Las oraciones de Radek Sikorski fueron escuchadas. El 25 de septiembre, justo antes de arrancar la semana considerada como decisiva para el futuro de la zona euro, el ministropolaco de Asuntos Exterioresasistía a una misa consagrada a los valores europeos, como la solidaridad y la justicia social. La semana acaba de terminar y el cielo parece estar más despejado.
El 29 de septiembre, el Bundestag votó a favor de la contribución alemana a los planes de rescate de Grecia, Irlanda y Portugal. Supone un paso importante en la tarea de estabilizar la zona euro y libera de una gran inquietud a los responsables políticos y económicos de Europa, e incluso de fuera de ella.
Las buenas noticias nunca llegan solas. La luz verde alemana vino precedida de la de Finlandia, uno de los dos países que amenazaban con bloquear los mecanismos de ayuda establecidos en 2010 y reforzados a raíz de la cumbre del pasado 21 de julio. El otro país recalcitrante, Eslovaquia, parece haber puesto algo de orden en su coalición gubernamental y debería acabar también votando a favor del plan. Con la votación de Austria este 30 de septiembre, ya son 13 sobre los 17 países involucrados los que han ratificado el refuerzo del Fondo Europeo de Estabilización Financiera.
Sin embargo, tampoco en el mejor de los mundos posibles las cosas van mejor. Dos meses y medio después de la cumbre del 21 de julio, convocada de urgencia, todavía no se aplican las medidas adoptadas entonces. La casa del euro ya estaba en llamas, pero los bomberos se fueron de vacaciones antes de ir a por agua.
Además, los debates alemanes y la situación en Grecia dan la sensación de una huida hacia delante en cuanto al gasto y a la austeridad. Los planes de rescate se suceden y se refuerzan sin que Grecia tenga un respiro y sin que el resto de los países parezcan menos vulnerables. Un círculo vicioso que sólo puede retrasar el retorno al crecimiento y engendrar tensiones sociales.
Pero, ¿tiene la UE alguna elección? Los mercados, todavía poco racionales, mantienen la presión, e incluso el propio Barack Obama, que debería conocer los tormentos de la negociación política y de la impotencia, hace que la responsabilidad de la morosidad mundial recaiga sobre Europa. Hasta el momento, aún cuando el destino sea incierto, el camino emprendido parece el único posible. Puede que Radek Sikorski tenga que volver a rezar.
¿Aprecias nuestro trabajo?
Ayúdanos a sacar adelante un periodismo europeo y multilingüe, en acceso libre y sin publicidad. Tu donación, puntual o mensual, garantiza la independencia de la redacción. ¡Gracias!
