Análisis Europa y el lobby del gas

El lobby del gas alemán aviva los miedos climáticos y engancha al país durante décadas

Las acciones de emergencia para acabar con la dependencia de Rusia representan una victoria para el lobby del gas, que planea enganchar a la mayor economía de Europa al mercado mundial de gas natural licuado, advierten los activistas.

Publicado en 20 diciembre 2022 a las 18:54

Durante 150 años, la industria pesada ha sido el alma del puerto alemán de Wilhelmshaven, un centro neurálgico de construcción naval, plásticos, carbón y acero. Ahora, la ciudad está en primera línea de la carrera del país para acabar con la dependencia del gas ruso.

El 10 de diciembre estaba previsto que un embarcadero recién construido acogiera al Höegh Esperanza, una embarcación noruega de 280 metros, capaz de descargar cargamentos de gas natural previamente transformado a su estado líquido para poder transportarlo por vía marítima en buques metaneros.

Esta es la primera de las seis infraestructuras flotantes que van a amarrar en varios puntos de la costa de Alemania el próximo año, donde el gas licuado se devolverá a su estado gaseoso para alimentar la red de gas del país. Hasta tres instalaciones terrestres similares aumentarán aún más la capacidad de importación. Según varios funcionarios, estas nuevas infraestructuras permitirán al país adquirir el suficiente gas natural licuado (GNL) a productores como Katar o Estados Unidos para cubrir hasta un tercio de las necesidades actuales.

Uniper, RWE y otras grandes energéticas alemanas sostienen que virar hacia el GNL es la única opción viable para remplazar al gas por gasoducto ruso, que representaba más de la mitad de las importaciones del país antes de que la invasión de Ucrania liderada por Vladímir Putin provocase una búsqueda desesperada por alternativas.

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Sin embargo, para los activistas climáticos estos embarcaderos y oleoductos son un inquietante síntoma de que el lobby del gas por fin ha conseguido un antiguo objetivo: introducir a Alemania en el mercado mundial del GNL –una industria que mueve 100 000 millones de dólares–, exponiendo a la mayor economía europea a seguir enganchada a los combustibles fósiles durante décadas.

"Se están instalando muchas infraestructuras para combustibles fósiles, y a los expertos medioambientales y climáticos les preocupa que esto sea mucho más que una medida temporal y que acabe dando paso a nuevos monopolios comerciales de energías fósiles", afirma Nina Katzemich, de LobbyControl, un grupo activista ubicado en Berlín y Colonia. 

Esto podría ser catastrófico para el clima. Varios investigadores afirman que la cantidad ingente de metano que se filtra durante la producción, transporte y almacenamiento de GNL emite diez veces más emisiones de carbono que importar la misma cantidad por el oleoducto ruso.

Por otro lado, según un nuevo informe, Alemania podría sortear completamente la necesidad de construir las estaciones terrestres de GNL previstas si adoptase medidas efectivas para frenar la demanda de energía, como acelerar los planes de instalación de más bombas de calor en las viviendas o renovar edificios.

De acuerdo con el análisis elaborado por DeSmog de los documentos oficiales, los grupos de presión del gas han celebrado cientos de reuniones con funcionarios desde el 24 de febrero, día en que dio comienzo la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Mientras tanto, los activistas acusan a la industria de reducir el debate para disminuir la demanda del producto; con desastrosas consecuencias para el clima.  

El proyecto del lobby del gas de conectar a Alemania al mercado global de GNL se remonta a 2005, momento en que E.ON Ruhrgas – una filial de la compañía de gas E.ON – propuso construir una estación de importación en Wihelmshaven por primera vez. 

Hasta el año pasado, Alemania dependía de los abundantes y baratos suministros de gas ruso por oleoducto, así como de importaciones de GNL a través de Francia, España, y los Países Bajos. Uniper, uno de los mayores compradores de gas ruso de Europa, se vio obligado a abandonar la idea de instalar una estación de GNL en Wilhelmshaven hasta abril de 2021, debido a una falta de demanda. 

La situación dio un giro radical tras la invasión de Ucrania. Tanto el gobierno alemán como la industria del gas (que goza de una gran influencia en las políticas energéticas) se dieron cuenta de la necesidad de importar rápidamente GNL mientras Rusia limitaba los suministros de gas en respuesta a las sanciones de Occidente. La jugada amenazaba con perjudicar la economía alemana, cuyo consumo energético de gas representaba un 27 % del total en el primer semestre de este año, destinado en su mayoría para la calefacción y la industria, según Clean Energy Wire.  

El partido verde, uno de los socios de la coalición de gobierno y que desveló unas medidas radicales para impulsar el uso de la energía solar y eólica esta primavera, se convirtió en un firme defensor del GNL. El político ecologista Robert Habeck, el vicecanciller de Alemania y ministro de economía y acción climática exigió una nueva infraestructura de importación "a velocidad de Tesla", en referencia a la rápida puesta en marcha de la megaindustria cerca de Berlín.

Semanas después, Alemania liberó casi 3000 millones de euros para alquilar cuatro estructuras flotantes de importación de GNL a RWE y Uniper, incluyendo el Höegh Esperanza de Wilhelmshaven. En mayo, el gobierno aprobó una ley para acelerar su puesta en marcha flexibilizando las normas de planificación. El gobierno ha descrito las terminales de GNL como medidas provisionales. Sin embargo, las licencias permiten que la infraestructura opere hasta 20 años, y muchos temen que estas terminales hayan llegado para quedarse.

"Las empresas no pudieron construir estaciones durante años. Nunca lo consiguieron porque no tenían una justificación económica", contó a DeSmog Constantin Zerger, líder de la Environmental Action Germany, una ONG de protección energética y climática situada en Hanover. "Tras el inicio de la guerra, ya no era una cuestión de viabilidad económica, sino de seguridad energética, y en aquel momento el gobierno decidió ejecutar todos los planes. 

Tras un periodo sombrío para el GNL, en el que la combinación de la pandemia de covid-19, las preocupaciones climáticas y las inquietudes por parte de los inversores habían frenado la inversión, los grupos industriales a ambos lados del Atlántico tomaron la invasión de Ucrania como la oportunidad de recobrar la suerte de la industria. 

La asociación de operadores de gas europeos, Gas Infrastructure Europe; Eurogas, que representa los sectores de venta al por mayor, al por menor y de distribución, así como LNG Allies, una asociación industrial de Estados Unidos que compite con Katar y Australia para convertirse en el mayor exportador de combustible, emitieron comunicados en los que pedían a la UE invertir en infraestructura de GNL.

La industria petrolera y gasística de Canadá también quiso aprovechar la oportunidad. En enero, conforme las tensiones entre Rusia y Ucrania aumentaban, unos funcionarios canadienses y la empresa Pieridae Energy, ubicada en Calgary, propusieron exportar GNL canadiense durante una reunión virtual con funcionarios alemanes, como ya había informado anteriormente DeSmog. La reunión tuvo lugar dentro del marco de la Asociación energética entre Canadá y Alemania, creada en marzo de 2021 para promover oportunidades comerciales de energías limpias, incluyendo hidrógeno y GNL.

“Una decisión política"

Los servicios públicos alemanes, los operadores de la distribución de gas y empresas petroleras internacionales se dieron prisa en cerrar acuerdos con el gobierno conforme la crisis en Ucrania iba escalando. 

Varios representantes de la industria energética y del gas se reunieron con funcionarios alemanes al menos 547 veces en los siete meses posteriores a la invasión, de acuerdo a las respuestas analizadas por DeSmog a una pregunta parlamentaria hecha por tres diputados del partido de izquierda en octubre. La Asociación Alemana de las Industrias del Agua y de la Energía (BDEW), un gran grupo de presión que representa a la industria del gas, celebró 71 reuniones con Habeck y otros funcionarios durante esos siete meses. El director general del grupo es Kerstin Andreae, un antiguo diputado del partido Verde, y que apoyó el proyecto de ley para flexibilizar las normas de planificación para las nuevas infraestructuras de GNL.

Uniper, que fue nacionalizada en septiembre tras sufrir grandes pérdidas como consecuencia de que Rusia limitase las ventas de gas, concertó 47 reuniones con el gobierno, mientras que su antigua propietaria, la empresa finlandesa Fortum, organizó 14. Uniper informó a DeSmog que las reuniones trataron sobre los planes del gobierno para estabilizar las finanzas de la empresa, y sobre la petición de que esta última pudiera construir y operar una terminal de GNL en Wilhelmshaven, para así poder obtener suministros de GNL de todo el mundo.

RWE, que está respaldando la infraestructura de GNL programada en Brunsbüttel, estuvo representada en 48 reuniones. La compañía petrolera estadounidense ConocoPhillips y QatarEnergy  firmaron un acuerdo de 15 años de duración para proveer a la empresa con dos millones de toneladas de GNL anuales a partir de 2026. RWE también ha cerrado acuerdos para comprar GNL a la compañía petrolera nacional de Abu Dabi, Adnoc.

"El gobierno federal tomó la decisión política de remplazar el gas natural distribuido por oleoducto por el GNL", afirmó RWE en un correo a DeSmog. "La intención estaba clara: hacer que Alemania dependiese menos de las importaciones rusas y asegurar el suministro para la industria y los hogares lo más rápido posible".

Markus Krebber y Klaus-Dieter Maubach, directores ejecutivos de RWE y Uniper respectivamente, mantuvieron conversaciones con el secretario de Estado Jörg Kukies sobre una "colaboración" con Senegal. Ninguna empresa se ha pronunciado públicamente sobre sus planes gasísticos en el país de África occidental, pero los informes de una posible asociación gasística entre el gobierno alemán y Senegal han suscitado duras críticas por parte de los activistas climáticos. 

Los funcionarios alemanes también hablaron con regularidad con multinacionales del petróleo y gas durante los primeros meses de la guerra, incluyendo los directores generales de Shell, TotalEnergies y Equinor. Las reuniones trataron sobre temas como el suministro energético, la manera de renunciar al petróleo ruso o el hidrógeno.

DeSmog ha intentado contactar a las empresas y grupos mencionados en este artículo, pero salvo que se indique lo contrario, no contestaron antes de la publicación.

"Un puente larguísimo"

El gobierno alemán ha intentado calmar la preocupación sobre las posibles repercusiones climáticas de las infraestructuras de GNL, asegurando que las estaciones se adaptarán a la transición al hidrógeno, un tipo de combustible que la industria del gas considera sostenible.

Para cumplir con lo pactado en el Acuerdo de París de 2015 y evitar un cambio climático catastrófico, es necesario eliminar gradual y completamente los combustibles fósiles, incluido el gas natural, afirmó Susanne Ungrad en nombre del Ministerio Federal de Asuntos Económicos y Acción Climática. 

"Por ello, es esencial que cuando se construyan infraestructuras gasísticas, su adaptación a fuentes de energía renovable como el hidrógeno y sus precursores también deben tenerse en cuenta desde el principio", afirmó Ungrad.

Las estructuras flotantes harán la transición al hidrógeno y otros gases licuados "limpios" como pronto en 2025, dicen sus operarios, mientras que las estaciones de importación terrestres empezarán a procesar hidrógeno a partir de energías renovables más o menos al mismo tiempo.

Los expertos han cuestionado la viabilidad técnica y económica de estas promesas.

Aunque el hidrógeno no emite ningún gas contaminante al quemarlo, la mayor parte de la producción mundial actual se considera "hidrógeno gris", es decir, obtenido a partir de gas natural. El "hidrógeno verde", más limpio, que se produce separando agua mediante electrólisis, se promueve como una solución climática esencial tanto por los gobiernos como por las industrias. A pesar de ello, este costoso proceso requiere mucha energía y mucha agua, y actualmente solo se produce a escala piloto.  

En un informe publicado en noviembre por la ONG Fraunhofer Institute for Systems and Innovation Research se afirmaba que era "incierto" que las terminales para GNL pudieran usarse para hidrógeno en el futuro, y advirtió que corrían el riesgo de convertirse en activos obsoletos. El gobierno alemán ha tildado estas preocupaciones de infundadas. 

Lo que sí parece estar claro es que el aumento de emisiones derivadas de la producción de GNL en los próximos años podría resultar muy perjudicial para el clima.

En noviembre, la empresa de investigación Rystad Energy compartió con la BBC su investigación que demostraba que las emisiones de carbono causadas por la producción y envío de GNL a Europa podrían ser diez veces mayores que las producidas por el transporte de gas ruso por gasoducto. Esto se debe en parte a la cantidad extra de energía necesaria para licuar el gas para el envío y la regasificación una vez llegado al destino.

El buque metanero Höegh Grace atracado en una terminal de GNL en Cartagena (Colombia). | Foto: Höeg LNG

El análisis concluyó que Europa importaría 35 millones de toneladas de emisiones de carbono adicionales si remplazase todo el gas ruso por gasoducto para finales de este año, en comparación con el 2021. Las emisiones anuales de Alemania ascienden a 675 millones de toneladas.

Asimismo, en una sesión informativa celebrada por Climate Action Tracker se descubrió que los planes de desarrollo del GNL alejarán aún más al mundo de cumplir el objetivo de limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 °C. 

Si los proyectos siguen adelante (muchos de los cuales en Norteamérica), la industria de GNL mundial sobrepasará los límites de emisiones fijados por la Agencia Internacional de la Energía, que busca la neutralidad en carbono, por el equivalente de 1,9 gigatoneladas de emisiones de CO2 anuales para 2030, cantidad similar a las emisiones anuales producidas por Rusia, cuenta la organización.

Environmental Action Germany ha puesto el cambio climático en el centro de la causa judicial que ha presentado contra la estructura flotante de Uniper en Wilhelmshaven, que también plantea dudas por accidentes y derechos sobre el agua, y pide que la infraestructura opere un máximo de 10 años.

"Lo denominan [al GNL] una tecnología puente, pero no hacen más que prolongarlo", contó a DeSmog Jochen Martin, un activista ambiental de Wilhelmshaven, sin ninguna participación en la demanda. "Está resultando ser un puente larguísimo".

"No es sostenible"

Y también está el precio.

A los detractores de las infraestructuras de GNL les preocupa que el acceso que tiene la industria gasística al gobierno haya dejado a un lado preocupaciones económicas válidas sobre estos nuevos proyectos, cuyo coste ha doblado desde las estimaciones iniciales a más de 6000 millones de euros.

El aumento del precio del gas implica que importar GNL suponga unos costes adicionales de hasta 200 000 millones de euros para 2030 en comparación con la media histórica, según un informe de los laboratorios de ideas E3G, el Institute for Energy, Economics and Financial Analysis (IEEFA), Wuppertal Institut y Neon. 

Esto doblaría las facturas a los consumidores; y retendría subvenciones que estarían mejor invertidas en recortar el importe de gas mediante la expansión significativa de los planes de gobierno de aumentar la eficiencia de los edificios más antiguos. El informe reveló que estas medidas para reducir la demanda podrían eliminar del todo la necesidad de construir estaciones terrestres de importación de GNL. 

"No podemos limitarnos a subvencionar los costes (del GNL); no es sostenible de ningún modo, ni a nivel financiero ni climático", afirmó Mathias Koch, de E3G, coautor del informe. "Seguir por ese camino sería desastroso".

Mientras que la invasión de Ucrania está provocando un incremento desorbitado en los precios de GNL, los analistas afirman que el coste adicional está impulsando un cambio más rápido a energías renovables en muchos mercados; es decir, que la demanda de GNL podría llegar a su máximo antes, y dejar inactivas las nuevas terminales de importación en Alemania.

"No hay garantías de que la demanda de GNL alcanzará esos niveles", afirma Clark Williams-Derry, analista gasístico en el IEEFA, y predice que las terminales terrestres planeadas no alcanzarán el máximo de su vida útil. "A largo plazo, no van a utilizarse."

Esto supone un triste consuelo para los activistas climáticos que otean el horizonte en busca de señales que indiquen que el resto de infraestructuras flotantes se están instalando.

Investigación adicional de Ingvild Deila.
Este artículo forma parte de una serie de DeSmog sobre la influencia que ejerce el lobby del gas en Europa, y se ha llevado a cabo con el apoyo de  Journalismfund.eu
👉 Artículo original en DeSmog

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