Parecía que el ejército ucraniano estaba desamparado ante el avance de Rusia, especialmente en el Donbás, donde Moscú concentraba su ofensiva. Y entonces se produjo lo inimaginable: el 6 de agosto, unas tropas regulares ucranianas se adentraron en territorio ruso, en el óblast de Kursk, por donde han progresado rápidamente. Hoy por hoy, la ofensiva ucraniana continúa, si bien ha perdido fuelle con respecto a los primeros días, cuando sus brigadas pudieron aprovechar el efecto sorpresa y tan solo encontraron una resistencia débil por parte de los rusos. Ahora, la gran pregunta es saber cuáles serán los efectos del plan ucraniano a corto y largo plazo.
Si bien no será posible evaluar con objetividad las repercusiones militares de la operación en Kursk hasta el final de la guerra, ya se pueden atisbar algunas consecuencias políticas concretas, indica Irena Molyar en Espresso. Ucrania mostró a sus ciudadanos y socios occidentales que su ejército ha sido capaz de preparar y llevar a cabo ofensivas eficaces, que disponía de información fiable sobre las posiciones del enemigo, y que, por lo tanto, era capaz de atacar sus puntos débiles. En otras palabras, la operación de Kursk ha levantado la moral de los ucranianos cansados de la guerra y les ha permitido recobrar la confianza en sus fuerzas armadas, algo que era muy necesario.
Otra consecuencia política importante es el gran número de prisioneros de guerra capturados por Ucrania, que podrán intercambiar por prisioneros de guerra ucranianos retenidos en Rusia. Pero la repercusión política más importante del ataque sorpresa de este verano es que ha sacado a la luz las dudas de los rusos: una de las famosas "líneas rojas" evocadas por Moscú cada vez que amenaza con ataques nucleares se ha vuelto a cruzar. Aun así, Vladímir Putin no ha pulsado el botón, la propaganda del Kremlin sigue sin hablar de movilización general para defender la patria, y se resta importancia al ataque y a la ocupación de los territorios rusos. Y de repente, el 5 de septiembre, Putin propuso una vuelta al diálogo e indicó tres países que aprobaría en el papel de intermediarios: China, India y Brasil.
Además, Putin declaró que le gustaría retomar las negociaciones de paz, sobre las bases establecidas en Estambul en primavera de 2022, lo que supondría imponer a Ucrania un estatus de neutralidad, prohibirle participar en una alianza defensiva, y en contrapartida Kiev obtendría unas garantías de seguridad. Sin embargo, tras dos años y medio de guerra, nadie en Ucrania cree en más garantías que las que proporcionaría la entrada del país en la OTAN. En noviembre de 2023,el 77 % de los ucranianos encuestados estaban a favor de la integración de su país a la Alianza Atlántica, y tan solo el 5 % se declaraba totalmente en contra. Pero claro, ¿qué se puede hacer cuando no parece que Occidente tenga prisa en admitir a Ucrania en la OTAN y que la guerra, mes tras mes, agota cada vez más? De hecho, el agotamiento se nota en los dos bandos, pues está claro que este deseo repentino de retomar las negociaciones es un signo de que Rusia busca ganar tiempo para renovar sus recursos militares, tanto materiales como humanos.
En un artículo publicado en el sitio polaco Nowa Europa Wschodnia, Andreas Umland evoca el papel que desempeñarían los grandes países no occidentales en unas posibles negociaciones. Según él, para países como China, la operación de Kursk ha aportado argumentos sólidos para forzar un armisticio con unas condiciones más justas que las contempladas por Rusia.
Centrales bombardeadas, otoño e invierno sin electricidad ni calefacción
Las ciudades ucranianas sufren bombardeos masivos de manera más o menos regular, y en las localidades próximas al frente, varias personas mueren cada día por fuego cruzado, hechos por los que ya nadie se sorprende. Los propios medios ucranianos han dejado de hablar de ello de manera sistemática.
Especialmente en la pasada primavera, misiles y drones rusos dañaron seriamente la red eléctrica ucraniana, y actualmente se producen cortes de electricidad planeados en el país. Pero lo peor aún no ha llegado: el invierno está a la vuelta de la esquina. En Oukraïnska Pravda, Youriy Koroltchuk, experto en el instituto de estrategia energética, contempla dos posibles escenarios. El primero es optimista: si la red no sufre nuevos ataques, si se logra reparar una parte de las instalaciones en las próximas semanas, y si el invierno es suave, los cortes de electricidad no deberían durar más de 12 horas diarias.
Con el escenario pesimista, es decir, si no se logran reparar las centrales suficientes antes del invierno, y si este resulta crudo, los hogares ucranianos pueden esperar estar sin electricidad hasta 20 horas al día. Por otro lado, los rusos también han atacado las centrales de calefacción. Según los expertos, las familias ucranianas buscarán refugio en casas de familiares o amigos en el campo. Otros se irán al extranjero. Lo que queda por saber es si las sociedades occidentales lo vivirán como una carga indeseable, o como un buen porrazo para hacerles recordar que la guerra de los rusos contra Ucrania aún no ha terminado y que sigue cobrándose víctimas.
Polonia lanza un ultimátum a Ucrania
Entretanto, los políticos polacos no han encontrado nada mejor que hacer que emitir un ultimátum a los dirigentes ucranianos con respecto a la masacre de Volinia. Durante la ocupación alemana, en 1943, el Ejército Insurgente Ucraniano masacró a la población polaca en Volinia, en el noroeste de Ucrania, a la que siguieron represalias de los polacos contra la población ucraniana. Estos acontecimientos siguen pesando en la cooperación entre Varsovia y Kiev, incluso en tiempos de guerra contra Rusia, e incluso cuando esta última representa un serio peligro para Polonia. Así, los principales miembros del gobierno polaco han declarado al unísono que, si Ucrania no aborda la cuestión de Volinia, podría vetar su entrada a la Unión Europea, informa Onet. Por supuesto, Ucrania no va a dedicar mucho tiempo a esta cuestión en el futuro próximo, primero porque tiene cosas muchísimo más importantes que pensar en este momento y, segundo, porque la mayoría de sus historiadores están combatiendo en el frente. Los ucranianos tienen claro que su futuro depende del fin de la guerra actual, y no de acontecimientos que tuvieron lugar hace 80 años.
No obstante, cabe destacar que el mensaje de los dirigentes polacos está más destinado a los polacos que a los dirigentes ucranianos. La nueva coalición muestra que no tiene la intención de luchar contra la radicalización de una sociedad que, tras ocho años de poder nacionalpopulista, ha dado un acusado giro a la derecha. En su lugar, se aprovecha de esta radicalización siguiendo la dirección de la opinión pública antiucraniana, antimigración, antialemana, y, quién sabe, pronto también antieuropea. El primer ministro Donald Tusk siempre ha gozado de mejor reputación en Europa que en Polonia, pero esto también podría cambiar cuando la realidad política polaca le empuje al borde del euroescepticismo. ¿Inverosímil? Ya veremos: Viktor Orbán también era liberal al principio, señala Andrzej Sadecki en Ośrodek Studiów Wschodnich.
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