Fotograma de la película "Morir como un hombre", de João Pedro Rodrigues.

Portugal: Acción y...¡corten!

La joven guardia del cine portugués ocupa un lugar destacado en los festivales internacionales. Pero en su país, donde el Estado se desentiende de la cultura como consecuencia de la crisis, los pequeños productores son cada vez más frágiles.

Publicado en 25 julio 2012 a las 15:08
Rosa Filmes  | Fotograma de la película "Morir como un hombre", de João Pedro Rodrigues.

“¿Qué sería del mundo sin el cine portugués?”. Cineastas, productores y críticos se reunieron en una mesa de debate a las afueras de Oporto para responder a esta pregunta, mitad provocadora, mitad inquietante. Sus respuestas fueron diversas. La idea de invitarles a este debate surgió del festival de Vila do Conde, uno de los más importantes dedicados al cortometraje en Europa, que del 7 al 15 de julio celebraba su vigésima edición, en un ambiente de euforia crispada y repleta de las paradojas de una creación nacional en ebullición y, al mismo tiempo, en crisis.

El denso programa del festival era un reflejo de la explosión de vitalidad y de creatividad. Lo mismo que se percibe en las selecciones de los principales festivales. Como la creatividad de João Pedro Rodrigues (Morir como un hombre), que en mayo presentaba en Cannes un cortometraje suntuoso y que competirá en agosto en Locarno con su nuevo largometraje. Ese cine que en febrero cosechaba en Berlín tanto el Oso de Oro al mejor cortometraje, con Rafa, de João Salaviza, vencedor de la Palma de Oro hace tres años, y el premio a la innovación, otorgado al magnífico Tabú, de Miguel Gomes, distribuido ya en 46 países.

“Es un año cero para el cine portugués”

Sin embargo, el productor Luis Urbano, hace un gesto de duda. Desde hace varios meses, la microgalaxia de su producción está al borde de la asfixia. La política del nuevo Gobierno de derecha, en el poder desde hace un año, ha adoptado un populismo reacio a cualquier acción a favor de las artes, hasta el punto de suprimir el Ministerio de Cultura y de congelar las subvenciones del ICA, el Centro Nacional de Cine Local, cuyas cajas están vacías.

"Históricamente, el Estado nunca ha destinado directamente dinero a las películas", explica Urbano. "El sistema antiguo, que ya no funciona, se basaba en un mecanismo que consistía en aplicar impuestos a la publicidad en la televisión para financiar el cine". Entonces, la ley beneficiaba a partes iguales a la creación y a la acción de la extraordinaria filmoteca de Lisboa, pero la evolución del mercado y luego su hundimiento debido al contexto económico acabaron con el sistema.

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La crisis que sufre el sector es doble. No han llegado a pagarse las ayudas concedidas a los proyectos en los últimos dos años. Y el ICA, congelado por el Estado, este año no ha convocado ningún concurso de subvenciones. “Es un año cero para el cine portugués”, diagnostica Urbano. Su empresa, O Som e a Fúria, principal pilar del nuevo cine de autor lisboeta que ahora produce también las películas de Manoel de Oliveira (que proyecta rodar su próximo largometraje en Brasil a sus casi 104 años), reposa en cimientos lo bastante sólidos para no encontrarse amenazada a corto plazo. Pero a su alrededor, muchos productores más frágiles echan el cierre, mientras a que los actores, realizadores y técnicos les golpea un empobrecimiento fulgurante.

“A principios de año, estábamos muertos"

El azar en el calendario quiso que la víspera de la apertura del festival, el Parlamento finalmente votara el proyecto de una nueva ley para el cine, con la que se replantean los recursos y se descongela la creación. Este verano se negociará cómo se aplicará esa ley, que en estos momentos se está sometiendo a examen, y, finalmente, entrará en vigor tras el periodo estival. Pero de momento nada asegura que el dinero vuelva a fluir en el sistema antes de finales de año.

Si bien casi todo el mundo ha acogido de buen grado las nuevas medidas, no por ello decae el enfado hacia al poder. Muchos tachan de oportunista al Gobierno, que carece de política cultural y para el que esta nueva ley, ideada y dejada a un lado por la izquierda pero retocada y votada por la derecha, constituye el medio de salvar la cara sin soltar ni un céntimo de dinero del Estado.

“A principios de año, estábamos muertos", asegura el cineasta João Nicolau. "Los premios obtenidos por Salaviza y Gomes fueron como un milagro inesperado. El poder se vio obligado a reaccionar, incapaz de negar la proyección internacional de Portugal gracias a su cine”. “De repente, era como si hubiéramos ganado medallas en los Juegos Olímpicos”, se burla Miguel Gomes. Cuando fue premiado en Berlín por Tabú, rindió homenaje a la "nueva ola" portuguesa iniciada hace precisamente cincuenta años: “Gracias a esa tradición, [...] nos beneficiamos de una tradición incomparable de libertad, que ahora está en peligro y que únicamente sobrevive por la posibilidad de nuestras películas de viajar”. Por ello, la mesa redonda podía responder a la cuestión preliminar con otra pregunta: “¿Qué sería del cine portugués sin el resto del mundo?”.

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