La economía informal de Portugal creció del 9,3% del PIB en 1970 hasta el 24,8% en 2010, recoge el diario lisboeta i. Según un estudio desarrollado por la Universidad de Oporto, el PIB se mantuvo en 130.000 millones de euros, mientras que la economía paralela llegó a los 32.000 millones de euros. Las cifras son preocupantes, según el diario, puesto que la media de la OCDE es del 17% y únicamente Grecia e Italia superan ese porcentaje.
La economía en negro prospera gracias a segundos trabajos que no se declaran, o a pequeños trabajos o alquileres que se pagan sin recibo, explica el diario lisboeta. El sector terciario (incluyendo aquí los edificios, alquileres, servicios y restaurantes) es el que se ha visto más afectado, con un aumento del IVA que en la última década ha pasado del 17% al 23%, y la crisis actual empeora la situación. “Si tomamos en consideración la subida de impuestos y el desempleo, debería volver a repuntar”, advierte el economista Óscar Afonso, autor del estudio.
Los pagos al contado son una ingente cantidad de ingresos para la economía sumergida y las “medidas gubernamentales [de austeridad] proporcionan el incentivo”, arguye otro economista, Sérgio Vasques. Una consultoría citada por el diario insta a utilizar más los servicios bancarios virtuales y los pagos con tarjeta para reducirlo.
El estudio de la Universidad de Oporto argumenta que la economía en negro explica “cómo sobreviven las poblaciones de los países en los que el PIB per cápita está por debajo del umbral de subsistencia”. Según un estudio de la Universidad de Bogazici en Turquía, la economía sumergida puede tener un efecto positivo en lugares pobres, pero hace que las estadísticas no sean fiables. “Decir que revitaliza la economía es decir que el delito crea empleos”, concluye Vasques. “Un país no puede plantearse vivir de la clandestinidad”.