En el concurso de Eurovisión de la semana pasada Israel estuvo representado por una cantante árabe y una judía que interpretaron un tema por la paz. La canción, titulada There Must Be Another Way (“Tiene que haber otra manera”), cuya letra está escrita en árabe, hebreo e inglés, reclama la coexistencia pacífica en Oriente Medio con estrofas como: “Y cuando lloro, lloro por los dos. Mi dolor no tiene nombre. Y cuando lloro, dirijo mi llanto al despiadado cielo y exclamo: tiene que haber otra manera…”
Lo normal sería que esto diese pie a alzar la mirada al despiadado cielo y reírse de las absurdas pretensiones de un par de estrellas del pop, pero el caso es que la canción me recordó una conversación que tuve con un palestino llamado Saad al que conocí en Ramala el mes pasado. Saad consiguió llamar mi atención cuando me dijo que tenía la solución para el conflicto entre Israel y Palestina: La Unión Europea tenía que admitirles a ambos como estados miembro y así se eliminarían los motivos de conflicto entre los dos países, quedando absorbidos en una nueva identidad nacional europea que se superpondría a los actuales parámetros del conflicto. “Tenemos que cambiar el paradigma”, comentaba Saad. “Tenemos que elevar la situación a un contexto supranacional.”
Cuando le comenté que su plan tenía un pequeño fallo, pues Israel en realidad no está en Europa, me contestó que “Israel ya juega en los torneos más importantes de Europa y participa en Eurovisión, y Palestina recibe un sueldo de la UE”. Yo repliqué que la idea era bastante absurda ya que Israel y Palestina tienen identidades propias bien definidas. Él estaba de acuerdo con la cuestión de la identidad, pero sugirió que la posibilidad de obtener la nacionalidad y convertirse en un miembro de la UE tendría un efecto inmediato.
Darse cuenta de los beneficios que derivarían de formar parte de la UE sería un factor fundamental para transformar la identidad de ambas naciones. Actualmente, obtener la ciudadanía de cualquier país de la UE se ha convertido en la aspiración de muchos a ambos lados de la frontera. El valor añadido de esta solución, se defendía Saad, es que no habría una transferencia inmediata de población: la gente se quedaría en la zona en la que resida actualmente al darse cuenta de que puede salir y entrar libremente de ella.
Saad afirma que las consecuencias de ser miembro de la UE se notarían inmediatamente: “Los israelíes no tendrían que ser soldados toda la vida y los palestinos no se verían en la necesidad de luchar por la libertad. La posibilidad de un futuro mejor para las dos generaciones, que actualmente empuja a los palestinos a pedir asilo en países europeos y a los israelíes a sacar a relucir la ascendencia para reclamar la ciudadanía europea, contribuiría a aceptar esta identidad nueva”. Además, la aplicación de leyes y de medidas contra el desempleo así como la mejora de la situación económica tendrían un impacto positivo en toda la comunidad.
La idea de libertad y de ser libre también tendría un impacto grandísimo en la personalidad y la mentalidad de los que viven allí. “Seríamos todos ciudadanos”, explica Saad. “Los palestinos no son ciudadanos, la ley israelí considera que todos los palestinos de Cisjordania y de la Franja de Gaza son habitantes. No habría restricciones a la libre circulación. La gente podría trasladarse de una zona a otra y a Europa.”
Otra de las implicaciones de esta medida sería que los extremistas se quedarían sin la excusa del conflicto entre Palestina e Israel para poder continuar con las hostilidades. Palestina también pasaría de ser un país en vías de desarrollo a un país desarrollado, en vez de recibir ayuda se convertiría en una parte del proceso de generación de riqueza. Israel encontraría la tan anhelada seguridad y empezaría a funcionar como una sociedad normal.
La verdad es que el plan no me convenció cuando me lo contó por primera vez, y sigo sin estar convencido de que alguna vez se lleve a cabo, pero la idea me fascina. El concurso de Eurovisión de la semana pasada y las elecciones europeas del mes que viene me han hecho recordar la conversación con Saad, igual que la canción de Israel, su mensaje para los que buscan una solución al conflicto entre Israel y Palestina es que tiene que haber otra manera.