A caballo sobre el Muro, que ya no divide Berlín, el 16 de noviembre de 1989 (AFP)

Hace veinte años cayó el Muro

Este 9 de noviembre, una Alemania reunificada y una Europa pacificada celebran el aniversario de la caída del Muro de Berlín, símbolo del final de la Guerra Fría. La prensa europea se suma al clamor del acontecimiento, pero advierte que la desaparición del mundo bipolar no ha beneficiado forzosamente al Viejo Continente.

Publicado en 9 noviembre 2009 a las 17:02
A caballo sobre el Muro, que ya no divide Berlín, el 16 de noviembre de 1989 (AFP)

"Un berlinés del este, que aparece en el puesto fronterizo, en medio de una muchedumbre alborozada. Pálido, con una cazadora forrada, de su boca emana vaho congelado que ascienda hacia el cielo negro. Acababa de pasar al otro lado. Seguramente, nunca había pisado el oeste en toda su vida. Increíble. ¡Unglaublich! Ve una cámara de televisión, mira fijamente el objetivo y exclama: ¡Freiheit! Y se va. En ese instante, la palabra “libertad”, tantas veces utilizada y carente de sentido vuelve a cobrar toda su fuerza y pureza original”. Para el historiador Tomothy Garton Ash, es la imagen más fuerte del 9 de noviembre de 1989. “La noche del 9 de noviembre no sólo habría el camino a la reunificación de Alemania”, prosigue en el diario The Guardian, “sino también de Europa. Unos meses después, el presidente Gerge H.W. Bush había evocado una “Europa unida y libre”. Ese 9 de noviembre de 1989, Europa se encuentra más cerca que nunca en su larga historia de ese objetivo”.

Y como ahora es el momento de hacer el balance, “veinte años después, ¿qué es Alemania?” pregunta el Tagesspiegel, “¿está unificado el país?”. “Sobre todo su apariencia, responde el diario berlinés: la imagen de que una mujer del este (aunque nacida en Hamburgo) es canciller, que un homosexual es ministro de asuntos exteriores, que el gobierno cuenta con un minusválido y un inmigrante esconden el hecho de que no hay ningún jefe de gabinete de origen alemán-este, que no hay una “Universidad de excelencia” en los (en realidad no tan nuevos) nuevos Länder y que ningún club de fútbol del este se encuentra en la Liga Un. Sin duda Alemania es más libre, pero también más controlada que nunca”, considera el diario Tagesspiegel: “tiene más confianza, pero a veces se pone histérica; en definitiva, ha perdido la virtud más apreciada en el extranjero: su ardor.

Del otro lado del Rin, estos veinte años parecen muy largos, pues, como explica el diario Libération, si los alumnos de instituto que preparan la selectividad este año estudian la división de Europa y la reunificación alemana, para la mayoría la caída del Muro les “parece muy lejos, un acontecimiento ciertamente feliz pero abstracto, que finalmente no les concierne en absoluto”. El diario esboza en paralelo el retrato de algunos jóvenes comprometidos, nacidos en 1989 y “orgullosos de ser rojos”.

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Y cuanto más nos alejamos de Berlín, más parece difuminarse el recuerdo y la importancia de ese 9 de noviembre de 1989: “al resto del mundo le importa bien poco lo que ocurrió en Berlín hace ahora 20 años”, apunta el analista José Ignacio Torreblanca en el diario El País: “Europa ha dejado de ser el centro del mundo. En realidad, su protagonismo era completamente ficticio: con sus dos guerras mundiales, Europa ya hacía tiempo que se había suicidado”, afirma, “el centro de gravedad del mundo ya hacía tiempo que se había trasladado fuera de Europa". En efecto, considera Torreblanca, “Y si el final [del muro] fue feliz (...) no fue necesariamente gracias a los líderes europeos”, subrayando “la enorme miopía de Margaret Thatcher, François Mitterrand y Giulio Andreotti, en estado de shock ante la perspectiva de una Alemania unida”: la caída sólo ha sido posible “gracias a la visión histórica y altura de miras de George Bush (padre) y de Mijaíl Gorbachov”. Veinte años después, “la UE sigue sin ser una potencia europea”. Por este motivo, el aniversario “debe ser objeto de preocupación”, pues la caída del Muro "no necesariamente significa el comienzo del renacimiento europeo tras 50 años de división, sino la confirmación definitiva de la (dulce) decadencia que se inició en 1945.”, concluye Torreblanca.

Prueba de ello es la ausencia observada de Barack Obama en las celebraciones de estos días: “la ausencia del presidente estadounidense es uno de sus mayores errores, rebasando con creces la falta total de inspiración y de valoración que llevó a anunciar la suspensión del escudo antimisiles el 17 de septiembre, coincidiendo con el 70 aniversario de la invasión soviética de Polonia”, apunta el historiador Adrian Cioroianu en Adevărul.

Mientras que el Premio Nobel de la Paz de 2009 se escabulle, el Frankfurter Allgemeine Zeitung aprovecha la euforia del ambiente de Berlín para defender su propuesta de peso para el próximo: Helmut Kohl. “De entre los políticos de la época, es él quien tiene el mérito de haber conseguido que se desplomara una dictadura y que el fracaso de una ideología se transformara en un proceso con un objetivo preciso, la reunificación de Alemania y de todo un continente en paz y libertad – que al milagro de Berlín le seguiría un milagro europeo”. Al igual que Barack Obama, “muchos alemanes se quedarán en casa esta noche, algunos porque consideran que la noche del 9 de noviembre de 1989 constituye un tema de reflexión privado, otros porque, antes de la caída del Muro, consideraban que el 9 de noviembre es un día de luto y de contrición. En efecto, el 9 de noviembre de 1938 los nazis iniciaron el pogromo conocido como la Noche de cristal, en la que 1.400 sinagogas y lugares de culto fueron incendiados y centenares de judíos asesinados”. Ese “día del destino alemán”, como lo denomina el diario The Times, coincide con la creación de la República de Weimar (1918) y el golpe de Estado fallido de Hitler (1923), apunta el diario Hospodářské Noviny. Esa es la razón, explica el diario checo, por la que “En la atmósfera eufórica que siguió a la caída del Muro de Berlín, se consideró proclamar el 9 de noviembre como dÌa de la fiesta nacional. Pero al final fue la fecha formal de la reunificación, el 3 de octubre de 1990, la que se escogió para celebrar “el Día de la unidad alemana”.

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