Ideas Tras el referéndum británico

Lecciones del Brexit que pueden reforzar la UE

Tras la decisión del Reino Unido de salir de la Unión Europea, la Unión de los 27 necesita encontrar maneras de recuperar su popularidad y prosperidad. ¿Podrían la cooperación más cercana en defensa y el parlamento de la Eurozona fomentar la resistencia de la Unión?

Publicado en 19 octubre 2016 a las 20:24

Con el referéndum del abandono de la Unión, el Reino Unido, la segunda economía más grande de Europa, se ha comprometido a abandonar la Unión Europea. Políticos y creadores de opinión a lo largo y ancho del continente se apresuran a responder a preguntas complicadas: ¿Cómo sucedió esto? ¿Qué significa para Europa? Y ¿cómo puede la Unión Europea recuperar su popularidad y prosperidad, y consecuentemente su resistencia?

Primera lección: La UE se volvió el chivo expiatorio para la política inmigratoria del Reino Unido

No se debería exagerar el estado de apuro de la UE. Como lo mostró la última edición del proyecto Indicadores de Gobernanza Sustentable (IGS) de la fundación Bertelsmann Stiftung, países individuales de la UE siguen siendo líderes mundiales cuando se trata de lograr una buena sociedad. Siete países de la UE están dentro de los primeros 10 de la clasificación tanto en términos de calidad de las normas económicas, como de democracia política.

Por supuesto, los países de la UE son disparejos en sus desempeños, pero el promedio Europeo para muchos indicadores socioeconómicos y de gobernanza no es de ninguna manera malo comparado con el de otros países desarrollados, como Japón y los Estados Unidos. Incluso tras la salida del Reino Unido, el relativo éxito del Norte de Europa y del “Núcleo Europeo”, liderado por Alemania, continuará siendo un polo atractivo para países en la región que buscan lograr niveles similares de prosperidad y buen gobierno.

El Reino Unido es uno de los países más exitosos de Europa. No era miembro de la Eurozona y tuvo una recuperación económica relativamente positiva. Una falta de crecimiento no fue en ese entonces el catalizador de un sentimiento antieuropeo. El voto de salida del Reino Unido ha sido ampliamente interpretado como un voto que tiene que ver con la identidad nacional en Inglaterra y en Gales, en un contexto de creciente desigualdad económica, fragmentación social, y distanciamiento popular de la clase dirigente en Westminster. El Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) recurrió abiertamente a los miedos identitarios con su notorio afiche “Breaking Point”, en el que culpaban a la UE por la excesiva inmigración.

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Es verdad que, mientras el Reino Unido estuviera en la UE, todos los ciudadanos de la Unión tenían el derecho de mudarse al Reino Unido, y que un número significativo aprovecho ese derecho. Pero el hecho es que el Reino Unido no era, y no es, parte del área Schengen de libre circulación y que la inmigración hacia el Reino Unido de migrantes no europeos no está de ninguna manera determinada por la UE. De hecho, en los últimos años dos terceras partes de la inmigración hacia el Reino Unido han venido de fuera de la UE, esta inmigración es totalmente un asunto de las leyes británicas, y no de las europeas.

Incluso, y esta es una señal a favor del futuro de la UE, el hecho es que británicos y europeos están más predispuestos hacia una inmigración de conciudadanos europeos, que hacia una inmigración de no europeos. Éstos últimos, con sus diferencias culturales y religiosas más marcadas, en el pasado han encontrado más difícil la integración exitosa en las sociedades europeas.

Una reciente encuesta del Eurobarómetro encontró que “Casi 6 de cada 10 europeos (58%) son favorables a la migración de gente de otros estados miembros de la UE. De todas formas, la misma proporción no es favorable a la inmigración de gente que viene de fuera de la UE.” Los números son similares en el Reino Unido: 49% de los británicos dijeron que se sienten “bastante o muy favorables” a la inmigración desde la UE, a diferencia del 53% que se dijo “bastante o muy desfavorable” a la inmigración desde fuera de la UE.

Estos dos hechos – que la mayoría de la inmigración hacia al Reino Unido no ha sido desde la UE, y que los británicos son más favorables a la inmigración desde la UE que desde fuera de ella – sugieren una extraña conclusión: que la UE fue víctima de daño colateral, o incluso usada como chivo expiatorio, de las frustraciones de los británicos hacia las leyes de su país acerca de la inmigración no europea.

Segunda lección: La salida del Reino Unido es una señal del declive del atractivo de la UE.

Otra realidad es que si la élite británica estaba dispuesta a jugarse su continuidad en la UE en un referéndum, es porque no consideraban a la UE un socio suficientemente atractivo por el cual se hubiera hecho absolutamente todo para quedarse. De hecho, el porcentaje de la UE en el PIB mundial se ha reducido constantemente durante décadas.

Entre 1999 y 2014, el porcentaje de la UE en las exportaciones británicas ha caído de 54,8% a 44,6%. Simplemente dicho, la élite británica creyó que el Reino Unido podría salir bien librado cultivando relaciones con un creciente y más marginal mundo no europeo.

Todo esto es una declaración aleccionadora para los europeos: sin un cambio decisivo en las reglas y perspectivas sociales, ellos continuarían a rechazar, primero de manera relativa y después de manera absoluta, un crecimiento más marginal en los negocios mundiales y serán incapaces de controlar su propio destino.

Como mínimo, la UE necesitará restaurar su atractivo económico encontrando una solución durable a la crisis de la Eurozona. Es verdad que la inestabilidad diaria ya no es un rasgo en la vida diaria de dentro de la Eurozona y que grandes avances han sido hechos. Chipre, Eslovenia, Irlanda, Portugal, España e Italia, han visto todos una mejora en sus normas económicas, como lo muestra el IGS, reflejando tanto reformas económicas a nivel local, como mejoras en la gobernanza de la Eurozona en su conjunto.

Aunque por ahora, todo esto sigue corriendo el riesgo de ser muy poco, y de llegar muy tarde. La recuperación ha sido débil y frágil, y podría no ser sostenible. El factor tiempo es fundamental ahora que Europa enfrenta, económicamente, no solo una década perdida desde 2008 sino tal vez varias décadas, pues su fuerza laboral se reduce con la jubilación de la generación del "baby boom" que no tuvieron hijos.

Además, mientras la nueva gobernanza de la Eurozona – esencialmente endurecer las reglas contra el déficit y otorgarle más poder a la Banca Central Europea (BCE) – ha llevado a grandes mejoras en la situación económica, también ha agravado el déficit democrático de los países de la zona euro. Políticos elegidos en el nivel nacional tienen menos voz respecto al presupuesto de sus países, y los observadores se han quejado desde hace mucho tiempo acerca de la flagrante omisión democrática del BCE.

Una especie de gran acuerdo en la Eurozona – especialmente entre norte y sur – es necesario si la unión monetaria se decide a abordar estos desafíos. El economista Thomas Piketty ha propuesto la creación de un Parlamento de la Eurozona, que podría decidir por mayoría democrática las cuestiones de políticas económicas, como la reforma del mercado laboral y los niveles de déficit. Ésto, unido a la Hacienda de la Eurozona y a garantías contra el déficit cíclico en el gasto, aseguraría el refinanciamiento a bajo costo de los gobiernos y una gradual reducción de la deuda. Lograr esto, que sin duda requeriría un cambio en los tratados europeos, es sin duda más fácil decirlo que hacerlo.

Tercera lección: La salida del Reino Unido es una oportunidad para la defensa Europea

La salida británica cambiará significativamente la naturaleza de la Unión. El impacto económico será significativo. Pero también tendrá ventajas.

Tradicionalmente, Londres ha querido reducir Europa a una gran área de libre comercio. En ese sentido, los gobiernos británicos han buscado limitar la integración política y han pujado por un máximo otorgamiento de membresía a nuevos países.

Sin el Reino Unido, debería ser más fácil lograr avances en varias áreas normativas, especialmente en defensa. Los líderes europeos no han sido lentos en hacer proposiciones audaces en esta área. Italia recientemente ha sugerido la creación de una “fuerza multinacional europea” como parte de un “Schengen de la defensa” para luchar contra el terrorismo y estabilizar zonas en crisis. También en Europa Central, algunos líderes han hecho llamamientos para un ejército europeo, aunque allí el énfasis es diferente, reflejando más bien preocupaciones regionales.

En verdad, desde el intento fallido de la Comunidad Europea de Defensa en 1954, las iniciativas militares europeas han sido tantas como ineficaces. El problema es de soberanía: nadie propone la creación de un comandante en jefe, parecido al presidente de los EEUU, para decidir el uso de una sola fuerza. Como resultado, cualquier avance se vuelve dependiente de un acuerdo de todas las partes involucradas y de decisiones nacionales que delegarían fuerzas nacionales, lo que hace que volvamos al punto de inicio.

Sin embargo, un ejército europeo podría posiblemente ser creado para misiones consensuales muy particulares. Los europeos consideran hoy a la inmigración y al terrorismo como los asuntos más apremiantes a los que se enfrenta la Unión.

Los guardias costeros y servicios de inmigración italianos y griegos están desbordados. Necesitan asistencia europea. Esto es algo que, tal vez, podría lograr un consenso y reconciliar a los europeos, tanto del norte y del sur, como del este y el oeste. Sin duda, ver la bandera europea izada por las guardias costeras o militares, compuesta de soldados y marinos de varias naciones trabajando para proteger a los europeos, contribuiría enormemente a la reconciliación de los ciudadanos con su Unión.

Por supuesto, los desafíos enfrentados por Europa son demasiado grandes para ser logrados solamente con este tipo de medidas. Los europeos necesitan preguntarse a sí mismos, más profundamente, si están dispuestos o no a tomar las decisiones necesarias para detener su declive y para volver a sus sociedades prósperas. Los líderes de la UE, por su parte, necesitarán reflexionar acerca de cómo reconciliar a la Unión con sus ciudadanos.

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