Por una política con la mano tendida

75 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, ¿qué vía tomará Europa a la luz de la crisis de la COVID-19? ¿Se dejará guiar sumisa por las grandes potencias después de siglos de dominación o se convertirá en una fuente de inspiración para la humanidad?, plantea el politólogo Franck Gouéry.

Publicado en 6 julio 2020 a las 10:53

A lo largo de los años, Europa ha contribuido generosamente a un proceso de globalización que data de la era de los descubrimientos, pero en poco tiempo, se ha visto fuertemente afectada por la pandemia y ahora se prevé una recesión histórica. Nada impide que los planes de la Comunidad europea de la Salud, propuesta en 1952, reaparezcan. Sin embargo, en el plano económico, de nada servirá esperar un nuevo plan Marshall de Estados Unidos.

No estamos comenzando desde cero, los arquitectos de Europa erigieron un hogar europeo común donde reinan la paz, la libertad, la democracia, la prosperidad, el Estado de derecho y una cierta solidaridad. Estos arquitectos, determinados, cuyas convicciones nacieron del trauma común de los horrores de la guerra y que habían sobrevivido a los campos de exterminio, habían sabido resistir, y sus ideales y valores constituyen hoy el esqueleto de la Unión Europea. «Nada es posible sin las personas, pero nada subsiste sin las instituciones», explicaba Jean Monnet, quien ya había imaginado nuestra organización actual: una Comisión europea prioriza el interés general europeo común y presenta sus propuestas a los ministros de los Estados miembros (el Consejo) y a los representantes de los ciudadanos (el Parlamento Europeo) bajo el control de un Tribunal de Justicia. Esta concepción revolucionaria de soberanía común en aras de un mejor uso del poder nos ha permitido unir pacíficamente 27 países del continente, aplicar políticas comunes (la agricultura, el programa Erasmus, el comercio, la moneda común, el GPS europeo Galileo, la investigación, etc.) y crear regulaciones que han inspirado al mundo entero (la protección de datos, la eficiencia energética, etc.).

En 1872, Victor Hugo escribió «Sin duda alguna, esta gran construcción, la República europea, la conseguiremos», pero ahora, nuestra Unión Europea necesita progresar para garantizar nuestra autonomía y nuestro poder. Ha llegado la hora de que nuestra generación se ponga a la altura del legado europeo. En lo que respecta a la fiscalidad, el presupuesto, las políticas exteriores y el aspecto social, es necesario que la UE decida principalmente por mayoría (cualificada), ya que la unanimidad no es democrática y nos frena. Para poder avanzar, dinamizar nuestra industria y concretar una solidaridad que llegue a todos, nuestra capacidad económica común debe multiplicarse (nuestras inversiones europeas representan el 1% de nuestra riqueza, frente a un 24% en el caso de Estados Unidos) y la UE debe poder endeudarse. La Europa solidaria que tiende la mano debe sin duda estar complementada por aquella que la esconde, para reavivar la esperanza de aquellos pueblos que están a punto de perderla. Por ejemplo, se podría crear un seguro común de desempleo o una reserva europea supranacional de servicios que puedan ser movilizados en tiempos de crisis (médicos, bomberos, etc.). Nuestro lema, «Unida en la diversidad», podría completarse de esta manera: «Unida en la diversidad y en la solidaridad». Nosotros, los europeos, tenemos los medios necesarios para mantenernos unidos sin ser uniformes, para ser solidarios en vez de solitarios, para ser demócratas en lugar de «vetócratas». Solo nos falta encontrar nuestra «alma», una ambición universal a la altura de nuestra historia.

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La COVID-19 ha puesto nuestra vulnerabilidad al descubierto, por lo que tendremos que anticiparnos a las crisis de las que nos han advertido los científicos. De todas estas, el cambio climático es la más aterradora, ya que si no cambiamos de dirección, se traducirá en el colapso de ecosistemas, la aparición de grandes zonas inhabitables y el fin de la agricultura. He ahí la razón por la que la UE debe movilizar urgentemente todos sus instrumentos de reactivación económica y endeudamiento para luchar contra el calentamiento global mediante una transición libre de CO2 y justa. Tenemos una oportunidad histórica para hacerlo, así como un deber para con las generaciones más jóvenes, de quienes tomamos prestado estos presupuestos. El «nunca más» unificaba a nuestros antepasados y el «de ningún modo» del cambio climático incontrolable une a los europeos de hoy (un 93%, según una encuesta).

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Hace exactamente 70 años, nos reuníamos para discutir la gestión común del carbón con el fin de conservar la paz entre los países europeos. Ahora Europa debe unirse para llegar a una «descarbonización» total en 2050 con el fin de no solo salvar a los ecosistemas, sino también convencer e inspirar al resto del mundo para que se pase a la acción. Sin ecosistemas protegidos la Humanidad no resistirá y no habrá prosperidad alguna. Igual que Ulises después de su larga odisea, la civilización europea solo podrá subsistir si logra superar esta última prueba, con lo que obtendrá el reconocimiento mundial.

Franck Gouéry, profesor en Sciences Po Paris, autor del libro Le voyage d’Érasme, si l’Europe m’était contée (Non Lieu, 2019). Le Soir, 23/05/2020 a las 15:00

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