A la crisis de la deuda soberana que asola la zona euro debe reconocérsele, al menos, un mérito: el de hacer evidente incluso ante los más reticentes que el simple hecho de compartir una moneda común, vinculada a un pacto de estabilidad, ya no basta, y que una gobernanza económica común se hace indispensable. Sin ella, son los mercados quienes dictan la ley y los estados se limitan a intentar contener los derrames, como sucede desde 2008.

Cuando se embarcaron en la aventura del euro, los dirigentes europeos probablemente no imaginaban la situación que estamos atravesando en estos momentos, si bien es cierto que, en aquel entonces, la deuda pública de los países de la zona euro estaba muy por debajo de la actual. Y si lo llevaron a cabo, es porque creyeron que sus sucesores encontrarían el medio de salir airosos de una eventual crisis.

Pero dichos sucesores parecen paralizados, como "conejos frente a los faros de un coche", según recogía recientemente The Economist. Por razones electoralistas, o aún peor, por falta de visión a largo plazo, se muestran incapaces de coger el toro por los cuernos o simplemente de darse cuenta de que se enfrentan a una elección radical: abandonar la moneda única o reforzar los poderes de la Unión, especialmente en materia fiscal.

Uno de los principales argumentos que esgrimen quienes se oponen a nuevas transferencias de competencias es que se verían privados de una de las principales manifestaciones de su soberanía. Sin embargo, tras la eclosión de la crisis, se ha visto que dicha soberanía ya está muy limitada: son los mercados, más que los votantes o los programas de los partidos, quienes dictan las políticas económicas de los Estados más frágiles, e incluso de algunos de los más sólidos.

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Italia es el caso más flagrante. Ante unas medidas anunciadas unos días antes por su Gobierno, el Banco Central Europeo no se mostraba convencido y casi ha dictado un plan de austeridad para el país.

En esta situación, ¿vale más ceder voluntariamente un poco de soberanía a las instituciones sobre las que existe un mínimo control democrático o es preferible ponerse en manos de los mercados, que se rigen por otras reglas bien diferentes?

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