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El refugio ante la tempestad económica. En la isla de Naxos, Grecia.

Los griegos vuelven al campo

Mientras la huelga paraliza el país y los políticos deciden el destino de la economía más afectada de la eurozona, la gente se ve obligada a volver a las zonas rurales para sobrevivir. Así lo revela un reportaje sobre el terreno en la isla de Naxos (archipiélago de las Cícladas).

Publicado en 19 octubre 2011 a las 14:00
Elias Fils  | El refugio ante la tempestad económica. En la isla de Naxos, Grecia.

"La gente está volviendo a las granjas de aquí, abandonadas desde hace años, para poder cultivar patatas, coles y verduras y sobrevivir a la crisis", afirma Petros Citouzouris, mientras poda sus vides en la parte alta de las montañas de Naxos, la isla más grande de las Cícladas. La catástrofe financiera en Grecia está llegando incluso a las partes más aisladas del país. Señalando los bancales recién cultivados cerca de una gran leprosería abandonada en Sifones, Citouzouris comenta que desde que comenzó la crisis "los albañiles y los mineros en paro, así como los pensionistas, han empezado a regresar a las granjas familiares que heredaron hace una generación y que nunca trabajaron". Afirma que 10 de las aproximadamente 20 granjas cercanas pertenecen a estos nuevos vecinos recién llegados. "No podrán cultivar lo suficiente como para vivir de la agricultura, pero les ayudará a salir del paso", comenta.

Los turistas han seguido llegando este año, pero el resto de la economía sigue hundida. El desastre económico afecta a todas las partes de Naxos, lo que crea un estado de ánimo que va desde la ansiedad medio disimulada, a la desesperación declarada y un temor general a que, aunque las cosas estén mal hoy, mañana estarán peor. La isla sigue siendo extraordinariamente bella, repleta de ruinas de la antigua Grecia y torres venecianas, con sus pueblos blancos y sus bancales regados sobresaliendo en las laderas de las montañas que se elevan sobre profundos valles verdes. Los olivares y los viñedos brotan en esta tierra fértil que lleva atrayendo a pobladores desde hace 5.000 años.

En contra de los mitos que existen en el norte de Europa sobre los griegos que disfrutan de la buena vida irresponsablemente a costa de los bancos extranjeros y los préstamos de la UE, lo que más sorprende de las 18.500 personas que viven en Naxos es lo duro que trabajan. Muchos han tenido siempre más de un trabajo, ninguno de ellos bien pagado. Por lo general, los obreros de la construcción también han sido agricultores y han tenido ovejas, cabras, olivares y viñedos. El dinero extra a menudo lo destinan a pagar la educación de sus hijos, para que puedan ir a la universidad.

Jóvenes cualificados sin empleo

Estas expectativas ahora se hunden. Naxos está repleto de jóvenes altamente cualificados pero sin empleo, que no encuentran trabajo de ningún tipo. "Los jóvenes suplican que les den un trabajo", afirma Manoulis Koutelieris, un constructor que aún emplea a 10 personas. "Anoche me llamó una persona llorando, pidiendo un trabajo". Comenta que la tasa de desempleo oficial de la isla es del 20 por ciento, pero que cree que la cifra real está en torno al 35 por ciento. El impacto de la crisis es gradual, pero inexorable. Cuando se marchan los turistas, nadie gasta dinero y las tiendas y las tabernas están vacías.

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Puede que se estén diluyendo las ambiciones de la clase media, pero hay otros que viven una situación peor. Los recortes del gasto gubernamental han afectado a los que antes apenas podían llegar a fin de mes. En una estrecha casa de la población de Naxos, Irene Polykretis explica que tanto ella como su marido Panagiotis, pescador, siempre han sido pobres. "Cuando era pequeña no podíamos comprar ni una aspirina", nos cuenta. Gracias a su dote, que fue una pequeña barca de pescar, Panagiotis ganaba lo suficiente para mantener a su familia, porque además tenía un trabajo de barrendero en el puerto. Pero hace poco vivieron una serie de calamidades. La barca sufrió graves daños con la ola de una lancha motora y Panagiotis no puede pagar las reparaciones. Su hijo resultó herido en el mismo accidente y no puede trabajar. Entonces, el Gobierno decidió que el subsidio familiar que pagaba a Irene era excesivo y dejó de pagar hasta finales de año. Panagiotis no oculta su amargura. "Nadie nos ofrece ayuda", afirma. "Para ellos sólo somos basura".

Aún es limitado el número de habitantes de Naxos cuyas vidas se han hecho pedazos, pero las malas noticias no han cesado. Se recortan los sueldos de los empleados estatales y los pensionistas. La mayoría de habitantes de Naxos son propietarios de sus casas y esperan con pavor cuánto tendrán que pagar con el nuevo impuesto sobre la vivienda. "El Gobierno ha encontrado aquí un auténtico filón de oro", afirma el propietario de una casa con tristeza. El nuevo impuesto se recaudará a través de las facturas de electricidad, con la amenaza implícita de que si no se paga, se cortará el suministro eléctrico.

Los bancos son los responsables

¿A quién echan la culpa en Naxos? El teniente de alcalde de Naxos, Dmitris Lianos, culpa a los bancos por conceder préstamos baratos a todo el mundo y comenta: "Los bancos contribuyeron a que los griegos se volvieran locos. Ofrecían préstamos para celebrar Navidad y para irse de luna de miel. Estábamos viviendo en un mundo de fantasía, irreal". De momento, los bancos por lo general no están presionando para que se paguen los préstamos, pero la gente tiene miedo por lo que pueda ocurrir cuando lo hagan.

En general, en Naxos hay una sensación de que cada vez circula menos dinero. La construcción es el único sector que se ha desplomado, pero todo lo demás parece frágil. Muchos negocios se realizan con dudosos pagarés que no se cobran y puede que no se lleguen a cobrar nunca. Manoulis Koutelieris afirma: "Tengo 30.000 euros en cheques que no puedo cobrar. ¿Qué puedo hacer? No puedes llevar a juicio a todo el mundo". Por todos lados se escuchan quejas por la excesiva burocracia. Yannis Karpontinis, propietario de una cantera de mármol, describe con pesar sobre un vaso de raki cómo lleva dos años sin poder abrir una cantera que pertenece a su familia, pero que, como la había alquilado antes, ahora necesita toda una nueva serie de permisos. Ante la situación de crisis, está intentando con cierto éxito ser autosuficiente y elabora su propio pan, su propio aceite de oliva, el vino e incluso el jabón.

Karpontinis ve a Grecia abocada hacia un inevitable desplome económico y social. "De momento, la clase media pagará más impuestos porque temen la quiebra del Estado y la pérdida de sus depósitos bancarios", comenta Diskalakis. "Pero en el momento en el que sientan que la bancarrota se va a producir de todos modos, dejarán de pagar y entonces se revelarán contra el Gobierno".

Desde Atenas

Pulso entre sindicatos y Gobierno sobre la austeridad

Mientras los Veintisiete se preparan para discutir el próximo 23 de octubre una posible quita de la deuda griega, desde ayer a medianoche y durante 48 horas “Grecia está paralizada” recoge Ta Neael 19 de octubre. Por la mañana, la huelga general convocada por los sindicatos — la quinta desde comienzos de año — ha tenido un alto seguimiento, según señala el diario ateniense: “Los barcos y los trenes no salen, los colegios, las oficinas públicas, los bancos e incluso los comercios privados están cerrados. La lista es larga: esta vez los griegos están convencidos de seguir adelante con el movimiento pase lo que pase hoy. Se manifiestan contra la austeridad, contra los impuestos y contra el ataque a sus conquistas sociales”.

Para el Gobierno ha llegado “la hora de la verdad”, sugiere el To Vima,que, por su parte, observa que “numerosos manifestantes quieren destronar a los socialistas del poder”, acusados de estrangular al país para satisfacer a sus acreedores internacionales. “Los griegos organizan huelgas todos los días y el país no puede funcionar así”, añade: “los funcionarios han tomado los ministerios en los que trabajan, la gente no puede pagar las facturas y rehúsan hacerse cargo de los nuevos impuestos; con respecto a los que no pueden hacer huelga, ralentizan su actividad”. Y durante este tiempo, “montañas de basura siguen llenando la capital”, ironiza To Ethnos, porque “nadie quiere recogerla y las emanaciones tóxicas representan una amenaza para los niños”.

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