Parece que la tolerancia de los ciudadanos ante la corrupción, el nepotismo, el autoritarismo y el acercamiento al Kremlin (a la que han puesto duramente a prueba estos últimos años) en los países donde parecía infinita ha acabado cediendo a la cólera. Así, estos últimos días, varios cientos de miles de personas han salido a las calles en Serbia, Hungría y Rumanía para expresar su rechazo a sus respectivos gobiernos, mientras en Georgia estas continúan sin descanso.
En Belgrado, más de 300 000 personas desfilaron el 15 de marzo para protestar contra el gobierno y el presidente Aleksandar Vučić (caricaturizado en el dibujo de Corax). La manifestación, la más importante de la historia del país, tenía como objetivo denunciar la corrupción de las autoridades, a las que responsabilizan de la muerte de 15 personas tras el derrumbe de un alero en la estación de Novi Sad en noviembre de 2024. También el 15 de marzo, más de 50 000 personas participaron en Budapest en una protesta organizada por el partido de oposición Tisza de Péter Magyar para denunciar el control que el primer ministro Viktor Orbán ejerce sobre el país, los medios de comunicación y la sociedad civil húngara.
Ese mismo día, varios miles de personas se manifestaron en Bucarest tras la convocatoria de la asociación EuRoManifest para recordar que forman parte de la Unión Europea y que comparten sus valores, y para denunciar la injerencia de Moscú en la política y las elecciones nacionales. Estas mismas reivindicaciones dieron lugar a la manifestación organizada por el diario de centroizquierda La Reppublica, que reunió a 50 000 personas en Roma, y a las que se vienen organizando cada día desde el 28 de octubre en Tiflis y en muchas otras ciudades georgianas.
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