Una Europa deprimida

Los dirigentes europeos parecen incapaces de salir del círculo de la recesión y del paro. Y ello a pesar de la presión de sus respectivas opiniones públicas para abandonar el régimen de austeridad impuesto por sus compromisos europeos, bajo la batuta de Alemania. Mientras tanto, la importancia de la UE en el mundo disminuye.

Publicado en 3 junio 2013 a las 12:18

A los líderes europeos se les da muy bien introducir nuevas leyes, pero hace ya varios años que son incapaces de resolver una crisis económica. Las cifras del crecimiento económico presentadas recientemente por el Eurostat son como una sentencia de muerte: Europa, avanzas rápidamente hacia el abismo y hace tiempo que los frenos dejaron de funcionar. En los tres primeros meses de 2013, la economía de la eurozona retrocedió un 1 por ciento interanual, y la UE de los 27 registró una reducción del 0,7 por ciento. Prácticamente todo el mundo está en números rojos: el crecimiento en Grecia retrocedió un 5,3 por ciento, el de Chipre, un 4,1 por ciento, el de Portugal, 3,9 por ciento, el de Italia, un 2,3 por ciento y el de España, un 2 por ciento. En Finlandia y Países Bajos el crecimiento también fue negativo, mientras que en Austria se estancó. Francia se encuentra oficialmente en recesión. El crecimiento alemán fue positivo, pero sólo en términos trimestrales. Todo es desesperación y tristeza.

Mientras Europa aprieta los dientes y llora, otros están saliendo de las aguas turbulentas. Estados Unidos, por ejemplo, un país vilipendiado en el pasado por muchos políticos Europeos por ser allí donde comenzó la crisis global por la avaricia y la irresponsabilidad de los bancos estadounidenses. Y hoy, qué injusto, Estados Unidos crece mientras Europa retrocede.

En el primer trimestre de 2013, la economía estadounidense creció un 2,5 por ciento, el índice de desempleo fue el más bajo de los últimos cuatro años y se observó una tendencia alcista en el mercado de valores. La Unión Europea siempre ha considerado a Estados Unidos como un país de capitalismo agresivo y de injusticias sociales. En cambio, Europa siempre ha tenido su “economía de mercado social” que protege a los trabajadores y les concede todo tipo de derechos.

Lecciones para reavivar la economía

En los últimos años, los europeos han estado dando lecciones a los estadounidenses sobre cómo reavivar su economía. Y ahora se han vuelto las tornas. En una reciente entrevista al diario económico español El Economista, una autoridad de alto nivel del ministerio de Hacienda insinuó que la UE debería seguir el ejemplo de Estados Unidos y estimular el mercado, en lugar de aferrarse obstinadamente al dogma de la austeridad y la reducción del déficit presupuestario. Lo que resulta interesante es que muchos políticos europeos afirman lo mismo, pero nadie parece estar preparado para dar un golpe en la mesa y oponerse a Berlín, para el que la “estimulación de la demanda” equivale a una inflación mayor (un concepto tabú desde la hiperinflación de la República de Weimar) y a más transferencias de los contribuyentes alemanes a los exiguos presupuestos de países como Grecia o España.

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Por ello, se espera que los países del sur se aprieten los cinturones y se queden callados. El abismo entre Alemania y los Estados miembros endeudados del sur de la UE es evidente incluso en lo relativo al idioma. En Irlanda, hablan de "austerity", en España, de "austeridad", en Italia, de "austerità", en Francia, de "austeritè", términos que derivan del latín "austerus", que significa “estricto, severo, ascético”. Una palabra con connotaciones claramente desagradables. En cambio, en Alemania, utilizan el término Sparkurs, literalmente “vía del ahorro”. Algo que es obviamente razonable, sensato y saludable. En Alemania, si una persona gestiona sus recursos con frugalidad, se gana el mayor de los respetos.

“La política de Berlín no está motivada exclusivamente por el pragmatismo, sino también por valores fundamentales”, explicaba en una entrevista Ulrich Beck, un renombrado economista alemán. “Las objeciones hacia los países que gastan demasiado es una cuestión de ética. Desde el punto de vista sociológico, esta postura tiene sus raíces en la ética protestante. Pero también es una cuestión de racionalismo económico. El Gobierno alemán adopta la función de un profesor que enseña a los países del sur a reformar sus economías”.

Cartas a Angela

El problema es que este profesor no es muy querido. Hasta el punto de que en el último concurso de Eurovisión, Alemania sufrió una humillante derrota: Natalie Horler, con el tema "Glorious", sólo logró clasificarse en el puesto 21, entre los 26 participantes. Los comentaristas y el canal alemán de televisión ZDF no tuvieron dudas: “Ya no gustamos a nadie en Europa”. Y quizás no se alejaban mucho de la realidad.

La imagen de Angela Merkel vestida con un uniforme de las SS se ha convertido en un elemento esencial de las portadas de los tabloides griegos. Pero también ha surgido una nueva tendencia: los políticos de ciertos países han empezado a escribir cartas a la canciller Merkel, en las que le piden que deje de someterles a tantas pruebas y exámenes. Le ruegan que tenga comprensión e indulgencia. Pero también insinúan que hace todo esto para aumentar sus posibilidades en las elecciones al Bundestag que se celebrarán en septiembre.

Merkel no está dispuesta a mitigar el Sparkurs porque eso podría enfadar a los votantes alemanes. Duarte Marques, diputado del Partido Social Demócrata de Portugal, expone lo siguiente en una carta a la líder alemana: “Alemania se niega a reconocer las verdaderas consecuencias de la política de austeridad. Es una expresión de oportunismo, algo que hasta ahora raramente se observaba en las élites alemanas. Y es indigno de un país que antes, bajo el liderazgo de Helmut Kohl, tuvo el valor de asumir la responsabilidad de Europa, a veces incluso enfrentándose a su propia opinión pública. Kohl pertenecía a una generación de estadistas que hoy es difícil encontrar en Europa”.

El "Sparkurs" no da resultado

“Na ja (Vaya)”, estará pensando Merkel, “no sólo soy una persona perversa, sino que además soy inferior a Helmut Kohl. Genial”. Con estas cartas lo único que se conseguirá es irritar a Berlín y que endurezca aún más su posición. La idea de que Alemania “asuma la responsabilidad por Europa” se traduce invariablemente por “Alemania debe darnos más dinero”.

Pero no lo hará. Ni a Portugal, ni a Grecia, ni a nadie más. El problema es que el Sparkurs, tan alabado por Merkel, no está produciendo los resultados esperados. Un periódico portugués recientemente publicaba una comparación de los indicadores económicos de hace dos años, cuando Portugal se encontró con el tierno abrazo de la troika y le obligaron a adoptar medidas de austeridad, y la situación actual. Las cifras son reveladoras: el desempleó ha pasado del 12,9 por ciento al 18,3 por ciento; el déficit presupuestario ha crecido del 4,4 por ciento al 5,5 por ciento del PIB; la deuda pública ha aumentado del 106 por ciento al 123 por ciento del PIB. Prácticamente ninguna mejora. No es de extrañar que unas 240.000 personas, el 2,5 por ciento de la población, se hayan marchado de Portugal desde 2011.

RTP, la cadena pública de televisión, hace poco emitió un documental sobre los trabajadores portugueses inmigrantes en Reino Unido. Un arquitecto, un dentista, dos enfermeros y dos enfermeras: todos felices de haber podido salir del atolladero. Una de las jóvenes estaba tan entusiasmada con la posibilidad de trabajar en un hospital en Northampton, a 100 kilómetros al norte de Londres, que literalmente saltaba de alegría frente a la cámara. Nadie piensa en regresar. Alguien dirá, “Quizás algún día”. En el programa, un sociólogo hablaba de depresión entre los jóvenes y de la creciente oleada de emigración no sólo a Gran Bretaña, sino también a las antiguas colonias de Portugal: Brasil y Angola. Es fácil imaginarse un póster publicitario en la eurozona con este mensaje: “Le encontraremos un trabajo. En Río de Janeiro”.

De lo más sugerente, ¿verdad?

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