Es posible que las elecciones europeas, marcadas por un nuevo record de abstención (sólo ha ido a votar el 43% de los 388 millones de electores), no cambien de forma sustancial el equilibrio de escaños en el hemiciclo del Parlamento de Estrasburgo, pero provocarán un cambio profundo tanto en la derecha como en la izquierda europeas.
El PPE se confirma como primer grupo parlamentario europeo, además de aumentar su número de escaños. El Partido Socialista sigue siendo el segundo grupo más importante del Parlamento, pero pierde un número considerable de escaños, que pasan a manos de los Verdes - que conservan el cuarto puesto con un considerable ascenso - y de la Extrema izquierda, que no sólo se mantiene sino que gana unos cuantos escaños. Los Liberales siguen ocupando el tercer puesto político europeo confirmando así su papel de fiel de la balanza entre las alineaciones de derecha e izquierda. Los partidos de derechas que están en contra de la integración europea han obtenido un éxito indiscutible en varios países (Holanda, Austria, Hungría, Gran Bretaña).
Pero detrás de la aparente inmovilidad de las formaciones de los partidos, se entrevé un cambio profundo en el panorama político europeo. La derecha moderada gana paradójicamente en dos frentes: en los países en los que gobierna, como Francia, Italia y Alemania, ha ganado el mensaje de fortaleza pausada, capaz de detectar y remediar los miedos del electorado. En los países en los que está en la oposición, como España o Gran Bretaña, se ha ganado el voto de protesta de los electores que están haciendo pagar al gobierno las consecuencias de la crisis económica.
La crisis del Partido Socialista Europeo, más que una crisis política parece una crisis de expresión: se quedan mudos ante sus votantes de siempre y ante los votantes potenciales. Otro de los datos especialmente significativos es el éxito de la extrema derecha xenófoba en Holanda, Gran Bretaña, Austria, Hungría y Finlandia. En estos países el miedo a las transformaciones sociales, aceleradas por la crisis, se ha transformado en rabia, en hostilidad, en la reivindicación desesperada de un "orden” moral y racial.
Estos resultados, que confirman la distribución de las fuerzas políticas en el hemiciclo de Estrasburgo, deberían de eliminar los últimos obstáculos que quedan para que José Manuel Barroso sea reelegido presidente de la Comisión Europea. Es posible que el PSE revindique por su parte que sea uno de sus partidarios quien presida la Unión, tal y como prevé el Tratado de Lisboa. En caso de que sea así, ¿quién podría resultar menos “socialista” y más agradable a la derecha que el ex primer ministro británico Tony Blair?
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