El aumento del hambre en el mundo se ha cobrado el 80% del presupuesto del Programa Mundial de Alimentos (PMA). Para sacarlo a flote bastaría con el 1% de los fondos que se han inyectado en los últimos meses para salvar a las entidades bancarias de la quiebra. En esta línea, el primer ministro portugués, José Sócrates, ha propuesto que se aplique un nuevo impuesto a los bancos. ¿Deben contribuir las altas finanzas a resolver un problema que han provocado ellas mismas? Hay quien piensa que sí.
Las limitaciones del modelo de los últimos veinte años son evidentes, los modelos matemáticos no han sido capaces de predecir la crisis de los mercados financieros. Los propios instrumentos de medida con los que se toma el pulso a la realidad económica pueden producir distorsiones. De ahí que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, haya pedido al premio nobel de economía Joseph Stiglitz que cree un indicador que reemplace al PIB y tenga en cuenta la realidad social. En época de vacas flacas, las condiciones sociales se deterioran y se producen dramas humanos, como los 23 suicidios de France Telecom en menos de un año, que apuntan con el dedo a la gestión y la política de recursos humanos de la empresa.
Por su parte, los gigantes de la industria se crispan cuando se les plantea que limiten los bonus que reciben los directivos. Esta semana, por ejemplo, Nestlé ha amenazado con trasladar su sede de Suiza si el gobierno de Berna no da marcha atrás en el proyecto de limitar los ingresos de los miembros del consejo de administración. Con el paro al 10% en la Unión, no cabe duda de que aumentará la presión para que se reformen las leyes y derechos laborales. Ahora que Barack Obama pretende implantar un sistema sanitario al estilo europeo en Estados Unidos, quizás ha llegado el momento de que Europa haga suyo el new deal.
R. C.
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