La guerra está teniendo lugar en uno de los territorios más industrializados y contaminados del mundo. El legado de la industria pesada soviética ya era una catástrofe para la salud pública, pero la invasión rusa amenaza con destruir los sistemas naturales de los que dependen los habitantes de estas regiones. Las consecuencias ecológicas del conflicto son un recordatorio de que la violencia se seguirá sintiendo durante mucho tiempo, más allá del fin de la lucha.
La guerra contamina, sobre todo cuando destruye industrias peligrosas. Entre 2014 y 2022, el conflicto en el Donbás, una región muy industrializada situada al este de Ucrania, ha perjudicado el medioambiente y la salud pública de los habitantes de la zona. La invasión a gran escala de Ucrania iniciada por Rusia, junto con la toma de poder de las centrales nucleares y los ataques a ciudades, centrales térmicas y fábricas con instalaciones peligrosas incrementan drásticamente la amenaza de una catástrofe medioambiental y sanitaria. Conforme la guerra se va desarrollando, la verdad se resiente. La imposibilidad de efectuar controles medioambientales in situ unida a la desinformación disminuyen nuestra capacidad para entender y limitar el daño ambiental.
Desastre medioambiental en Ucrania
Además de las numerosas víctimas y unos desplazamientos de personas nunca vistos desde la Segunda Guerra Mundial, la guerra tendrá unas consecuencias dramáticas para el medioambiente y la salud pública no solo en Ucrania, sino también en Rusia, Bielorrusia, Moldavia y gran parte de Europa del Este. Los daños medioambientales a largo plazo causados por la guerra pueden ser numerosos: desde contaminación persistente, hasta la pérdida de ecosistemas, suelos fértiles y medios de vida, pasando por los efectos causados por desastres industriales a gran escala; algo muy probable en un país tan industrializado como Ucrania.
En 2013 y 2014, tras la oleada de protestas en Ucrania en respuesta a la abstención del gobierno de firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea, surgieron las protestas prorrusas en el Donbás, una región con una mayoría de hablantes rusos. Durante el 2014, con el apoyo y estímulo encubiertos de Rusia, las protestas y la ocupación de edificios gubernamentales en el Donbás escalaron hasta una guerra entre las fuerzas armadas de Ucrania y una milicia separatista apoyada por tropas y paramilitares rusos.
Si bien Rusia siempre ha negado su intervención, estableció un control de facto sobre zonas del Donbás colocando delegados, abasteciendo armas, y mediante la presencia militar. Desde la autoproclamación de la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL) en el Donbás, se han producido numerosas violaciones a los derechos humanos, como torturas y traslados forzados. Además de los bombardeos, que no han dejado de ocurrir durante los últimos ocho años, los habitantes de la zona han tenido que convivir con cortes en los suministros de electricidad, calefacción y agua potable.
Numerosas organizaciones ucranianas e internaciones (como Zoï Environmental Network, Ecoplatform, CEOBS, PAX, Environment-People-Law, Truth Hounds y la OSCE, entre otros) llevan años advirtiendo sobre las consecuencias medioambientales y sanitarias de la guerra del Donbás, la región formada por las provincias de Donetsk y Lugansk. Esta región, cuyo territorio alberga unas 4500 empresas mineras, metalúrgicas y químicas, ya estaba contaminada y es la cuna "de la carga ambiental provocada por el ser humano más importante de Europa" El ochenta por ciento de esas industrias poseen unas instalaciones peligrosas que suponen una amenaza para el medioambiente. En el Donbás se encuentran, además, 200 de las 465 instalaciones de almacenamiento de relaves de Ucrania, unos grandes pozos que almacenan los desechos industriales y las sustancias tóxicas de las industrias minera, química y energética intensivas de la región. Algunas de estas empresas e instalaciones se han abandonado por completo o se encuentran en mal estado. Y muchas de ellas se sitúan en las inmediaciones de la línea de contacto.
Desde que comenzó el conflicto, las minas abandonadas de carbón están inundando el Donbás de sustancias tóxicas, y en ocasiones radiactivas. Muchos riesgos medioambientales se originan por interrupciones repentinas en las producciones mineras: si se deja de bombear el agua de las minas, las galerías se llenan de agua tóxica y esta va subiendo hasta acabar contaminando la superficie y el agua potable. El agua tóxica de un pozo puede llegar al resto porque muchas galerías se comunican entre sí. Por ejemplo, en 1979 se produjo una explosión nuclear en la mina Yunyi Komunar (Yunkom) y se liberó gas atrapado. Las minas Luhanska, Proletarska y H.H, Kapustin probablemente también alberguen residuos radiactivos. Los informes sobre la inundación de la mina Yinyu Komunar, suscitaron temores de que el agua contaminada se mezclase con las aguas subterráneas y contaminase el agua potable. Los futuros accidentes medioambientales, como fisuras en las presas estas instalaciones podrían acabar contaminando el río Síverski Donets (la fuente principal de agua potable de una proporción del Donbás). En teoría, la contaminación transfronteriza podría extenderse hasta el mar de Azov y el mar Negro.
Estas amenazas para el medioambiente y la salud pública, que los informes nacionales e internacionales ya han constatado, aumentarán de manera significativa con la invasión de Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022. Varios días antes de la invasión rusa, unos cohetes MLRS Grad impactaron en la central térmica de Lugansk, en Schastia y causaron apagones y columnas de humo negro. El 13 de marzo, los bombardeos destrozaron varias naves de producción y tuberías de la central de coque de Avdiivka, la mayor productora de coque (un combustible utilizado principalmente en el sector industrial) de Ucrania.
Desde la década de 1980 y la financiarización de la economía, los actores financieros nos han mostrado que los vacíos legales esconden una oportunidad a corto plazo. ¿Cómo terminan los inversores ecológicos financiando a las grandes petroleras? ¿Qué papel puede desempeñar la prensa? Hemos hablado de todo esto y más con nuestros investigadores Stefano Valentino y Giorgio Michalopoulos, que desentrañan para Voxeurop el lado oscuro de las finanzas verdes; hazaña por la que han sido recompensados varias veces.
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