«La buena noticia es que el fascismo fue derrotado».
«¿Y la mala?»
«La democracia no ganó».
Después de un periodo de espera entre las dos vueltas marcado por el miedo a una victoria de la extrema derecha y por llamados a un frente republicano, el presidente saliente Emmanuel Macron (La République en marche, centroderecha) fue reelegido para su segundo mandato el 24 de abril, con un 58,54% de votos a su favor. De esta manera superó a su adversaria Marine Le Pen (Rassemblement National, extrema derecha), que «tan solo» obtuvo un 41,46% de los votos. Si bien el resultado del escrutinio tranquilizó a algunos, dejó a otros con un sabor amargo.
Además del elevado, pero predecible, abstencionismo (28,01%), estas elecciones también se caracterizaron por presentar el porcentaje más alto alcanzado por la extrema derecha francesa, que confirma el ascenso del partido populista de Marine Le Pen, pese a que hace unos meses esta estuvo preocupada por el ascenso de Éric Zemmour (Reconquête!, extrema derecha) en las encuestas. De esta manera, en 20 años, la extrema derecha francesa pasó de un 16,86% en la segunda vuelta a más de un 40 %. Por su parte, el frente republicano continúa debilitándose.
Emmanuel Macron, elegido «por defecto» y relativamente impopular, tiene ahora la difícil tarea de defender un programa cuestionado y unir a su alrededor a una población francesa fuertemente dividida. Las elecciones legislativas del 12 y el 19 de junio constituyen el próximo evento destacado en el calendario electoral, y es posible que la competencia sea mucho más reñida que en 2017. A la larga, se deberá interrogar a toda la democracia francesa, de lo contrario, la historia se repetirá en 2027, pero sus resultados serán muy diferentes.