Lisbeth Salander, la heroina de la saga, encarnada en la gran pantalla por Noomi Rapace.

Millenium, un espejo deformante

¿Existe aún la socialdemocracia sueca o ha sido definitivamente asesinada por la saga Millenium, que describe una sociedad corrompida, sombría y violenta? El biógrafo de Stieg Larsson ha planteado esta pregunta a otros dos expertos de la novela negra local.

Publicado en 6 julio 2010 a las 15:22
Lisbeth Salander, la heroina de la saga, encarnada en la gran pantalla por Noomi Rapace.

¿Tiene acaso el británico medio una imagen anticuada y estereotipada de Suecia? Por desgracia, debo admitir que sí. Eso es lo que he descubierto escribiendo un libro sobre un hombre que nunca he conocido. Antes de fallecer prematuramente a la edad de 50 años, en 2004, Stieg Larsson firmó una trilogía policíaca excepcional (Millenium) cuyo primer volumen se titulaba "Los hombres que no amaban a las mujeres", tres libros que continúan batiendo todos los records de ventas en el mundo entero en sus diferentes traducciones.

Cuando, para escribir mi libro, evocaba la vida y obra de Stieg Larsson junto a otros autores británicos, me sobrevenían sistemáticamente las mismas imágenes de Suecia: el país de IKEA, de los entrenadores de fútbol, de Abba y de la libertad sexual absoluta, esta última evocación iba acompañada siempre de una sonrisa envidiosa. Igualmente he oído de boca de otras personas no suecas hablar de un estereotipo intelectualmente más respetable, el de un país admirado por su Ingmar Bergman y su socialdemocracia.

Una visión paranoica de Suecia

Recientemente, fui invitado a participar en un coloquio titulado “Stieg Larsson y la literatura policíaca sueca”, presidida por el embajador. Entre mis eminentes colegas presentes se hallaba uno de los autores más destacados de novela policíaca nórdica, el gran Håkan Nesser, creador del personaje del comisario Van Veeteren, así como Johan Theorin, a quien la angustiante Skummtimmen (La hora de las sombras) le ha valido el prestigioso Dagger Award de la Crime Writers Association el pasado año, y la editora de Stieg Larsson, Eva Gedin. En el escenario hacía un calor asfixiante, pero la temperatura subió más aún cuando parecía ponerse en tela de juicio la sombría imagen de Suecia tal como la retratan las obras de Stieg Larsson (donde la corrupción invade todos los estratos del poder: desde la justicia a la policía y los servicios secretos, pasando por los centros psiquiátricos).

A través de la mirada de Stieg Larsson, el lector extranjero descubre una imagen negativa y desconocida de Suecia. “La Suecia de Stieg Larsson no tiene nada que ver con la Suecia que yo conozco”, afirma Håkan Nesser. “Pero si se escarba en profundidad, se encontrará la oscuridad tarde o temprano, sea cual sea el terreno o el país en el que se escarbe”. ¿No se adhiere entonces éste a la visión paranoica de la Suecia de Stieg Larsson? “No se trata de eso. Yo diría que Stieg ha escrito sus libros tomándose ciertas libertades artísticas. Por un lado, él estaba más implicado en los rincones más secretos de la sociedad sueca que yo, allá donde los individuos más apreciados y poderosos son también los peores bandidos”. Sonríe. “Y, por supuesto, siempre es agradable leer historias sobre la teoría del complot, es la defensa del pobre. Es reconfortante ver la decadencia de un vecino podrido de dinero, ¿no es cierto?”

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Larsson se concentra en los pequeños defectos de los políticos

Más flemático que Nesser, Johan Theorin se muestra más benévolo con la Suecia de Stieg Larsson. “Los caracteres de los protagonistas, la sexualidad y la violencia están desde luego exacerbadas. Yo he tenido la ocasión de conocer hombres que recuerdan un poco a Mikael Blomkvist (el periodista de la saga), pero nunca he oído hablar de nadie en Suecia tan aterrador como Lisbeth Salander (el otro personaje principal, una joven autista genial y ultraviolenta)”. El escritor sonríe y prosigue: “El escritor Anthony Burgess sostenía que los escandinavos son el pueblo más estricto con las normas en todo el mundo. Burgess viajó por todo el planeta por lo que sabía de lo que hablaba. ¡Y asociaba esta actitud de alguna manera con el hecho de que los escandinavos no creen en Dios!” “Los suecos confían de buena gana en los demás y los demás confiamos de buena gana en ellos. En cambio, Stieg Larsson formaba parte de aquella prensa que escruta constantemente las actuaciones del Estado, con lo que se podía concentrar en los pequeños defectos de los políticos en lugar de ver que, en su conjunto, todo funciona bastante bien”.

Me aventuro a plantear otra cuestión: es posible que el ideal socialdemócrata no esté presente en las obras de Stieg Larsson, pero, ¿lo está aún en el mundo real? Johan Theorin lo duda. “En un año electoral como el presente, en que vamos a elegir un nuevo gobierno en septiembre, el ideal socialdemócrata vuelve a salir a la palestra, aun cuando, después de todo, haya que reconocer que Suecia sigue siendo un país muy equitativo en lo que respecta a la salud y la enseñanza superior. Al mismo tiempo, es obvio que Suecia se ha convertido en un país capitalista europeo igual que los demás”. Cuando pregunto a Håkan Nesser y Johan Theorin si los suecos están orgullosos de Stieg Larsson, Håkan Nesser esboza su famosa sonrisa forzada y responde: “Sí, pero a la gente le gustaría que hubiera siempre un autor de novelas policíacas de izquierdas como Stieg. Aunque la gente también está orgullosa del grupo Abba, lo que es peor”.

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