Las elecciones europeas han pasado y queda una sensación de aturdimiento. Si bien al final no se ha producido la tan temida oleada de extrema derecha, estas últimas elecciones siguen teniendo un sabor de cambio de siglo. Sigue quedando una pregunta sin respuesta: ¿qué futuro les espera a los exiliados en Europa tras esta renovación de la asamblea, cuya votación se ha caracterizado por la omnipresencia de las cuestiones relativas a seguridad e inmigración? ¿A los discursos grandiosos les seguirán grandes hechos?
Nuevo contexto europeo
Aunque hay tantos análisis políticos divergentes como politólogos, el consenso es que la cuestión del control de la inmigración tuvo un gran peso en el resultado de la votación y en el desplazamiento de la asamblea europea hacia la derecha, una predicción que ya documentamos a principios de año..
En el diario español El Salto, Àngel Ferrero expone un panorama crepuscular: “La Unión Europea ha presentado en estas elecciones su peor cara al mundo: un continente que se adentra en su invierno demográfico, intelectualmente un pantano, a cuyas orillas vive una población presa de una frustración y rencor que la extrema derecha ha sabido como nadie canalizar y capitalizar”, resume.
La externalización y el modelo italiano
¿Cómo podría aprovechar la extrema derecha el peso que ha ganado en las elecciones europeas? Una vía de reflexión se encuentra sin duda en la externalización de las fronteras, un proceso ya muy avanzado durante la anterior legislatura.
“La UE esperaba que su Pacto Europeo sobre Migración y Asilo, aprobado en mayo, disuadiera a los partidos de extrema derecha de hacer campaña contra la inmigración, pero ahora los parlamentarios de extrema derecha recién elegidos podrían querer aplicar restricciones más estrictas”, recuerda con acierto Joanna Gill para Context.
“Es probable que los partidos de extrema derecha apoyen nuevos acuerdos para tramitar las solicitudes de asilo en países no pertenecientes a la UE y promuevan un mayor refuerzo de las fronteras exteriores de la Unión”, señala Gill. “Algo que, según los defensores de los derechos, aumenta el riesgo de represalias violentas”.
Por lo tanto, el Parlamento Europeo recién formado podría continuar la dinámica creada por los acuerdos migratorios firmados con Egipto, Túnez, Mauritania o Líbano y buscar nuevos aliados fuera de la UE. Una tendencia que podría beneficiar a una persona en concreto: Giorgia Meloni, la primera ministra italiana (de Fratelli d’Italia, extrema derecha), cuyo acuerdo de externalización con Albania entrará en vigor a finales de agosto de 2024 y que ya ambiciona que la Unión Europea siga su ejemplo.
"Este acuerdo podría reproducirse en muchos países y formar parte de una solución estructural para la Unión Europea", afirmaba entusiasmada Meloni antes de la votación, citada aquí por Alessia Peretti en Euractiv. "Este acuerdo se está convirtiendo en un modelo. Hace unas semanas, unos 15 de los 27 países europeos, es decir, la mayoría de la UE, firmaron un llamamiento a la Comisión solicitando, entre otras cosas, que siguieran el modelo italiano. Incluso Alemania, a través de su ministra de Interior (Nancy Faeser, Partido social-demócrata, de centro izquierda), ha manifestado su interés por este acuerdo”, expuso la jefa de Estado.
Federica Matteoni, en Berliner Zeitung, coincide en este sentido : “Aunque el objetivo aún no se ha alcanzado, el modelo de Meloni de externalizar el examen y la tramitación de los procedimientos de asilo a países no pertenecientes a la UE ya no parece ser tabú en Europa”. En su opinión, Giorgia Meloni podría ver en la postura de Ursula von der Leyen (actualmente favorita para volver a ocupar su puesto en la Comisión Europea) una alineación en la cuestión de la gestión migratoria. Pero aún no está todo dicho.
“Aún no está claro si el plan de Meloni funcionará. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos de Italia y Albania han criticado el plan”, atenúa Matteoni. “La oposición en el Parlamento también ha criticado los planes, los ha calificado de medidas populistas y ha advertido de sus costes, que actualmente ascienden a unos 800 millones de euros, pero que se espera que aumenten. Los políticos de la oposición también han hablado del peligro de que surja un 'Guantánamo italiano’”. Matteoni también señala las carencias jurídicas del proyecto, ya que el marco normativo europeo obliga a que los procedimientos europeos de asilo tengan lugar en territorio de la UE.
¿Qué hay del pacto sobre migración y asilo?
La externalización de las fronteras europeas, siguiendo el ejemplo de Italia en Albania o de Reino Unido en Ruanda, podría resultar la ruta más viable para la Unión Europea. A estas alturas, parece imposible modificar el Pacto sobre Migración y Asilo, un paquete legislativo acordado tras años de debate y que debe entrar en vigor en 2026. Dalia Frantz, responsable de asuntos europeos de la asociación La Cimade, lo resume bien en una entrevista que publicamos nosotros. Frantz señala con razón que no solo está en juego el ámbito europeo. “Obviamente, la extrema derecha podrá actuar también a escala nacional”.
De hecho, aunque es posible que el Parlamento Europeo tenga que estudiar otros acuerdos de externalización en el futuro, algunos Estados miembros ya han tomado cartas en el asunto. En Polonia, la reinstalación de una zona tampón de prohibición de entrada en su frontera con Bielorrusia ha sido duramente criticada por un grupo de asociaciones en una carta abierta al viceministro de Interior y Administración Maciej Duszczyk, publicada por Krytyka Polityczna. Mientras tanto, lejos de la mirada de la opinión pública internacional, Finlandia se prepara para cerrar su frontera con Rusia en un contexto de creciente “migración instrumental”, como recuerda Ana P. Santos para InfoMigrants.
Tal y como había señalado Ciarán Lawless en una revista de prensa publicada hace unas semanas en nuestras columnas, tiende a perfilarse un nuevo centro político, encarnado por personalidades de izquierda partidarias de una política migratoria más enérgica.
Si hay un aspecto en el que la derecha, la izquierda y el centro tienden hoy a unirse es en cuanto a un consenso emergente (y que no está a punto de desaparecer) sobre la necesidad de luchar contra la inmigración. Las cuestiones sobre el respeto de los derechos humanos y la idoneidad de los recursos que se ponen a disposición para restringir la entrada en territorio europeo parecen más irrelevantes que nunca.
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