Tras la estupefacción por el nuevo orden de Trump y Putin, los europeos se ponen en orden de combate

El radical cambio de rumbo de la nueva administración estadounidense en lo que respecta al apoyo militar a Ucrania insta a los europeos a redefinir su relación con la defensa del continente y el apoyo prestado a Volodímir Zelenski. Por ello han anunciado un importante plan de rearme.

Publicado en 18 marzo 2025

Ante la perspectiva de una desvinculación de Estados Unidos, su principal aliado, en cuyo apoyo se basa una parte importante de la disuasión frente a la amenaza de ataque de Rusia, los europeos cierran filas y la mayoría anuncia un rearme masivo. La Unión Europea sigue este movimiento con el anuncio, a principios de marzo, de ReArm Europe, un plan de 800 000 millones de euros en créditos y préstamos destinado a modernizar y equipar los ejércitos de los Veintisiete en los próximos años.

Una vez superada la estupefacción inicial, los europeos parecen querer reaccionar al unísono ante el giro estadounidense. Así está tomando forma una “coalición de buenas voluntades”, cuyas líneas maestras surgieron en la cumbre convocada en Londres por el primer ministro británico Keir Starmer el 2 de marzo.

El formato de la defensa europea que se está definiendo en estas semanas es “un híbrido”, como analiza la politóloga italiana Nathalie Tocci en La Stampa. Según la directora del Instituto Italiano de Asuntos Internacionales, “no es la UE, porque en su interior hay quintas columnas, como la Hungría de Viktor Orbán, decidida a sabotear la defensa de Ucrania; pero, al mismo tiempo, las instituciones europeas van a desempeñar una función clave. Gracias a los recursos generados y coordinados por la Comisión Europea, los ‘voluntarios’ podrán apoyar a Kiev y aumentar su capacidad de defensa. El formato tampoco es la OTAN. Al contrario: surge de la amarga concienciación de la separación de Estados Unidos de Europa. Sin embargo, afecta a la OTAN, porque implica a aliados que no son miembros de la UE (Reino Unido, Noruega, Turquía y Canadá), pero que apoyan a Ucrania y se preocupan por la seguridad de Europa. […] Se trata de un formato cuyo objetivo es responder a dos tipos de cuestiones. La cuestión hipotética, que se refiere al despliegue de una fuerza de seguridad en caso de que se alcance un alto el fuego en Ucrania”, y la cuestión concreta: “la guerra continúa de momento y, por tanto, es esencial que los países 'voluntarios' coordinen su apoyo, tratando de llenar en la medida de lo posible el vacío que ha dejado Washington”.

En The Conversation, Tetyana Malyarenko y Stefan Wolff señalan que “las medidas importantes” adoptadas por Reino Unido y los países de la UE para aumentar el gasto militar, “tomadas en conjunto y, siempre que continúe el impulso actual, […] deberían acelerar la toma de conciencia por parte de Europa de un mundo en el que las garantías de seguridad de Estados Unidos ya no son absolutas”. Reconocen que los desafíos a los que se enfrenta Europa para lograr la independencia estratégica de Estados Unidos son claramente “enormes”, pero “no insuperables”. Según los dos investigadores, “la amenaza militar convencional que plantea una Rusia agresiva y revanchista es más fácil de gestionar, gracias a la reactivación prevista de las fuerzas convencionales y de las defensas aéreas y cibernéticas. La estrecha cooperación con Ucrania también aportará una experiencia crucial en materia bélica, lo que puede potenciar el efecto disuasorio”.


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No obstante, observan que, sin el paraguas nuclear estadounidense, Europa sigue siendo vulnerable a las amenazas periódicas de Rusia de utilizar armas nucleares. En este sentido, también añaden que “está surgiendo un nuevo pensamiento estratégico. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha manifestado su voluntad de debatir una capacidad nuclear europea más integrada. Por su parte, en Alemania, un país con una relación compleja con las armas nucleares, este enfoque europeo se debate desde hace un tiempo de un modo cada vez más positivo”.

Ahora que existe voluntad política, queda por ver cómo organizar la defensa europea desde el punto de vista industrial. Tal y como observa Enrico Letta en Le Monde, se trata de un sector en el que “las convulsiones de los últimos días hacen necesaria una reestructuración”. Según el presidente de la Fundación Jacques Delors, es efectivamente “una verdadera paradoja” que “los países europeos avancen por separado y se vean obligados, en situaciones de emergencia, a gastar el dinero de sus contribuyentes para adquirir sistemas de defensa no europeos, creando así miles de puestos de trabajo fuera de Europa, sobre todo en Estados Unidos”. Por ello, propone “crear un mercado común de defensa y ampliarlo a Reino Unido, Noruega e Islandia, así como a los tres países de los Balcanes que ya son miembros de la OTAN y candidatos a la adhesión de la UE: Albania, Macedonia del Norte y Montenegro. También será necesario plantearse la cuestión de las relaciones con Turquía. El principal objetivo de esta operación no es solo acabar con la fragmentación dentro de la UE, tanto en lo que respecta a la industria de la defensa como a la cooperación entre sistemas de defensa, sino también superar el Brexit”.

¿Son justificados los temores de los europeos sobre las intenciones de Rusia? Sí lo son, según Céline Marangé, investigadora sobre Rusia, Ucrania y Bielorrusia en el Instituto de Investigación Estratégica de la Escuela Militar francesa. En un largo análisis publicado en Le Grand Continent, plantea que “el estado final que busca” el Kremlin “no se limita a la desmilitarización y neutralización de Ucrania o a la conquista de algunos territorios devastados dentro de sus fronteras administrativas. El objetivo en última instancia”, escribe, “sería más bien una Rusia dominante y temida, que habría recuperado su estatus de gran potencia y borrado la humillación de la derrota en la Guerra Fría, haciendo retroceder las fronteras de la OTAN y destruyendo la Unión Europea”.

La política de apaciguamiento que han aplicado hasta ahora los europeos “solo conseguirá aumentar la agresividad” de Vladímir Putin, afirma Marangé. Para ello, “corresponde a los países europeos actuar sin demora para conservar la soberanía ucraniana y plantear una fuerza disuasoria creíble”. Por tanto, concluye que “para el futuro de Ucrania y la seguridad de Europa en su conjunto, es necesario evaluar el peligro, concienciar a la opinión pública al respecto, prepararnos ante la posibilidad de un conflicto con Rusia y evitar en la medida de lo posible que vuelva al orden de combate”.

“Tres años después del 24 de febrero de 2022, los europeos aún no han comprendido el significado profundo de la agresión rusa contra Ucrania, ni sus implicaciones dentro Ucrania y más allá de sus fronteras. Los estadounidenses, conscientes de los desafíos en términos de seguridad mundial que se juegan en el Lejano Oriente, se aferran a la ilusión de una alianza secundaria, ignorando las consecuencias nefastas de cualquier compromiso con el régimen de Putin, incluso para Rusia misma”, plantean más de 600 personalidades de toda Europa en una tribuna titulada “¿Acaso la libertad del pueblo ucraniano y nuestra seguridad no valen un esfuerzo presupuestario?” que hemos publicado y en la que exponen que “los estadounidenses y los europeos no tienen otro camino que asignar finalmente a Ucrania todos los recursos que le permitan derrotar militarmente a Rusia”.

Para estos firmantes, entre los que se encuentran personalidades ucranianas, investigadores, periodistas y parlamentarios, es Occidente en su conjunto quien debe responder mediante una “estrategia integral”, combinada con una ayuda militar extraordinaria de 300 000 millones de euros o de dólares a Ucrania. “Si realmente queremos la paz, tenemos que prepararnos para la guerra”. Con estas palabras concluye su última crónica Timothy Garton Ash en The Guardian: “mientras que, como hemos visto en los últimos días, a la primera señal de un posible alto el fuego en Ucrania, nuestros políticos quieren creer desesperadamente que podemos volver a nuestras viejas costumbres de tiempos de paz posteriores a 1989”.

En opinión del historiador y politólogo británico, los dirigentes europeos no solo tienen el deber de “reavivar el espíritu de lucha de Winston Churchill y del general De Gaulle, sino también explicar honestamente a los electores que nos enfrentamos a una nueva y larga lucha”. Y proclamar “¡Viva Europa! ¡Viva el Churchill-Gaullismo!”, tras haber destacado la importancia de este enfoque “que combina lo mejor de las dos tradiciones más influyentes de nuestro continente cuando se trata de un mundo en guerra. Una fórmula a la que podrían adherirse no solo Macron y Starmer, sino quizá incluso una mayoría de líderes europeos”, opina.

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