La Iglesia y los monasterios griegos no pagarán la muy impopular tasa inmobiliaria decidida a toda prisa, el domingo 11 de septiembre, por el Gobierno griego para completar los objetivos presupuestarios impuestos al país por los prestamistas de fondos. "La Iglesia pagará impuestos por los bienes que explota comercialmente", precisa, no obstante, un portavoz del Ministerio de Finanzas ante el clamor de indignación provocado por ese anuncio. Quedarían exentos los lugares de culto y las entidades de caridad. Pero las fronteras son a veces imprecisas y las cuentas de la Iglesia ortodoxa siguen siendo opacas.
El dinero de la Iglesia es un tabú en Grecia. "Sus ingresos están sujetos a impuesto, pero hay dos grandes problemas", advierte Polikarpos Karamouzis, profesor de sociología religiosa de la Universidad de Rodas. "No hay un sistema económico para detallar los verdaderos ingresos y nadie conoce la amplitud de sus propiedades, porque no existe un catastro". Esta situación viene bien tanto a la Iglesia como al Estado, "pues los políticos no tienen que ponerse a malas con las autoridades ortodoxas", explica un diputado independiente, Stéfanos Manos, uno de los pocos políticos que piden la separación entre la Iglesia y el Estado.
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