En Georgia, según los resultados oficiales, el partido prorruso Sueño Georgiano (KO, populista conservador), al poder desde 2012 y dirigido por el oligarca Bidzina Ivanishvili, ganó las elecciones legislativas del 26 de octubre con casi el 54 % de los votos (89 de 150 escaños del Parlamento). No obstante, la oposición proeuropea, incluyendo una coalición de varios partidos, se niega a reconocer el resultado y a participar en el nuevo parlamento, y denuncia irregularidades masivas. Varios observadores independientes, como la OSCE o aquellos vinculados con la sociedad civil georgiana (algunos de los cuales solicitaron la anulación del resultado) apoyan esta declaración. Pero el gobierno niega estas acusaciones.
Por su lado, la presidenta Salomé Zurabishvili, que había trabajado en la unificación de la oposición con el fin de acercarse a la Unión Europea y alejarse de Moscú, denunció “una operación especial rusa, un nuevo tipo de guerra híbrida” para “amañar” y “robar” el voto de los georgianos, y llamó a los ciudadanos a manifestarse.Varios dirigentes europeos también denunciaron irregularidades, a excepción del primer ministro húngaro Viktor Orbán (Fidesz, extrema derecha), que corrió a Tiflis para felicitar a Ivanishvili y a su homólogo georgiano Irakli Kobakhidze.
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