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Muchos periodistas especializados en cuestiones climáticas han hecho todo lo posible por expresar su asombro y la importancia de lo ocurrido en Estrasburgo el 9 de abril. Veamos cómo lo hicieron.
Tal y como informaba Le Monde, se presentaron tres casos al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) por parte de ciudadanos europeos que acusaban a países de no hacer lo suficiente para prevenir el cambio climático. Los jueces rechazaron dos de ellos, pero dieron la razón a un caso presentado por la asociación suiza de Mayores por la Protección del Clima, formada por 2500 mujeres de 73 años de media, y cuatro de sus miembros que se quejaban de la “falta de acción de las autoridades suizas” en materia de protección climática que podía “perjudicar gravemente” su salud. Su principal preocupación son las repercusiones de las olas de calor en su vida diaria. El tribunal condenó al Estado suizo a pagar a la asociación 80 000 € en tres meses.
Fue una victoria contra algunos de los peores aspectos de nuestras sociedades: la inacción climática, por supuesto, pero también el edadismo y el sexismo.
“Nos hemos basado en la Convención de los Derechos Humanos”, afirmó en una entrevista para Le Temps, el juez suizo Andreas Zünd. Tanto el derecho a la vida como el derecho a la vida privada (que incluye el bienestar físico) se usaron para establecer la relación con el cambio climático, añadió Zünd. “El calentamiento global repercutirá en el bienestar de las personas y podría incluso causarles la muerte.”
Según Zünd, la sentencia debe valorarse en un contexto paneuropeo. “La sentencia no se aplica solamente a Suiza”, afirmaba. “Los medios deben definirse mediante un debate democrático”, añadía, señalando que el Tribunal no interviene en el proceso político. “El cambio climático plantea un nuevo reto, porque el daño no se produce de inmediato”.
Vincent Lucchese expone en Reporterre que la sentencia de Suiza ha sido “atronadora”. Significa que la realidad científica del riesgo climático se ha reconocido oficialmente por ley.
Justine Guitton-Boussion y Jeanne Fourneau, también en Reporterre, exponían otro caso analizado el 9 de abril: el de Damien Carême, eurodiputado y exalcalde de Grande-Synthe (ciudad francesa amenazada por la subida del nivel del mar), que se convirtió en el primer francés en acusar al Gobierno de inacción climática. “[Esto] supone una amenaza para mi vida, la de mis hijos y la de mis nietos”, afirmaba.
Carême perdió el caso, como sucedió con los jóvenes portugueses que demandaron a 32 países por los mismos motivos. No obstante, los seis jóvenes afirmaron que “esto no acaba aquí” a Rita Siza y Aline Flor, encargadas de seguir las sentencias en Público. “No hemos derribado el muro, pero hemos abierto una gran grieta”, añadía Catarina Mota, una de las seis activistas. “Todos los Gobiernos de Europa deben actuar de inmediato sobre esta decisión y ahora necesitamos que la gente de toda Europa se una para asegurarse de que sus países lo hacen”. Público y, en concreto, Patrícia Carvalho, Rui Gaudêncio y Vera Moutinho, han estado siguiendo el caso desde 2020, desde que los activistas tenían tan solo entre 8 y 21 años, por lo que deberíamos tomarnos en serio estas palabras.
Conor McGlone escribía en ENDS que se espera que los ciudadanos impugnen las políticas climáticas de la UE tras esta sentencia histórica. “Ahora los ciudadanos podrían pedir a los países de la UE que revisen y, si es necesario, refuercen sus políticas climáticas basándose en los principios del Tribunal Europeo de Derechos Humanos”. Sin duda, se trata de un éxito histórico para la asociación de mayores suizas e, ipso facto, para todos.
Necesitamos victorias como esta porque, en otras noticias, las batallas legales acaban en la dirección opuesta y se utiliza la criminalización para silenciar a los activistas climáticos. Y, sin embargo, la justicia debería estar de su parte, pues tenemos “dos años para salvar al mundo”, como señaló Simon Stiell, Secretario Ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en el escalofriante preámbulo de un discurso pronunciado recientemente.
Ecocidio en Ucrania
El London Ukrainian Review examina el impacto de la guerra de Rusia en la naturaleza en Ucrania y sus repercusiones mundiales. En el ensayo “Vertical Occupation” (Ocupación vertical), Svitlana Matviyenko demuestra el carácter multidimensional del daño medioambiental que Rusia inflige en Ucrania. “En una conversación con Anna Ackermann, analista de políticas medioambientales, Jojo Mehta, cofundador de Stop Ecocide, analiza cómo el impacto de la invasión de Ucrania a gran escala por parte de Rusia ha impulsado el debate jurídico”. Se centran en la destrucción de la presa de Kajovka y sus repercusiones para la introducción del ecocidio como quinto delito del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.
Es una tendencia que se observa tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia: la Comisión Europea utilizó el argumento de la seguridad energética para que la UE dejara de depender del gas ruso y de los combustibles fósiles en general. Sin embargo, muchas empresas de combustibles fósiles lo han utilizado para justificar la compra de gas a otros países y continentes, o bien la instalación de nuevas centrales. O para pasarse a fuentes de energía presentadas como “ecológicas” cuando rara vez lo son.
Varios países vecinos de la UE, como Marruecos y Túnez, tienen pensado exportar hidrógeno para satisfacer la demanda europea, lo que amenaza con aumentar la presión sobre sus recursos y la competencia entre ellos, como escriben Achref Chibani, Ghassan El Karmouni y Weilian Zhu en Alternatives Economiques.
Más selecciones
Los amantes de los podcasts ahora podrán disfrutar de la columna de Cotugno, Areale, en Spotify. En el segundo episodio, habla del discurso de Stiell, del pesimismo y de qué hacer con estos sentimientos en su lugar.
Quizás dejar de comprar. En Romania Insider, Radu Dumitrescu informa de una investigación realizada por Greenpeace que demuestra que los fabricantes de mobiliario que producen para IKEA se abastecen de madera procedente de algunos de los últimos bosques antiguos que quedan en Europa en los Cárpatos rumanos, incluso en zonas protegidas de la red Natura 2000.
Esto es todo por este mes. Sigan prestando mucha atención y les dejo con la palabra más importante: “proteger”.
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