Noticias De vuelta a España (1/3)
Juan Moreno y su familia en la década de los setenta.

Todo gira alrededor de la crisis

¿Qué está ocurriendo en España?, se pregunta Europa y sobre todo, Alemania. Der Spiegel pidió a uno de sus reporteros, hijo de inmigrantes españoles, que regresara al país de sus padres para investigar sobre los orígenes de la crisis.

Publicado en 8 agosto 2012 a las 14:07
Juan Moreno y su familia en la década de los setenta.

Hace unos meses, me entrevistó un tipo bajito, un presentador de la televisión española que nunca había visto, pero al que conocen todos los niños españoles: Jordi Évole. Solía ser el compinche del presentador de un programa nocturno de entrevistas. Nos conocimos una mañana fría y lluviosa de sábado, en la Puerta de Brandeburgo en Berlín.

Évole me pidió que hablara de Alemania, como hijo de inmigrantes españoles, pero sobre todo como alemán. Quería que explicara qué es lo que estamos haciendo bien los alemanes y qué están haciendo mal ellos, los españoles. Évole presenta uno de los programas de más éxito en la televisión española. Es periodista de investigación y además cómico. ¿Qué esperaba que dijera?

¿Que no se puede tomar en serio una economía cuando se basa en el sol, en las naranjas y en el exceso de urbanización de la costa mediterránea? ¿Que los clubes de fútbol españoles no tendrían que deber 750 millones de euros (915 millones de dólares) en impuestos pendientes? ¿Que, según el último estudio PISA realizado por la OCDE y que compara sistemas educativos de distintos países, los escolares de España no han mejorado, a pesar del récord en ingresos fiscales antes de la crisis?

He estado pensado mucho en esa conversación, en la crisis económica española y en si realmente sé cómo van las cosas en mi España natal.

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Mis padres eran agricultores andaluces que se marcharon a Alemania en la década de los setenta y trabajaron en una fábrica de neumáticos en Hanau, cerca de Fráncfort, hasta que se jubilaron. Mi padre fue al colegio cuatro años. No tenían libros de texto. El profesor utilizaba una antigua enciclopedia. Mi padre llegó al tomo de la D, o quizás al de la F. En cualquier caso, la educación que le ofrecía su país era una vergüenza. Emigró cuando tenía 17 años.

Yo nací en España, tengo un nombre español, hablo español a velocidad española, tengo un pasaporte español y me alegro de que España ganara la Eurocopa. Pero vivo en Alemania, donde fui al colegio y donde trabajo actualmente.

Mis recuerdos más intensos de España se remontan a hace 25 años, aunque desde entonces también he visitado el país en más ocasiones. Son los recuerdos gloriosos de los veranos de mi niñez. Mi familia era parte de esa caravana de trabajadores extranjeros (la oleada de inmigrantes que llegaron a Alemania durante los años de posguerra) que cargaban el Opel y conducían hasta España cada año, primero a través de Francia y luego a lo largo de la costa mediterránea, hasta el pueblo de mis padres. Nos pasábamos 30 horas en el coche, parando únicamente en gasolineras, con un padre fumador compulsivo al volante. En el asiento de atrás íbamos mis dos hermanos, una maleta y yo. Me encantaban esos viajes.

Tras la conversación con Jordi Évole, decidí hacer de nuevo ese viaje: conduciendo por la costa como hacíamos entonces, pero deteniéndome para hablar con la gente. Quería que me explicaran qué le había ocurrido a España, un país que durante un tiempo me ha estado volviendo loco. No sabría decir exactamente por qué. ¿Puede que por la incapacidad de producir algo significativo, la repugnante urbanización excesiva, la audacia con la que los españoles esperan la ayuda del fondo de rescate?

La película de terror y el cuento de hadas

La primera gran ciudad española que recuerdo es Barcelona. Ahí es donde empieza mi viaje. Por aquel entonces, no era una ciudad llena de hoteles boutique ni de tapas en el Barri Gòtic, el Barrio Gótico, ni de estudiantes de español que buscan el sentido de sus vidas en Barcelona. En mi niñez, era una ciudad sin carreteras de circunvalación. Aún no se habían construido. Mi padre odiaba la anarquía del tráfico, los coches SEAT, la Guardia Civil, que, a principios de los ochenta, habían perdido la protección de Franco, pero no su vergonzosa arrogancia. A pesar del calor, mi madre nos obligaba a subir las ventanillas. Decía que los estafadores se ponían en los semáforos a esperar a los coches alemanes. Yo odiaba Barcelona.

En 2012 todo es diferente. Llego después de que el presidente Mariano Rajoy haya preparado a Europa ante la posibilidad de que el rescate a los banco españoles cueste 100.000 millones de euros (123.000 millones de dólares). Antes, había afirmado que España nunca necesitaría ayuda.

Veo las noticias en la televisión de la habitación del hotel. Como siempre, constan de dos partes: la película de terror y el cuento de hadas. Cada vez más ahorradores vacían sus cuentas, la comunidad autónoma española de Castilla La Mancha va a cerrar 70 colegios, la tasa de desempleo llega casi al 25 por ciento: esa es la película de terror. En el cuento de hadas, hablan sobre la selección de fútbol nacional.

Después de ver las noticias en España, se entiende por qué la mitad del tiempo de emisión se dedica a los deportes. Si no fuera así, la gente se volvería loca. Todo gira alrededor de la crisis. Todo. Un gran establecimiento de bricolaje anuncia 200 puestos de trabajo y recibe 12.000 solicitudes. Las personas altamente cualificadas ocultan sus titulaciones universitarias para poder competir con otras menos cualificadas. En Asturias se producen altercados en las calles entre los mineros en huelga y la policía. Aumentan las ventas de cajas fuertes.

Estas no son las noticias. Es una película de terror.

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