migratoria. Los partidos de derechas hacen referencia a la igualdad de género de tal manera que conforman sus posiciones racistas e islamófobas de una manera que no es abiertamente racista o islamófoba. El mensaje es: “¡No somos racistas, solamente queremos proteger a nuestras mujeres de la violencia sexual de hombres de tez oscura procedentes de África y Oriente Medio!”.
Estos partidos de derechas dicen que quieren proteger a “sus” mujeres del peligro de ser violadas por invasores y están creando una división muy acusada entre la Europa blanca con igualdad de género y los inmigrantes de África y Oriente Medio, quienes supuestamente son unos bárbaros y una temible amenaza para las mujeres y la comunidad LGBTQ. Esto sirve de ayuda a los partidos de derechas para ganarse al electorado, movilizar a las personas mediante la profundización de las divisiones sociales y la propagación de pánico social y miedos injustificados.
El tercer elemento se refiere a los cambios en el panorama político partidista a escala mundial. Pippa Norris y Ronald Inglehart han publicado un libro titulado Cultural Backlash que muestra cómo la división habitual entre derecha e izquierda ya no se aplica a la política partidista, debido a una serie de cuestiones, como que la economía ya no está tan claramente construida como un proyecto de derechas o un proyecto de izquierdas. Así, las cuestiones culturales se convierten en la división política más importante. Varios estudios que analizaron a los votantes alemanes demostraron, por ejemplo, que los temores sobre el orden de los géneros –el declive de la masculinidad tradicional y del binarismo de género– son mucho más frecuentes entre los votantes de AfD (extrema derecha), tanto si son hombres como si son mujeres. De manera similar, en Polonia, los jóvenes que votan a la derecha radical tienen mucho más miedo a la "ideología de género" que el resto de la población.
Estas tres tendencias facilitan el que las cuestiones de género hayan llegado a ser uno de los principales temas de las confrontaciones políticas.
¿Cuál es el papel de Rusia en este escenario?
Podemos analizar el papel de Rusia en dos aspectos. Uno de ellos se refiere al apoyo organizativo y financiero a los grupos y actores conservadores en materia de género dentro de Europa. Por ejemplo, el informe elaborado por Neil Datta sobre la financiación de las políticas antigénero en Europa demuestra que entre 2009 y 2018 Rusia gastó 188,2 millones de dólares (de un gasto total de 707 millones) en el apoyo a grupos antigénero. Y esto no es más que la parte del dinero cuya pista se pudo seguir. Rusia ha sido fuente de respaldo económico para tales movimientos en Europa desde hace bastante tiempo y la investigación realizada al respecto ha podido documentar la cooperación entre actores rusos y la derecha religiosa norteamericana.
Como es natural, después de la invasión a gran escala de Ucrania, bastantes políticos y organizaciones de la sociedad civil han dejado de hablar de Rusia como una especie de faro de esperanza para la Europa Occidental en términos de renacimiento moral. Pero no creo que de verdad hayan cambiado de postura ideológica. Más bien se trata de que quieren evitar las críticas por sus conexiones con Rusia.
Desde hace mucho tiempo Rusia tiene significativas ambiciones en lo concerniente a crear un contrapeso al orden liberal de Occidente, especialmente en el contexto europeo. Y se las ingeniado para hacerlo en muchos países exsoviéticos. Con este panorama, la guerra en Ucrania es un paso lógico en los planes de Rusia para salvar a Occidente de su propia decadencia y declive moral. El académico Petr Kratochvil y su colega Mila O’Sullivan nos muestran que la oposición a la igualdad de género y los derechos sexuales ha sido un elemento crucial en la propaganda rusa que legitima el ataque a Ucrania. Hemos pasado de las guerras culturales a las guerras de verdad.
Es interesante comparar los asuntos LGBTQIA+ en Ucrania y Georgia desde este punto de vista…
En Ucrania el apoyo a los derechos LGBTQ, así como la igualdad de género en términos más amplios, ha crecido porque ayuda a formar una notable división entre Ucrania y Rusia como dos países muy diferentes. Así, incluso los grupos de derechas en Ucrania coinciden ahora en que los políticos deberían incluir algunas medidas de igualdad de género o que deberían protegerse los derechos de las minorías porque ello demostraría que “somos diferentes de Rusia”, que “no estamos bajo influencia rusa”.
“Entre 2009 y 2018 Rusia gastó 188,2 millones de dólares (de un gasto total de 707 millones) en el apoyo a grupos antigénero”
Georgia ha optado por seguir un camino completamente diferente. Han intentado negociar o argumentar su cercanía a Rusia al mismo tiempo que dejan abierta la puerta para la Unión Europea. Sin embargo, la influencia religiosa que ejerce en Georgia la Iglesia Ortodoxa es mucho más pronunciada y esto es un elemento muy importante de todo el escenario. Al final, las autoridades georgianas, los partidos políticos gobernantes, han optado básicamente por la senda del autoritarismo. El asunto LGBTQ es una señal evidente de esto, pero también hay algunas cuestiones conexas, como la forma en que Georgia adopta las soluciones creadas por Rusia a fin de limitar la independencia de las organizaciones de la sociedad civil.
¿Cuál es la relación entre la extrema derecha y los derechos de las mujeres, los derechos del colectivo LGBTQIA+ y la libertad sexual? En Occidente, los movimientos de extrema derecha (y líderes como Jordan Bardella en Francia) alegan frecuentemente que ellos apoyan los derechos de las mujeres.
Mi investigación actual dentro del CCINDLE Horizon Project se centra en Suecia. Y lo que vemos en Suecia y otros países de la Europa Occidental es que la igualdad de género y el concepto de género están cambiando a medida que las derechas emplean muchos términos y conceptos que se originaron en movimientos feministas, progresistas o de izquierdas.
En Polonia o Hungría, las fuerzas de derechas son abiertamente antifeministas y quieren marginalizar el feminismo y prohibir la teoría de género o los estudios sobre el género. En el contexto occidental, los actores de derechas afirman que ellos sí defienden la igualdad de género y muy en especial los derechos de las mujeres.
Así pues, la lucha se centra ahora en torno a cómo se define la igualdad de género y qué grupos de mujeres se incluirán o excluirán en esa definición. Por ejemplo, Michael Rubbestad, diputado de los Demócratas de Suecia, partido de extrema derecha que y segunda fuerza dentro del Parlamento sueco, afirma que es feminista. Los Demócratas de Suecia manifiestan abiertamente que ellos constituyen el tipo “correcto” de feministas, los que de verdad están protegiendo los derechos de las mujeres, en contraste con los activistas feministas que apoyan los derechos de las personas trans y migrantes.
De forma similar, en muchos países hay “feministas que critican el género” aseverando que las personas feministas han tomado un camino erróneo y que la “ideología de género” es una amenaza para las mujeres y las niñas biológicas. En el Reino Unido e Italia estos actores ayudaron a impedir la promulgación de una nueva legislación que concediera más protección para las personas trans y no binarias. Así pues, estas luchas tienen lugar hoy en día no solamente entre feministas y actores antigénero, sino también dentro del feminismo.
Esto nos lleva a cuestionar el papel del feminismo en el cambio político y social.
Como feministas nos tenemos que formular esta pregunta: ¿qué tipo de igualdad de género nos hemos encargado de promover e implementar? Frecuentemente se da el caso de que la legislación existente sobre igualdad de género beneficia más a las mujeres blancas de clase media. Esa legislación rara vez es intersectorial y ayuda de verdad a evitar la discriminación por motivo de clase, raza o capacidad. En gran medida, ni nosotros ni siquiera el propio movimiento feminista hemos sido capaces de incluir a las mujeres de minorías y de la clase trabajadora en las medidas de igualdad de género.
Y esto ha salido mal. No se trata solamente de que los actores de la extrema derecha sean los “chicos malos” y que quieran usar nuestro vocabulario para ocultar su auténtico racismo, el problema estriba también en las formas en que frecuentemente se presenta la igualdad de género y que pasan por alto cosas como la ciudadanía, las condiciones económicas y cosas así. Por lo tanto, creo que debemos mantenernos verdaderamente vigilantes en cuanto a las formas de implementar la igualdad de género y la forma en que la definimos.
Por lo tanto, ¿cómo podemos contrarrestar la intromisión antigénero del relato de igualdad de género?
Cuando nos encontramos con activistas de derechas que dicen estar luchando por la igualdad de género, la pregunta que siempre debemos formular es ¿igualdad para quién? ¿Están todas las mujeres incluidas en la igualdad de género por la que están luchando? En el contexto polaco, se puede ver claramente qué personas están excluidas. Y no son solamente mujeres migrantes o mujeres que quieren tener derecho a decidir sobre su cuerpo. También son, por ejemplo, madres solteras. Mientras que ha habido muchas reformas que concedían ayudas en efectivo a las familias con hijos menores, el sistema de apoyo para las madres solteras no ha experimentado reforma alguna durante las dos últimas décadas.
Hay una fortísima orientación excluyente en la “igualdad de género” por la que dicen estar luchando las derechas. Por lo que siempre nos hemos de preguntar ¿qué personas están incluidas o excluidas en las nuevas leyes que proponen las derechas? Porque está sobradamente claro que excluyen a muchos grupos minoritarios de todo eso que ellas consideran igualdad de género.
¿Qué pasa con el derecho al aborto y la libertad sexual?
En algunos países persiste todavía una fuerte oposición social al derecho al aborto, habitualmente debido a la fortaleza de las instituciones religiosas que se oponen a los derechos reproductivos. Estas fuerzas suelen ser abiertamente contrarias al aborto y a los derechos de reproducción, como es el caso de Polonia. Pero es interesante observar, por ejemplo, Suecia, donde los Demócratas de Suecia y los Cristiano Demócratas cooperaron hace un par de años para impulsar pequeños cambios que hubieran reducido los derechos en materia de reproducción y el acceso a asistencia sanitaria para las mujeres.
Por ejemplo, respaldaron la introducción de una cláusula de libertad de conciencia en el sistema de asistencia sanitaria. Esto se volvió en su contra porque en países como Suecia, el derecho al aborto no se cuestiona y es increíblemente difícil conseguir algún apoyo para reducir el acceso.
Ahora han dado un giro de 180 grados y alegan ser defensores de los derechos de reproducción, e incluso proponen incluir el derecho al aborto en la constitución sueca. No deja de ser interesante ver la forma en que se están adaptando a estos asuntos. Es algo que también vemos en EE. UU. donde, por ejemplo, los republicanos aceptaron la igualdad de matrimonio pero lucharon contra el derecho al aborto.
Esto pone en evidencia la flexibilidad del movimiento antigénero. Por ejemplo, cuando en un país se acepta ampliamente el matrimonio igualitario, pasan a otra cosa, que suelen ser los derechos de las personas trans. Pasan de asunto a asunto para comprobar cuál de ellos tiene más potencial para movilizar a la gente, incluyendo a todas aquellas personas que previamente no se habían interesado por estas cuestiones. Precisamente ahora, el asunto trans es particularmente problemático, porque también ha provocado divisiones en el movimiento feminista. Las derechas pueden ser muy avispadas a la hora de elegir sus objetivos y nosotros necesitamos ser, por lo menos, tan listos acerca de las formas en las que abordamos la lucha por los derechos de las mujeres.
Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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