Actualmente, en bastantes familias estonias se puede observar la siguiente escena: la madre sale a trabajar, el padre arrastra las pantuflas hasta la televisión para intentar pasar la jornada en compañía de los niños y los abuelos. Para ahorrar, los niños ya no van a la guardería y los abuelos han salido del geriátrico. Si se mira esta escena tras una lente rosa, la situación puede parecer hasta idílica: varias generaciones viven de nuevo juntas y los abuelos transmiten su sabiduría a los niños. Para el padre de familia, la crisis llega como un desafío permanente de pasar más tiempo en familia y volver a ser humano. La madre, que se encarga de sustentar a la familia, comienza a desarrollarse y su motivación y las posibilidades de dedicarse al trabajo son mayores que nunca.
Esta escena también puede ilustrar un auténtico infierno: la madre regresa del trabajo agotada y se encuentra con el marido que ya se ha tomado varias cervezas para aliviar su crisis de identidad. Los niños, agitados, están plantados delante de la televisión, tienen los ojos rojos, los pañales a reventar y se mueren de hambre. Y los ancianos, que no se han tomado su medicación, se muestran inusitadamente intranquilos.
La'"he-cession": cuando la crisis llega a las profesiones masculinas
Según las cifras de finales de julio, en Estonia se han registrado 70.244 parados, de los cuales, 31.670 son mujeres y 38.574 hombres. Actualmente, el paro no tiene ni partido ni nacionalidad. Pero tiene rostro masculino. La recesión económica ha dado un batacazo a los trabajos de los hombres, en la construcción y los oficios no cualificados, pero no ha afectado a sectores como la educación o la sanidad, en los que ejercen principalmente mujeres. El mismo modelo de recesión se registra en Estados Unidos. Vladimir González habla en una editorialde economywatch.com, de "he-cession" (la recesión masculina).
El cambio de roles en el mundo profesional también afecta a la identidad y la autoestima de hombres y mujeres. Ser la persona que aporta el dinero a la casa es también uno de los intereses en juego del poder cotidiano. El que gana el dinero, ya sea hombre o mujer, no duda en aprovecharse de la situación. En la organización familiar, este cambio genera muchas tensiones: las estadísticas muestran un aumento de la violencia familiar en Estonia. Si la sociedad acepta por lo general que la mujer que pierde su empleo se va a realizar en el contexto privado, en los trabajos domésticos o la educación de los niños, el hombre que se ocupa del hogar constituye una situación difícil de asumir para su entorno.
El concepto del "hombre dulce"
Una nueva situación económica siempre hace que surjan nuevas formas de pensamiento. En Finlandia, a comienzos de los noventa, cuando la crisis y el paro afectaron a una quinta parte de los habitantes en edad de trabajar, los medios de comunicación de diversión popularizaron la idea del "hombre dulce" y aseguraban que la definición de lo masculino estaba a punto de cambiar. Tras este concepto de "hombre dulce" no se encontraba una modificación en los roles, sino más bien se ocultaba una nueva y jugosa categoría de márketing para el mercado de productos de belleza y salud, algo que convenía a la crisis finlandesa. La publicidad que animaba a los hombres a cuidarse y a ocuparse del hogar quizás contribuyó a evitar tragedias. Precisamente a partir de esta época de crisis se empezó a hablar de la importancia de la función del padre y a tratar en público el problema de la violencia de los hombres. En esta época, también se intentó implantar este nuevo género masculino en Estonia, pero no encontró mucho mercado, porque el hombre estonio se aprovechaba entonces de los frutos de la recuperación económica. Actualmente, debería ser también un momento propicio en Estonia para empezar a valorar la paternidad.
Vladimir Gonzalez escribe, probablemente con un toque humorístico, que Islandia, ante la quiebra del país, ha echado a los hombres y ha elegido a una mujer homosexual para ocupar el puesto de primera ministra. Sería prematuro afirmar que sólo las mujeres podrían salvar el mundo que los hombres han llevado a la catástrofe. La economía mundial ya no se puede comparar con nuestro concepto habitual, en el que las mujeres son capaces de restablecer el orden en casa tras una tarde entre hombres. Convendría más bien comparar la economía mundial a la mañana siguiente a una fiesta, en la que los hombres, ya sobrios, sacan ellos mismos la basura.