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Constructores europeos de puentes, con motivos ulteriores

La prosperidad económica de Luxemburgo, en gran medida basada en nichos fiscales e inversión extranjera, contrasta con su imagen como paraíso fiscal. A pesar de las controversias, la estrategia relativa a los intereses económicos dentro de la UE del Gran Ducado le permite mantener un delicado equilibrio entre su propia prosperidad y el compromiso con el proyecto europeo.

Publicado en 20 mayo 2024 a las 16:25
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“Como país pequeño, somos constructores de puentes por naturaleza”. Así es como recientemente resumió Xabier Bettel la forma en que Luxemburgo se ve a sí mismo cuando se habla de política europea. No hace mucho tiempo tuvo que abandonar su puesto como jefe liberal del gobierno de Luxemburgo, cargo que había ejercido durante diez años, pero en su nuevo puesto como Ministro de Asuntos Exteriores sigue cultivando la imagen del país como defensor apasionado de la solidaridad europea.

Al hacerlo así se está posicionando muy agresivamente como candidato para el puesto de Presidente del Consejo de la UE.

Sin embargo, lo que Bettel y otros políticos veteranos de Luxemburgo rara vez dicen es que su país tradicionalmente ha desempeñado un papel ambivalente dentro de la UE. En muchas áreas el diminuto Gran Ducado situado en el corazón de Europa está efectivamente comprometido al progreso de la UE. La integración europea es parte de la razón de ser del país y no es un asunto controvertido a nivel político. Esto no significa que Luxemburgo, sin embargo, no persiga su propia agenda a nivel comunitario.

Los impuestos son un área política clave donde la eurofilia entre partidos se desmorona y también está en gran medida ausente del debate público. Entre bastidores, los gobiernos de Luxemburgo defienden sus intereses nacionales de forma discreta, coherente y, gracias al veto sobre cuestiones fiscales de la UE, con gran éxito muchas veces. Como dijo en una ocasión el exministro de Asuntos Exteriores, Jean Asselborn, en una entrevista para Reporter.lu: “No somos monaguillos. También tenemos nuestros motivos ulteriores”.

Por lo tanto, a nadie le sorprende que la mala imagen de Luxemburgo como paraíso fiscal persista todavía a los ojos de algunos de sus socios. Sin embargo, este pequeño país con su descomunal centro financiero ha cambiado mucho, aunque no necesariamente por convicción. Más bien porque ha tenido que ceder a la presión internacional (nada menos que de sus poderosos vecinos, Alemania y Francia) y modificar algunas de sus prácticas de “agresiva elusión legal de impuestos” tal como todavía las denomina la Comisión de la UE.

Por lo demás, nunca ha habido un replanteamiento radical de ellas. El dinamismo económico del país sigue dependiendo en gran medida de la atracción de ingentes cantidades de capital extranjero. Su sector de fondos de inversión es floreciente y solamente se ve superado por los EE. UU. en el valor de los activos de inversión que gestiona.

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