“El mar es amargo. Y también el trabajo es amargo si los mayoristas se comen todas las ganancias”. Así recitaba la voz narradora de la película La tierra tiembla, de 1948. El film de Luchino Viconti relataba la injusticia sufrida por los pescadores sicilianos de un pequeño pueblo de la Catania, que lucharon para no perder a sus familias porque los mayoristas de la pequeña comunidad costera mantenían muy bajo el precio del pescado recién capturado.
A setenta y cinco años de distancia, las dinámicas económicas de la aldea global actual se ha hecho más complejas, la pesca se ha industrializado y los conocimientos científicos sobre su impacto en el Mediterráneo han hecho sonar las primeras alarmas. El mar sigue siendo amargo para muchos pequeños pescadores de los 22 países ribereños, pero también para el mismo ecosistema marino cuyo stock de peces es, en gran parte, sobreexplotado.
En Mazara del Vallo, en agosto de 2022, el capitán y armador Mimmo Asaro se desahogaba sobre la situación de los pescadores de camarones mazareses, cuya flota de arrastreros se ha reducido drásticamente en los últimos años. "Si las leyes de la UE no nos matan, todavía tenemos la intención de vivir aquí [de la pesca, NDLR]. Queremos respetar el mar, pero lo que nos molesta es que los países de fuera de la UE no respetan las mismas leyes. Trabajan doce meses al año. Nosotros aquí paramos y ellos allí siguen pescando. Hay comerciantes italianos que venden desde Túnez a un precio más bajo que nosotros”, cuenta desde la cubierta de su pesquero. "Es competencia desleal. Están todos contra nosotros".
A 160 km y a algunos meses de distancia, en la otra parte del Canal de Sicilia, Ashraf Hammami, armador y exportador de pescado tunecino, ofrece a su vez una visión harto diferente de su negocio, establecido en el puerto de Kelibia, ciudad portuaria en el noreste de Túnez: “Los mazareses se quejan del privilegio que han perdido. Sicilia ya no es competitiva con el congelado a bordo [típico para los crustáceos, como las gambas, NDLR]. Antes los tunecinos las teníamos que vender a los mazareses que luego las revendían. Pero ahora no, por eso se quejan. Ya no estamos en los años cincuenta, cuando sólo los mazareses tenían barcos. El sol, si sale, sale para todos. Si falta pescado, falta para todos".
Los dos empresarios que compiten por pescar en las profundas aguas internacionales del Mediterráneo central coinciden, sin embargo, en un punto: necesitamos una parada biológica respetada por todos, de lo contrario muchas especies marinas, incluidas las más rentables, corren el riesgo de desaparecer. Ambos han dedicado toda su vida a vivir del mar: el capitán Asaro fue detenido tres veces en la década de 1990, en el golfo de Gabes, por pesca de arrastre en aguas tunecinas. En 1978 el padre de Ashraf trajo a Túnez el primer barco de pesca industrial con congelación a bordo, comprado en Mazara del Vallo. “Aprendimos la pesca de arrastre de los mazareses. Explotamos juntos la misma zona”, añade Ashraf.