Tras haber analizado muchos programas políticos soporíferos durante estas elecciones europeas, me ha llamado la atención el comentario de un periodista que opina que “hay que tener la cara muy dura para tratar de diferenciarse de los partidos conservadores cuando se cuenta con miembros del Partido Laborista británico entre las filas del propio partido”, mucho descaro para asegurar que “ellos se rigen por el mercado; nosotros, por nuestros principios”.
Por si no fuera suficiente semejante tontería, los socialistas están frente a la total incapacidad de elegir un candidato a la presidencia de la Comisión, en gran medida por sus disputas y diferencias internas.
¿Cómo puede una formación que aspira al poder fracasar en la tarea de designar a un candidato que la lidere? La situación es completamente absurda y tendrá tres consecuencias importantes. En primer lugar, no habrá pugna alguna por acceder al que es uno de los puestos principales de la Unión Europea. Es probable que José Manuel Barroso tenga el respaldo no sólo de su propia agrupación, el Partido Popular Europeo, sino también el de algunos o todos los socialistas.
En segundo lugar, Barroso saldrá elegido a pesar de que no es necesariamente un buen candidato. La semana pasada Bruselas se escandalizaba por las afirmaciones de un columnista del Financial Times en este sentido:
“Lo más repugnante de la política europea es que parece inevitable que el presidente de la Comisión, el portugués José Manuel Barroso, renueve su mandato otros cinco años, cuando a lo que más se ha dedicado estos últimos años es a preparar la reelección en vez de cumplir con su cometido (...) En mi opinión, Barroso es uno de los peores presidentes que la Comisión haya tenido, un hombre vanidoso falto de valentía política.”
Curiosamente, de los miembros de instituciones comunitarias con los que he conversado, son pocos los que discrepan con estas declaraciones en su totalidad. No obstante, lo que de verdad es triste es que de entre más de 400 millones de europeos cualquiera diría que tan sólo hay uno capaz de presidir la Comisión. Es un dato increíble.
Por último, los socialistas, considerados individualmente en cada Estado miembro o agrupados a nivel europeo, están a medio camino entre la desorganización y la escisión. Esta realidad resulta cada vez más evidente. En el Reino Unido, por ejemplo, el Partido Laborista británico tiene poco o nada que ver con el socialismo desde hace años. Las disputas internas de los socialistas en Francia durante la campaña de las presidenciales del 2007 y en la elección del líder del partido de este año fueron terribles. Por si fuera poco, estamos inmersos en la peor crisis financiera desde los años treinta y los socialistas andan muy perdidos. Cuando deberían estar arrasando y poniendo a los partidos de centro-derecha fuera de juego, siguen perdiendo puntos en los comicios nacionales y europeos.
Es hora de que los partidos socialistas reflexionen sobre lo que son y lo que representan, y de que empiecen a asumir su responsabilidad al respecto. Si no son capaces de elegir a un candidato para un puesto de la UE, ¿cómo pueden esperar que la opinión pública les confíe la tarea de tomar decisiones políticas importantes?