Aunque todos los miembros de la UE excepto Dinamarca están legalmente obligados a adoptar el euro, Bulgaria y Rumanía son los únicos que actualmente se plantean seriamente la adhesión al club de la moneda. Tres países de Europa central que se resisten al euro (Polonia, República Checa y Hungría) muestran poco entusiasmo por la moneda única, a pesar de llevar dos décadas en el bloque. Una vez que los dos países balcánicos den el salto, este trío testarudo se unirá solo a Dinamarca, con su opción formal de no participar, y Suecia, con su astuta dilación, como territorios de la UE que siguen sin entrar en el euro.
“Por vigesimoprimera vez, el Gobierno ha decidido no fijar una fecha para la introducción del euro”: esta frase ha resonado en la política checa, como señala el comentarista Luděk Vainert en Hospodářské noviny. A pesar de su promesa antes de la adhesión, la República Checa sigue fuera de la eurozona. Vainert expone que los argumentos que justifican esta postura se han debilitado, sobre todo porque el país cumple ahora los restantes criterios de Maastricht. Destaca cómo muchas empresas checas ya se han trasladado a la eurozona (a la que está unida umbilicalmente la economía industrial impulsada por las exportaciones), mediante sus prácticas de endeudamiento y facturación.
El pragmatismo empresarial se une al patriotismo monetario
En el mismo periódico, Pavlína Žáková, viceministra de Asuntos Europeos y execonomista en la Comisión Europea, realiza una crítica similar al destacar que más de la mitad de los préstamos a empresas se denominan ahora en euros. Según Žáková, los argumentos contra la adopción del euro basados en una convergencia económica insuficiente se han quedado obsoletos, puesto que la República Checa ha alcanzado el 87 % de la media de la eurozona. Sostiene que la adopción del euro supondría un importante ahorro para empresas y ciudadanos, al mismo tiempo que aumentaría la estabilidad económica del país en medio de la incertidumbre geopolítica.
Según České noviny, los líderes empresariales checos están decididamente a favor del euro y casi el 70 % de los directores ejecutivos de empresas creen que la adopción tendría un impacto positivo en su negocio. Exponen que la moneda única facilitaría una mayor integración económica y de seguridad.
Esta actitud contrasta en gran medida con la opinión pública. Según una encuesta de Czech Radio, el 72 % de los checos está en contra de la adopción del euro. Vojtěch Dvořáček, de la plataforma de noticias iRozhlas, sugiere que estas actitudes de los votantes indican que es poco probable que República Checa realice un avance importante hacia la adopción del euro, incluso después de las elecciones generales de octubre.
En el portal de noticias Forum 24, el economista Martin Procházka sostiene que ni siquiera una oposición abrumadora de la opinión pública debería impedir la introducción del euro. “Lamentablemente, las voces proeuropeas han guardado silencio sobre el euro, mientras que los euroescépticos se han hecho oír”, escribe Procházka. “De este modo, en el transcurso de veinte años, una mayoría del 70 % a favor del euro se ha convertido en una mayoría igualmente amplia en contra”.
El punto muerto del euro en Polonia
En la vecina Polonia prevalece una situación similar, con hasta el 74 % de los polacos contra la adopción de la moneda única europea, según un sondeo citado en Gazeta Wyborcza. Por otra parte, según una encuesta realizada por Rzeczpospolita el año pasado, la élite empresarial polaca se mostraba poco entusiasta, con solo el 48 % de los directivos de medianas y grandes empresas a favor de la introducción del euro.
En cambio, la mayoría de los respetados economistas entrevistados por Mikołaj Fidziński en Rzeczpospolita están a favor de que Polonia se una a la eurozona. Sin embargo, estos economistas creen que la adhesión no es realista en los próximos años porque no se han cumplido los criterios: el déficit público supera el 3 % del PIB y no bajará de este nivel hasta 2028, la deuda pública se acerca al 60 % del PIB y el país no cumple los requisitos de estabilidad de precios y tipos de interés, ni de estabilidad del tipo de cambio.
Los partidarios del euro exponen ventajas geopolíticas: mejor anclaje en la UE, protección frente a un Polexit irresponsable y una mayor seguridad en medio de los conflictos regionales. El economista Andrzej Sadowski, presidente del Adam Smith Centre de Polonia, no está de acuerdo y plantea al tabloide Fakt que Polonia “debe evitar cometer el mismo error que Estonia”, que adoptó la moneda única por razones puramente políticas y de seguridad debido a su proximidad a Rusia, supuestamente en detrimento de su economía.
Tomasz Kubin, comentarista de Rzeczpospolita, pide la adopción del euro porque “en el mundo globalizado actual solo sobreviviremos como una comunidad integrada”. A Kubin le parece aún más preocupante el planteamiento de Suecia: está incumpliendo deliberadamente los aspectos “políticos” de los criterios de convergencia. Critica a la Comisión Europea por no abordar este incumplimiento de los principios de cooperación leal, al tolerar el incumplimiento deliberado como un medio de evitar la adopción del euro. En cuanto a Polonia, ni siquiera Kubin ve inminente la adopción del euro, que además implicaría enmiendas constitucionales que requerirían una mayoría parlamentaria de dos tercios.
En Hungría, “sin el forinto se acaba el riesgo del forinto”
En la Hungría de Viktor Orbán, los sondeos de opinión arrojan cifras similares, pero con un giro sorprendente. Según una encuesta realizada por 24.hu el año pasado, casi el 70 % de los húngaros apoya la adopción del euro, superando las diferencias sociodemográficas e incluyendo incluso a los leales al partido gobernante Fidesz. Este entusiasmo no ha dejado de crecer desde hace media década.
“Sin el forinto se acaba el riesgo del forinto”, afirma Zoltán Tork, un economista del portal de noticias G7. Considera que la adopción del euro es crucial para controlar la vulnerabilidad económica de Hungría. Según Tork, el forinto ha sido durante mucho tiempo el talón de Aquiles de la economía, ya que su imprevisibilidad lo ha convertido en un botín para los especuladores. Los pesos pesados financieros pueden explotar fácilmente su naturaleza relativamente líquida pero poco regulada para manipular los tipos de cambio en su beneficio.
No todo el mundo está convencido de ello. En Magyar Némzet, un periódico que mantiene vínculos estrechos con el Gobierno de Orbán, Philip Pilkington del Hungarian Institute of Foreign Affairs planteaba una perspectiva muy diferente. Según Pilkington, el euro es un caballo de Troya político más que una necesidad económica: una toma de poder por parte de Bruselas disfrazada de política monetaria. Advierte de que la adopción de la moneda única privaría a Hungría de su soberanía. Figuras de la oposición como Péter Magyar, que abogan por la adopción del euro, no hacen más que explotar la frustración ciudadana por la depreciación del forinto, argumenta. En contra de la creencia popular, Pilkington sostiene que un forinto más débil refuerza en realidad la competitividad nacional y mantiene un mercado laboral fuerte.
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